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Claudia Pinto: He dormido poco, he trabajado mucho, pero también he tenido suerte

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El primer recuerdo que tiene Claudia Pinto Emperador de la gala de los Goya celebrada el 10 de febrero en Valladolid, día de su cumpleaños, es la presencia de Carme Elías, la protagonista de la película que le dio a la directora venezolana el premio al Mejor Documental en la ceremonia de los galardones que concede la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Pero ella, su protagonista, no estaba físicamente en el Recinto Ferial de Valladolid. Se encontraba en Barcelona, en pijama, viendo feliz por televisión -y chateando por WhatsApp- cómo la directora alzaba la estatuilla gracias a una película que le ha dado a ambas tantas alegrías en medio de una profunda tristeza y mucho miedo. Porque en Mientras seas tú, Pinto, caraqueña de 47 años de edad, encendió la cámara para documentar cómo su gran amiga se enfrentaba a un diagnóstico de alzhéimer, que no es otra cosa que relatar cómo Elías, en aquel entonces con 68 años, hoy con 73, poco a poco veía desdibujados sus recuerdos y su memoria, una de las herramientas más importantes de su trabajo; dejaba de organizar y recuperar la información de su pasado. Incluso de su presente. «Pensé esa noche que habíamos llegado a tiempo porque Carme era consciente de todo lo que pasaba, y recibió esa alegría con el equipo, que ha sido una de las cosas más bonitas de todo este camino», recuerda la también realizadora de La distancia más larga (2013, nominada al Goya como Mejor Película Iberoamericana) y Las consecuencias (2021).

Y la segunda imagen que tiene Claudia Pinto, afincada en España desde hace 22 años, cuando dejó Venezuela para estudiar Guion, es la de los medios de comunicación de su país, personas del gremio cinematográfico, y otras que quizá no sabían hasta ese momento quién era ella compartiendo, con emoción, la información de su premio. Aquel 10 de febrero ella también fue protagonista, pero en la red social X, donde llegó a ser trending topic. «Eso me sorprendió muchísimo. Porque jamás lo imaginé. Es verdad que tengo gran parte de mi vida madura y profesional acá, pero yo soy venezolana. No esperaba el cariño de ese día, la alegría por el premio de una directora venezolana con una película que no han visto en mi país. Fue sentirme parte, volver a la raíz. Y es una satisfacción muy grande».

Claudia Pinto y Carme Elías se conocieron cuando la directora se empeñó en que protagonizara su primera película, La distancia más larga, rodada en Roraima. Una producción venezolana sobre una mujer de 60 años, española, con los días contados por un diagnóstico fatal, que decide regresar al lugar en el que fue feliz, pero no todo sale como lo había planeado. La había visto en Camino (2008), filme de Javier Fresser que le valió el Goya como Mejor Actriz. «La vi y estaba ante la protagonista de mi película, Martina. Es curioso. Nos juntó una historia de una mujer que se despide y 12 años después volvemos a esa mujer que se despide«.

De esa relación de trabajo surgió una amistad. Más que una amistad, una hermandad, un pacto de amor y compromiso. Elías ha depositado toda su confianza en Claudia Pinto, a quien ha nombrado custodia de su memoria. Volvieron a trabajar en Las consecuencias, con un reparto que incluyó a Juana Acosta, Alfredo Castro y Héctor Alterio. Una película rodada en las islas La Gomera y La Palma en Canarias. Y la que puede ser la última película juntas -o no-: Mientras seas tú (2023). Un documental que nació de la necesidad de dejar un testimonio, una historia que aún la golpea, que retó a su realizadora como ningún otro proyecto que había encarado, y que la enseñó, también, a confiar en su intención. A ser valiente y a volver una y mil veces a las palabras de Elías cuando el miedo y la incertidumbre la hacían dudar sobre lo que estaba haciendo: «Claudia, yo confío en ti. Tú sabrás lo que tienes que hacer».

—Ya ha pasado tiempo desde que ganó el Goya, si le pregunto qué es lo primero que se le viene a la mente, ¿qué me diría?

—A ver, para mí lo más hermoso de la peli es que Carme ha sido consciente de todo el proceso. Mi primera conexión esa noche era sentir que ella estaba. Y estaba con ella por WhatsApp. Fue decisión de ella no viajar. Viajar de Barcelona a Valladolid, con alzhéimer, puede resultar abrumador. Y quiso entonces quedarse en casa viendo la ceremonia en pijama. Y lo primero que pensé fue que ella estaba allí, conmigo, en el escenario. El premio Goya es un homenaje, es un grito pidiendo compañía. Por eso la peli tiene dos puntos de vista, la del enfermo y la de quien lo acompaña. Pensé esa noche que habíamos llegado a tiempo porque Carme era consciente de todo lo que pasaba, y recibió esa alegría con el equipo, que ha sido una de las cosas más bonitas de todo este camino. Lo importante es estar al lado de la persona, empatizando con la familia y los amigos. Cosa que no es nada fácil.

