El pronóstico del fenómeno de La Niña hacia el segundo semestre de 2024 revive la urgencia de fortalecer la resiliencia de los sistemas agroalimentarios ante eventos climáticos extremos en América Latina y el Caribe.
Tras un año marcado por El Niño, que trajo consigo sequías, olas de calor e inundaciones, nos enfrentamos ahora a un nuevo fenómeno, cuyos potenciales efectos tenemos que comprender para poder así actuar y proteger la agricultura, pilar de nuestras economías y sustento de millones de personas en la región.
Desde FAO alertamos sobre el creciente riesgo de la agricultura global por múltiples amenazas, incluyendo los extremos climáticos que ocasionan fenómenos como El Niño y La Niña, así como pestes y enfermedades de animales y plantas.
Actualmente, la agricultura y sus subsectores absorben 23% del total de las pérdidas económicas causadas por estos eventos, les decir, casi un cuarto de las pérdidas ocasionadas por desastres a nivel global se concentra en el sector agrícola. En nuestra región, esto representa una pérdida promedio de 975 calorías per cápita al día, lo que se traduce en una consecuencia directa en la seguridad alimentaria de la población.
En este contexto, es imperativo no solo responder a las emergencias actuales, sino también prepararnos para las futuras, fortaleciendo nuestras capacidades para prevenir y mitigar sus impactos a través de un enfoque holístico. Esto incluye entender profundamente las consecuencias de los fenómenos climáticos en los sistemas agroalimentarios y desarrollar estrategias focalizadas para así aumentar la resiliencia de las comunidades vulnerables.
Hoy enfrentamos desafíos significativos en identificar y medir cómo estos fenómenos afectan los sistemas agroalimentarios, requiriendo metodologías que puedan captar los efectos diferenciados por amenazas y que consideren variables étnico-raciales, de género, etarias y geográficas para así garantizar respuestas inclusivas y efectivas. Asimismo, es vital que los resultados de estas mediciones se utilicen de manera operativa en la formulación de políticas públicas y programas de asistencia y protección social.
En este escenario, el Sistema de Información de Datos en Emergencias (DIEM) de la FAO emerge como una herramienta crucial, ya que actúa como un termómetro de la situación de los sistemas agroalimentarios y ofrece un insumo clave para la evaluación del impacto potencial de eventos climáticos adversos en la producción agrícola y los medios de vida. El DIEM identifica áreas y comunidades particularmente vulnerables, como aquellas que ya acusaban mermas en sus medios de vida y seguridad alimentaria en registro anteriores, y se ubican en zonas expuestas a la nueva amenaza. ,
Además, el DIEM puede medir impactos inmediatos a través de su versión DIEM Impact. Un ejemplo de éxito de esta herramienta es el uso que realizó la FAO en la evaluación del impacto de los incendios en Colombia, durante el año 2024, en la agricultura y los medios de subsistencia en relación con El Niño Oscilación del Sur. Esto permitió una asignación precisa de recursos y esfuerzos de recuperación hacia las zonas y comunidades más vulnerables y demostró la importancia de las herramientas de evaluación para la gestión efectiva de emergencias y mitigación del impacto en los sistemas agroalimentarios.
Mientras nos preparamos para enfrentar La Niña, es esencial reconocer la importancia de avanzar en la generación de datos de impacto, implementar medidas anticipatorias como el refuerzo de infraestructuras y la distribución de insumos agrícolas resistentes a condiciones adversas, para minimizar la escala de los daños. También es importante establecer sistemas de respuesta rápida en emergencias que permitan la distribución ágil de los apoyos y proveer asistencia financiera directa a las familias afectadas para satisfacer sus necesidades inmediatas.
Esto, requiere una colaboración estrecha entre gobiernos, organizaciones internacionales, cooperantes, la academia, las organizaciones de la sociedad civil, y la participación de agricultores familiares, mujeres rurales, jóvenes, pueblos indígenas y afrodescendientes.
A medida que avanzamos, el objetivo debe estar en la mejora y el incremento de la evaluación del impacto de los desastres. El DIEM es un paso adelante en esta dirección y la información que proporciona ayudará a comprometernos a una mejora continua, y a una acción colectiva que permita enfrentar los desafíos que tenemos por delante.
Solo así podremos prepararnos adecuadamente para La Niña u otros eventos que puedan impactar la seguridad alimentaria y los medios de vida agropecuarios, asegurando un futuro más seguro, sostenible y resiliente para todos y garantizar una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor, sin dejar a nadie atrás.
Ángela Blanco es oficial de Emergencia y Resiliencia en FAO para América Latina y el Caribe.
Marion Khamis es especialista en resiliencia y gestión del riesgo de desastres.
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