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¿Ataque fallido?

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El juego de la guerra y el poder. Israel pareciera haberle propinado a los ayatolás iraníes y sus auspiciadores moscovitas una necesaria lección.

Mucho antes de los salvajes ataques del 7 de octubre, perpetrados por Hamás con la anuencia de Teherán, Israel venía librando una guerra de baja intensidad para retrasar el programa nuclear iraní. Siempre a través de operaciones encubiertas, donde predominaba el Mossad o algún otro brazo de inteligencia, los accidentes se sucedían con inusitada e inexplicada frecuencia en instalaciones críticas para el megalómano programa nuclear de los ayatolás.

El 7 de octubre cambiaron las cosas e Israel tomó la determinación estratégica de eliminar a Hamás como factor en la política palestina. También adoptó la decisión de degradar significativamente a Hezbolá, el gran brazo del régimen iraní que desde Siria y Líbano ataca constantemente el norte de Israel. De igual manera, quisieron castigar al liderazgo de Irán por haber propiciado o apoyado la macabra incursión.

Por ese motivo, Israel ejecutó, hace poco, un ataque de precisión: Destruyó un local utilizado por la Guardia Revolucionaria de Irán que funcionaba en un anexo del consulado de ese país en Damasco, eliminando de paso a buena parte de sus principales líderes así como de otros grupos pro iraníes.

Este golpe fue una brutal humillación, prometiendo los agraviados una punitiva venganza. Conforme la venganza no se materializaba , el régimen empezó a proyectar debilidad, pecado fatal para una tiranía que sustenta su control en el miedo de la población que subyuga.

Es así que prepararon un ataque masivo y sin precedentes. La primera vez que se atacaba Israel desde territorio iraní, sin usar cuerpos intermedios ni operaciones encubiertas. Para ello aplicaron técnicas perfeccionadas por Moscú en su guerra contra Ucrania: saturar las defensas con centenares de drones “suicidas” (esto es que sólo sirven para un viaje) e infiltrar en paralelo misiles balísticos de carga mucho más potente que puedan así perforarlas y causar daños catastróficos.

Pues bien, las intenciones iraníes fueron rápidamente evidenciadas. Estados Unidos trasladó importantes activos militares a la zona. Países árabes como Jordania, Emiratos y Arabia Saudita se decidieron a cooperar abiertamente con la intercepción de estos drones y misiles, tarea a la que se sumaron Francia y Reino Unido. Las defensas de Israel se vieron potenciadas y como resultado 99% de los artefactos lanzados fueron destruidos o interceptados antes de llegar a sus blancos. Para algunos observadores el tamaño de este éxito fue casi un imposible matemático, atribuyéndolo a una milagrosa ayuda divina.

Aunque el ataque fracasó, lo que se intentó perpetrar fue de una enorme gravedad. Un éxito pequeño habría causado miles de muertes y daños incalculables, por lo que Israel anunció represalias “sin precedentes”.

Washington se puso nervioso, no quiere una guerra generalizada en la víspera electoral que dispare el precio del barril de petróleo a los 200 dólares. Los gringos le dijeron a Netanyahu ”ya ganaste”, déjalo ahí, el fracaso iraní es ya suficiente humillación.

En paralelo Washington venía presionando a Israel para que no ingrese al último bastión de Hamás: la ciudad de Rafah; medida que permitiría su supervivencia luego de ver sus huestes diezmadas casi totalmente.

A continuación, Israel jugó magníficamente sus cartas. A cambio de moderar o “moderar” su postura frente a Teherán, obtuvo luz verde de Washington para entrar a Rafah, la prioridad inmediata. En paralelo, telegrafió que cualquier operativo de represalia sería en mayo, luego de las festividades de Pascua.

Entonces, súbitamente, lanzaron ataques simultáneos en las ciudades de Ishafan en las profundidades de Irán; en Iraq y Siria. En Ishafan, habrían atacado una base aérea, pero en esa ciudad también se ubican algunas de las principales instalaciones del programa nuclear. El mensaje clarísimo: en cualquier momento podemos atacar.

En Siria destruyeron sistemas de radar y alerta temprana, demostrando que su tecnología es muy superior a la rusa. También atacaron otros blancos sobre los que no hay demasiada información.

En resumen, el ataque iraní de hace una semana no sirvió de nada. Mostró al autor inoperante e incompetente. Evidenció el deseo de los principales actores de Medio Oriente, otrora enemigos jurados del estado judío, de convertirse en sus aliados abiertos. Obligó a que Washington dé su brazo a torcer en Palestina y Netanyahu pueda avanzar en la guerra contra Hamás. El estancamiento en esa lucha probablemente le hubiese costado el poder, como también el inmovilismo contra Teherán.

Las demás potencias observan. China ve que Irán es un aliado de dudoso valor militar y hasta podría ser una carga en una eventual guerra generalizada. Respecto de Rusia, la inferioridad de su tecnología es manifiesta. Los compradores observan. Hamás y los grupos de mayor fanatismo en Palestina se ven progresivamente aislados y con patrones debilitados. Se abren posibilidades para la paz, no pronta e inmediata, pero sí en un futuro que se puede avizorar.

Espero no equivocarme ya que, muchas cosas, siempre, pueden cambiar para mal, pero mejor que hace unos días, hoy estamos.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú

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