—Era su segunda nominación, esta vez con una película española. La anterior fue con una venezolana, La distancia más larga. ¿Qué ha cambiado en su cine entre una y otra postulación?

—Difícil de responder. Creo que son pelis bastante parecidas en lo profundo, donde la emoción tiene un papel muy importante. Son películas muy a corazón abierto. La distancia más larga fue algo más sorpresivo. Cuando haces tu primera película no sabes hacia dónde vas, desde dónde miras la realidad. La segunda peli, Las consecuencias, fue otra forma de mirar. Y ahora, desde el documental, hay otra manera de acercarse a la realidad. La distancia es una relación de amor profundo; me sigue gustando porque pongo en valor la amistad. Pasó 52 semanas en cartelera en Venezuela. Siempre que fui a las salas me impresionaba la cara de las personas cuando terminaba. Y con esta última película me ha vuelto a pasar. Sientes cómo la gente la vive. Si consigues que el cine sea un espejo y dejas de mirar a Carme y miras a otro, y te sientes identificado con esa persona desde la enfermedad, desde la necesidad de no perder tu conexión con lo que te importa, sea lo que sea, el trabajo está hecho. Y es lo que he sentido con el documental. Definitivamente, estoy en un lugar más maduro. Esta película no la hubiera podido hacer en lugar de La distancia. Aquí ha habido mucha reflexión sobre el hecho cinematográfico, qué rodar y cómo rodar; sobre el pudor, qué mostrar y qué no. Para lograr esto hacen falta años, tener la mirada y el corazón afinados. Sin duda, hay una coherencia en mi cinematografía. Yo me he currado mi trayectoria. Mis pelis buscan puntos de conexión de los que no soy consciente. Y no es fácil mantenerse dirigiendo y ganar un Goya.

—¿Son importantes para Claudia Pinto los premios?

—Sin duda es un estímulo. Ahora estoy en un momento profesional bueno, siempre he hecho series de televisión en paralelo con el cine. Acabo de terminar una, estoy con otra y voy a rodar otra peli. No he parado, pero esto no es coletazo del Goya, ya estaba planteado. Aún no sé el impacto o las consecuencias que el premio pueda tener. Pero hoy, en el aquí y el ahora, te hace sentir que ha valido la pena. Son 3.000 académicos que han elegido la peli. Algo estaremos haciendo bien y me estimula.

Claudia Pinto Mientras seas tú

—Un premio que reconoce a una directora, también a una amiga que se ha convertido en la guardiana de la memoria de una gran actriz que, poco a poco, ve cómo su mente, sus recuerdos, mueren todos los días. ¿Cuán importante es este documental en su carrera?

—Una de las cosas más bonitas es que fue inesperado. Si alguien me hubiese dicho, incluso a Carme, que se iba a mostrar al público, que llegaría a las salas, que se ganaría el Goya, el Gaudí, no sé si la habríamos hecho. Esto nació de una necesidad. Va a pasar el tiempo, no sabemos cómo irá la enfermedad. ¿Grabamos? Era sólo el hecho de atrapar momentos, de darle play y volver a ver por mi parte. Por el lado de Carme, era dejar un testimonio de vida, sé que me esfumo, sé que me voy, pero esto he sido y esto soy. Comenzamos sin esperar nada, sin saber cuál sería el final, pero nació de la necesidad de resguardar la memoria. He sentido una grandísima responsabilidad porque es mi amiga, una de las personas más importantes de mi vida. Carme ha sido siempre una mujer muy elegante, discreta con su vida privada, una grandísima actriz. Cuando ella hace pública su enfermedad llevábamos tres años rodando. No me lo planteaba como una peli, no había financiación. Pero la gente comenzó a preguntarle qué estaba haciendo. Y se supo que trabajábamos en una película contando su enfermedad. Entonces nos preguntamos: qué hacemos con esto que tenemos. Decidimos que la realización fuese parte de la película. Y allí sentí mucho miedo porque podía caer en algo muy personal, en algo triste, algo que atentara contra su dignidad. Pasa que el alzhéimer es una enfermedad que no se ve. Pero me gustaba su valor y allí había que poner el acento. Al final es el viaje del héroe; es una heroína que va viendo qué hace con esto, cómo lo transforma y, a través de su propio oficio, conseguimos hacer algo hermoso.

