Por MÍA ANTONELLA CONTRERAS
Llega en mototaxi al hotel La Pedregosa en la ciudad de Mérida, donde será la protagonista de una sesión fotográfica y una videodanza. En horas de la próxima madrugada continúa su viaje hacia Bogotá, para luego volar a Buenos Aires, donde estudia actualmente un posgrado en Tendencias Contemporáneas de la Danza en la Universidad Nacional de Las Artes.
Habla acerca de su más reciente trabajo estrenado en el Festival del Movimiento 2023. La pieza coreográfica está dedicada a las mujeres como una figura de fortaleza, protectora, que sostiene y sana a otras mujeres en su proceso de florecimiento. Recapitula su vida como bailarina con tenacidad atenta a cada detalle. Recuerda su trabajo como docente de Danza Contemporánea en la Licenciatura de Danza en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte). Señala que hacer Danza en Venezuela prepara al bailarín para resolver cualquier crisis, ser resiliente y tener una mentalidad más abierta a ser fuerte y administrar sus finanzas.
¿La maestría que actualmente estudia en Argentin, fue el factor que la impulsó a irse de Venezuela? ¿Tiene algún proyecto artístico en Buenos Aires?
En Argentina comencé estudiando un posgrado en la Universidad Nacional de las Artes. Es un posgrado accesible económicamente pues Argentina tiene estudios superiores muy económicos comparados con otros países. Me postulé y quedé seleccionada para la especialización. La universidad está retomando sus clases después de la pandemia, yo había iniciado los estudios al principio con modalidad virtual. Este año comienzo con la especialización teórico-práctica, por lo que tomé la decisión de irme a vivir allá, el plan es ir a estudiar y buscaré oportunidades de seguir haciendo danza.
Usted es fundadora y codirectora de Vertiente Laboratorio, en conjunto con la bailarina Laudis Rangel. ¿Cómo ha sido el proceso de dirigir ese proyecto para abrirle las puertas a las distintas propuestas de los bailarines?
Vertiente Laboratorio es un espacio que nace por iniciativa de mi compañera Laudis Rangel y mi persona. Juntas comenzamos a crear danza, hemos estado conectadas durante muchos procesos creativos desde pequeñas y surge la iniciativa de construir un espacio experimental. Funciona como un laboratorio donde se realizan colaboraciones, estudios en danza experimental, danza, teatro y se investigan nuevos lenguajes y códigos en el cuerpo con la danza, el yoga y la tela acrobática. Laudis Rangel, en Mérida, también tiene la misma responsabilidad como creadora, como profesora y directora de generar proyectos y traer nuevas propuestas.
Usted es la coreógrafa de Y después de la muerte ella volvió a florecer, pieza que, junto a Vertiente Laboratorio, bailaron con la Compañía de Danza Sobrepiedi. Con este trabajo se presentaron en el Festival del Movimiento 2023. ¿Cuál fue la receta y los elementos detrás del montaje de esa pieza coreográfica?
La coreografía que mostramos en el Festival del Movimiento es una pieza que nace como producto de un proceso muy íntimo, del cual estaba saliendo. Fue un proceso donde sentí una especie de muerte, donde una gran parte de mí había muerto. Tuve que agarrarme de todo lo que uno se agarra en las circunstancias difíciles de la vida para volver a florecer. Me llegó la invitación de la profesora Syva, directora de Sobrepiedi, para crear un trabajo en conjunto con Sobrepiedi y Vertiente Laboratorio. La profesora Syva me habló de una canción de Natalia Lafourcade que le gustaba mucho, y justamente yo venía escuchando el álbum de Natalia Lafourcade que se llama De todas las flores. La música y la letra de las canciones conectaban con el proceso de muerte y transformación que yo había vivido, así que utilicé todas esas experiencias y emociones que había gestado para generarla. También fue una posibilidad para conectar a otras mujeres con sus propios procesos de muerte, de caer, de marchitarse y de florecimiento, renacer, el volver a reconstruirse.
Cada una de las mujeres bailarinas que participaron generó sus propios textos, donde plasmaron emociones y sensaciones partiendo del proceso de marchitarse, morir y volver a florecer. También la pieza quizá se convirtió en una especie de ritual, donde todas y cada una buscamos lo que necesitamos para sanar, y la compañía y la conexión con otras mujeres que siempre es necesaria para florecer. Para volver a llenarnos de color, de vida, es importante la energía de esa otra mujer, ese otro cuerpo femenino que de alguna manera te da la mano y te muestra otras perspectivas, te enseña otra vez la vida. Está dedicada a la fuerza colectiva de las mujeres y al hecho de que podemos ser un sostén de vida unas con otras.