—¿Cómo conoció a Carme Elías?

—La conocí porque quería que fuese Martina en La distancia más larga. La película era financiada por Venezuela y traer a una actriz española resultaba complicado. Yo la había visto en la película Camino y la vi como Martina desde el primer momento. Le mandamos el guion y respondió: «Hola, Claudia. Me he leído el guion y me siento preparada para hacer esta peli e ir al Roraima». Desde el primer momento fue una mujer muy cálida. Nos encontramos en Ibiza, hablamos. Estaba muy clara en su deseo de hacer la peli y su preocupación era cómo hablar con su hijo si estábamos en un lugar sin cobertura. El rodaje en la Gran Sabana era complicado. Pero allí estábamos, haciendo una peli sobre la vida, sobre la familia. Comenzamos la campaña de promoción, el estreno en el Festival de Montreal, la nominación al Goya. Y cuando todo se acabó nos preguntamos qué hacer con todo ese cariño tan potente. Desde entonces mantenemos una amistad de 12 años y 3 películas. Es curioso. Nos juntó una historia de una mujer que se despide y 12 años después volvemos a esa mujer que se despide. Martina me ha dado herramientas, me ha dicho Carme. Ya hemos pasado por allí desde otro lugar. He llorado mucho. He hecho esta película porque me he puesto delante del momento, por la necesidad de estar con una amiga, de pasar juntas una enfermedad como el alzhéimer. He aprendido mucho sobre cómo relacionarme con la persona en la que se ha ido convirtiendo. Ha sido un entrenamiento diario.

—¿Cómo establecer en un set de trabajo la relación directora-actriz en un momento en el que se es más amiga? ¿Fue difícil?

—Es muy buena pregunta. Es la peli más difícil que he hecho hasta ahora. El proyecto más complicado porque pasaban varias cosas. Yo lo que he hecho es ficción, así que era algo nuevo para mí. Si yo estaba detrás del monitor tenía la sensación de que no ocurría nada. Nos poníamos en modo actriz y directora de ficción. Yo intuía que tenía que romper esa cuarta pared y ponerme a su lado para que ni ella fuera actriz ni yo directora. No fue nada fácil. Con esta película he aprendido a confiar en mi intuición; a confiar en que, aunque no tenga todo controlado, sé adónde voy. Ha sido bonito. Siempre le decía a Carme: no sé cómo va a terminar esto, no quiero poner cosas con las que no te sientas cómoda. Y su respuesta siempre fue: Claudia, yo confío en ti. Tú sabrás lo que tienes que hacer. Y allí me daba mucha más confianza. El montaje fue muy duro, me generó mucha incertidumbre. En un momento del proceso entendí que no era necesario separar a Claudia de la directora ni a Carme de la actriz. Soy su amiga, pero estoy dirigiendo. Ella es Carme, pero es también actriz. Qué más da si lo que hay es pura emoción. Por qué separar. No había necesidad de mirar todo desde la distancia. Y eso me dio mucha tranquilidad. Allí nació la idea de la voz en off.

—Apenas comienza la película, dice usted: «Lo que estaba pasando ese día era mucho más que quedarse en blanco» refiriéndose a los episodios en los que su protagonista no encontraba en su memoria el texto que creía haber aprendido. ¿En qué momento se dio cuenta de eso y cuándo llegó a la conclusión de que allí había una historia por contar?

—Vino después. En el rodaje de Las consecuencias no sabíamos que tenía alzhéimer y no pensé que eso podía ser parte de nada. Tuvimos casi 5 años haciendo el documental, pero pudiera decir que han sido casi 12 años porque ya desde La distancia más larga estábamos trabajando en ello. Cuando en Las consecuencias ella no podía, estábamos haciendo la película. Que no es otra cosa que un retrato sobre el milagro de la vida, del arte. El misterio de existir. Durante el rodaje de Las consecuencias Carme ya tenía problemas con su memoria en obras de teatro, en otros rodajes. Pensábamos que era pánico escénico, pero yo la conozco como actriz y sabía que ese no era el problema. Decía el texto con palabras que no estaban en el guion, confusas, sin sentido. Y no era consciente de ello. Una actriz sabe cuándo se equivoca y ella lo sabía porque nos miraba la cara a quienes formábamos parte del equipo. Era realmente aterrador. Hubo un día en que me dijo llorando «cámbiame, no soy una actriz segura. Te voy a dañar la peli». Y le dije que me daba igual. Que haríamos la película. Jamás me planteé sustituirla porque sabía lo que una decisión como esa podía generar en ella. Seguimos rodando y 10 meses después llegó el diagnóstico.

Carme Elías protagonizó La distancia más larga, primera película de Claudia Pinto | Foto cortesía Claudia Pinto

—¿Fue sencillo plantearle a Carme la idea de hacer una película? Una actriz que lo deja claro: confío en tu inteligencia, en tu corazón y en tu sensibilidad.

—Fue un pacto. Nunca pedí permiso, casi nos lo pedimos a la vez. Recuerdo la conversación. Ella vino a la casa, estábamos en la hamaca. Y le dije: tengo ganas de hacer algo más del alma. Las consecuencias fue muy compleja, quería algo más pequeño, más de corazón. Venía del Amazonas, luego del volcán. ¿Hacemos otra?, le pregunté. Y me dijo: «Como no sea un documental. ¿Te atreverías?». Comenzó a aplaudir, a reír feliz. Pero luego me miró y fue casi una sentencia: «Pero nadie lo va a ver, será para nosotras». Ella no quería contar lo que estaba pasando, le daba pánico que la gente lo supiera. Le costaba asumirlo. No quería. Pero, al final, fue prender la cámara, grabar lo que queríamos. Nunca vio material, premontajes, apenas dos minutos. Ella vio la película cuando se estrenó en el Festival de Cine San Sebastián. Y desde allí todo ha sido mágico.

—¿Sintió en algún momento que no podía seguir con la historia? ¿Que exponía a Carme?

—La historia me ha golpeado muchas veces. Y pensaba «para qué estoy haciendo esto. No tiene sentido. A quién le va a importar». Tuvimos muchas dudas. Sabía y confiaba lo que quería en el montaje. Cuando sentía que había algo que no quería mostrar, que no pertenecía a la película, apagaba la cámara. Yo siempre he sentido que a Carme le hizo bien hacer la película porque le dio vida. Entendí la importancia de sentirse motivado, de hacer lo que te gusta. Cuando tenía dudas, ver lo bien que le hacía entrar en la dinámica de la película me daba confianza. Esta película siempre ha respetado su voluntad. Ha sido un pacto de amor transparente.

—¿Cómo se siente ser testigo del deterioro de alguien a quien tanto quiere desde lo profesional y lo personal?

—Es muy doloroso, pero también tengo que decir que hacer la peli me ha hecho sentir mejor. Lo peor, por mi naturaleza, era quedarme con los brazos cruzados viendo cómo algo llamado alzhéimer devora a mi amiga. Pero hacer algo, saber que está resistiendo, que hay vida, que lucha con lo inevitable, me ha hecho sentir mejor. Saber que todo esto está pasando hace que ser testigo sea menos doloroso. La peli me ha enseñado mucho sobre cine, pero más sobre la vida.  

—Carme dice que no quiere vivir como una ameba, que quiere una muerte digna. ¿Fue el documental una manera de acercarla a esa muerte?

—Fue La distancia más larga. Es lo que quiere Martina. Cuando estábamos preparando el documental fuimos a la Asociación Derecho a Morir Dignamente, que funcionaba distinto a como lo hace actualmente. Allí hablamos del testamento vital, lo necesitábamos para la ficción. Pero esos espacios los visitamos desde la realidad, ha sido una idea de Carme porque es una idea que ha manejado desde siempre. Y ha sido brutal que la despenalización de la eutanasia en España haya coincidido con la realización del documental. Eso le dio a Carme calma y tranquilidad. Su miedo más grande era contar que tenía alzhéimer y luego, qué pasaría con ella cuando dejara de ser ella. Pero que quede claro que la película no pretende dogmatizar. Carme es cualquier persona que piensa cómo morir dignamente y cómo su entorno la dejará ir.

—¿Cuánto cambió la directora, pero también la persona, luego de hacer este documental?

—Creo que no lo sé muy bien. Estoy todavía en la ola, la que te lleva arriba, la que te baja, la que te revuelca. Carme vuelve a ver la peli porque se le olvida. Tu amiga ve la peli que has hecho sobre ella como si no la hubiera visto nunca. Es la felicidad y lo contrario al mismo tiempo. Te ganas un Goya, pero tu amiga se va apagando rápidamente. Como directora, gracias a esta película creo más en mi intuición, me ha hecho más libre. Aunque no tenga las cosas tan controladas, sé hacia dónde ir. La peli me ha hecho más consciente del aquí y el ahora, me ha hablado de la manera más difícil posible. Los temas que me atraen son los que me dan miedo. La distancia habló de la muerte de mi madre, del desarraigo. Las consecuencias me ha hecho pensar sobre cuántos secretos tendrán mis hijos, cómo protegerlos, gestionar sus emociones. Lo que no me deja dormir lo hago peli. Y esta última me ha hecho, sin duda, más valiente.