Además de su formación como bailarina, también tiene estudios de pregrado en Diseño Gráfico. ¿Por qué dejó de estudiar la licenciatura en Diseño Gráfico y decidió estudiar una licenciatura en Danza?
Yo siempre tuve la certeza de que quería estudiar Danza Contemporánea y que deseaba dedicarme profesionalmente a bailar. Pero aquí en Mérida no estaba ofertada la carrera en la Universidad de Los Andes (ULA), tampoco en Unearte, así que decidí estudiar Diseño Gráfico porque estaba asociado a las artes. Sin embargo hubo un momento en que la ULA se fue de paro universitario, y pasé varios meses sin ver clases. Fue cuando entendí que ya debía comenzar a estudiar danza. Visualicé varias opciones, si me iba a estudiar a Caracas, o me iba a estudiar a Cuba, pero por circunstancias de la vida al año siguiente abrieron la carrera en Unearte y fue mi oportunidad de dedicarme a estudiar danza profesionalmente. También la carrera de Diseño Gráfico requería mucho tiempo y estudiar Danza con los horarios de clases, los entrenamientos, tomaba la mayor parte de mi tiempo.
¿Podría hablar acerca de la última pieza que creó o alguna propuesta en la que esté trabajando actualmente?
La última pieza no la he estrenado, no me dio tiempo de estrenarla en Mérida, pero sí la registré en un video. Es una pieza que se llama Nosotras, está dedicada al tema de la mujer desde una propuesta que habla acerca de la violencia de género. Nosotras está planteada como un llamado de atención hacia la sociedad para hacer presente las voces de todas esas historias de feminicidios y voces que no están; pero permanecen pues son historias que se siguen repitiendo. Uno como mujer siente impotencia y dolor al saber que tus tías, primas, tu amiga, han sufrido de abusos, violaciones, maltrato psicológico, y son historias que permanecen ocultas y se siguen repitiendo. Yo me pregunto: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo van a dejar de suceder? ¿Cuándo se va a decir? ¿Cuándo dejará de ser normal que un abuelo, que un papá, un tío, abuse de las mujeres de su familia? Son tipos de violencia que permanecen en secreto, es una pieza que espero estrenar pronto y hacer conocer ese trabajo.
¿Cómo ve usted el contraste de hacer danza en otros países y hacer danza en Venezuela?
En la experiencia que he tenido de viajar varias veces y bailar por tiempos prolongados en Ecuador y Colombia, me he dado cuenta de que a veces no hay tanta diferencia en cuanto a hacer danza, en cuanto a los espacios donde uno puede participar. Siento que la diferencia la hace uno mismo con la disposición de aprender y dar lo mejor en cada oportunidad. En Bogotá hay mucha movida cultural, hay posibilidades de diversas plataformas para generar proyectos y lugares para hacer danza. Sin embargo, la diferencia en cuanto al bailarín no es tan distinta, al igual que en Venezuela el bailarín debe buscar espacios donde dar clases, generar proyectos y posibilidades para sostenerse económicamente a través de varias fuentes de ingresos porque no es tan sustentable, a menos que seas un maestro reconocido. En Bogotá el gremio de la danza es muy cerrado y debes formarte y trabajar duro para ser reconocido y bailar allí. En Quito, Ecuador, también el bailarín debe buscar diversas posibilidades de trabajo, pues la danza no es sustentable.
También, al igual que pasa en Venezuela, el arte y la cultura están muy centralizados, es decir todos los eventos importantes, las propuestas de compañías, acontecen en las capitales. Y en el interior del país hay menos acceso a la formación y a la proyección profesional artística. Al igual que sucede en Caracas donde está el movimiento con mayor fuerza y mayor apoyo a nivel gubernamental, mientras que en otras ciudades de Venezuela el acceso a la formación dancística es muy reducido.
En la ciudad de Mérida hay cortes de luz prolongados por seis horas. ¿Cómo afecta la situación de la electricidad en el desempeño, la vida social y profesional de un bailarín venezolano?
Los cortes de electricidad afectan totalmente el trabajo como bailarines, productores. La última producción que hicimos en Vertiente Laboratorio en alianza con Sobrepiedi fue un evento de mujeres que danzan, donde integramos mujeres músicas con bailarinas. Y el día de la función se fue la luz. Porque era posible que pasara lo que hicimos fue recolectar linternas y bombillos recargables que nos sirvieron para iluminar el teatro. Se hizo en el Teatro José Ignacio Cabrujas en la Escuela de Artes Escénicas. Esta situación significó una preocupación extra. Son circunstancias que no deben ocurrir, pues estás trabajando con un equipo de luces y una planta de sonido. Pero al saber que se puede ir la luz, debes anticiparte y estar predispuesto; igualmente si deseas estudiar, tomar un seminario online, o como docente deseas corregir en la computadora, planificar las clases, requieres electricidad y se dificulta tu trabajo.