—¿Le gustaría seguir documentando la historia de Carme?

—Nos hemos dejado la puerta abierta para seguir. Sé que a ella le viene bien rodar, sentirse actriz, sentir que no se desvanece sin más. Esto puede ser un final, es un trabajo redondo. Pero, por otro lado, si en algún momento existe la posibilidad de un epílogo, está allí. Lo haremos. O quizá lo grabo y no lo muestro a nadie.

—¿Llegará la película a Venezuela?

—Quiero que llegue, claro que sí. Pero espero por la llamada de los distribuidores, tengo esperanzas de que se dará, pero no sé cuándo. La película se merece unas pantallas en mi país.

—¿Desde cuándo visita Venezuela?

—No voy desde 2015, cuando hice La distancia más larga. Me encantaría volver, pero no sé si ahora.

—¿En qué trabaja actualmente?

—Me encanta rodar, soy bicho de rodaje. Tengo la fortuna, o no, de no parar. Siempre engancho un trabajo con otro. Cuando me vine a estudiar Guion en España a los tres meses estaba trabajando. Y en un par de años ya estaba dirigiendo. A mí me gusta combinar proyectos de cine con televisión. Eso te da mucho oficio como director. Poder rodar historias tuyas está muy bien, pero también es importante el ejercicio de elegir otros proyectos. El año pasado estuve haciendo una serie que ocurre en 1559, un thriller-drama llamado Beguinas que estrena el 28 de abril. Ahora estoy en el rodaje de otra con una plataforma grande de la que no puedo hablar mucho. Y por allí viene una peli con el título Morir no siempre sale bien, una comedia negra.

Claudia Pinto: Yo me ubico en la esquina que dice que el cine venezolano no es solo cine financiado por Venezuela | Foto EFE

—¿Cuán difícil ha sido encontrar su sitio en España?

—Me ha tomado 22 años. No ha sido fácil, pero es verdad que los venezolanos somos muy trabajadores. Muchos de los que estamos fuera estamos acostumbrados a no parar, a darlo todo. Tenemos un afán de superación muy grande. La gente que conozco acá me lo dice. Los venezolanos que tengo la fortuna de tener cerca creemos en nuestros sueños, luchamos, trabajamos. He dormido poco y he trabajado mucho. Pero también he tenido suerte. He conseguido oportunidades. Y al final todo se ha dado.

—¿Le gustaría volver a trabajar en Venezuela?

.—Por supuesto. Me encantaría volver a rodar, pero no sé si estoy preparada para eso. Tendría que volver a conectarme con el país, estar allí, no viviendo, pero sí con una historia por contar. Ahora no sabría qué película hacer en Venezuela. Pero si el Goya sirve para no parar, bien, aunque el premio no te hace rodar. Venezuela es un buen sitio para crear porque te hace vulnerable escribir desde las grietas.

—¿Podemos hablar de un buen momento del cine venezolano a partir del exitoso trabajo de sus cineastas en el extranjero? Hay quienes dicen que no.

Para mí esta gala de los Goya fue muy importante porque varios y varias cineastas del país estábamos postulados. Y sólo una película era realmente venezolana, Simón. Las otras eran producciones españolas. El debate me parece un poco infértil. Hay tanta gente trabajando desde el exilio que sigue siendo de su tierra. Lo importante es seguir haciendo cosas donde sea. Me encontré con compañeros y compañeros en los Goya y todos hablamos de Venezuela, de hacer cine allí. ¿Tener 22 años fuera del país me impide hacerlo? No, por supuesto que no. El cine venezolano es un cine ligado a su gente haciendo cosas desde donde sea. Cuatro películas con directoras y directores venezolanos en los Goya claro que es buen momento para nuestro cine. Yo me ubico en la esquina que dice que el cine venezolano no es solo cine financiado por Venezuela. No es lo ideal, porque lo idóneo es que haya dinero en el país para hacer cine. Pero no ocurre. Entonces hay que buscar la manera de resistir. Todos, los que están dentro y los que estamos fuera. Lo que no podemos hacer es parar. Estamos creciendo todos. Lo hablaba con Marcel Rasquin (productor de Simón), las condiciones no son las mejores, habrá entonces que buscarlas. Somos creadores. Tenemos que seguir. Juntos.

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