¿Considera que hacer danza en Venezuela beneficia al bailarín de alguna manera? ¿Qué beneficios ves de hacer danza y formarte en Venezuela que hacerlo afuera?
Hacer danza en Venezuela te permite prepararte para cualquier contexto, siento que todo lo que hemos vivido en Venezuela nos ha hecho estar más preparados para enfrentar cualquier crisis. Resolver económicamente, ser resilientes y tener mayor facilidad de adaptación. Creo que más allá de la danza, ser venezolanos nos ha permitido tener una mentalidad más abierta para ver todas las posibilidades de generar nuevas oportunidades para avanzar y crecer, también el adaptarse gracias a todo ese contexto tan difícil en los años que hemos vivido.
Cuando inicié mis estudios en la licenciatura de Danza en Unearte, nosotros tomábamos clases con un linóleo prestado. El linóleo estaba ubicado en un piso rústico de cemento, y había otro piso de cemento pulido, entonces decidimos colocar cajas de cartones en el piso que estaba pulido y colocamos el linóleo sobre las cajas de cartones. Y allí pasé mis primeros 4 años viendo clases universitarias y mis procesos de formación como bailarina.
Esas experiencias te fortalecen y te hacen sentir que estás preparado para salir y disfrutar esos espacios que lo tienen todo, con pisos de madera, llenos de espejos y espacios inmensos. Y que valoras además cuando hay algo, aunque sea poquito, para hacer danza, donde solo necesitas tu corazón, entrega y disposición para aprovechar eso que tienes y hacer danza. Eso queda como una gran enseñanza y aprendizaje para toda la vida.
¿Qué la llevó a dar clases en Unearte?
Yo quería dar clases porque me encanta dar clases y quise tener la experiencia de llevar un proceso formativo a nivel académico y por eso me postulé como docente. Deseaba seguir siendo parte de Unearte como profesora y fue muy nutritivo aportar desde mi propia experiencia de vida con la danza. Quería aportar al proceso formativo a estudiantes que comienzan su proceso universitario. Y ver cómo los estudiantes entran y crecen y se forman con base en las herramientas que le doy me hizo crecer como docente. Fue un reto tener un plan de evaluación y etiquetar con números el aprendizaje de los estudiantes, porque el arte y la danza son muy subjetivos, pues cada cuerpo es único.
La pieza de Danza Contemporánea El Brindis fue la primera coreografía que montaste para estudiantes de la licenciatura en Danza. ¿Fue igual a montar una pieza coreográfica para algún proyecto personal?
La pieza El brindis es una pieza donde las bailarinas incluyen el elemento de copas dentro de la danza. Fue la primera coreografía que creé dentro de Unearte. Creo que cada espacio de montaje es distinto al otro, nunca es igual a otro montaje coreográfico. Yo pienso que la Danza Contemporánea es muy amplia, te permite integrar todo lo que tú deseas y no se limita, a pesar de que tenga una técnica y una forma, no tiene movimientos específicos y eso te permite a nivel escénico generar nuevos lenguajes. En mi caso suelo trabajar integrando herramientas teatrales y elementos escénicos para generar un nuevo mensaje. Por eso siempre cada coreografía parte de un impulso inicial, un concepto inicial, emocional muy único que se lleva al material y movimiento corporal.
¿Puede vivir de la docencia o es mayormente una vocación?
Un profesor universitario gana una miseria, no hay otra palabra para describirlo, porque para un profesor universitario es imposible vivir con un sueldo como el que se recibe actualmente en Venezuela. Los profesores de Danza dan clases porque aman lo que hacen, pero deben resolver sus ingresos fuera de la universidad. La mayoría de los docentes a nivel de danza tienen su propia academia y su propio grupo de danza, que realmente les generan los recursos económicos para vivir. La docencia a nivel universitario es una profesión de la que no puedes vivir en Venezuela, debes hacer otras cosas. De hecho yo dejé de dar clases en parte porque no podía dedicar tantas horas de trabajo; pues además de las horas de clases que dan en la universidad, tienes que destinar unas horas a planificar, dar clases, corregir y es un tiempo que no me era bien remunerado y es una inversión con la cual no puedes vivir bien. Todos merecemos vivir bien y como bailarines cuidar nuestra herramienta de trabajo, nuestro cuerpo, y darnos una vida digna valorando y amando nuestro cuerpo.
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