El atrevido ataque de Irán a Israel del sábado ha llevado al escenario que Joe Biden más temía y que, por todos los medios, buscaba evitar tras el atentado de Hamás del 7 de octubre: una escalada del conflicto en la región.
La cuerda floja sobre la que el presidente de Estados Unidos camina en la guerra entre Israel y Gaza se ha vuelto aún más delgada. Biden intenta desescalar la situación y disuadir a Irán, mientras se enfrenta a la presión interna tanto de Demócratas como Republicanos sobre la relación de su país con Israel.
Mientras tanto, cualquier acuerdo de alto el fuego en Gaza pende de un hilo.
Hace solo dos semanas, parecía que la relación entre Estados Unidos e Israel -en otro tiempo la más estrecha de las alianzas- estaba en problemas.
Biden no solo expresó su frustración sino también su molestia por la falta de ayuda humanitaria en Gaza y la muerte de siete voluntarios en un ataque de las Fuerzas de Defensa de Israel.
El grado de desacuerdo era tal que el gobierno de EE.UU. dejó en claro que podría reconsiderar su postura hacia Israel, y llegar incluso retener las exportaciones de armas.
Pero el accionar de Irán el fin de semana parece haber cambiado el escenario.
La respuesta de Irán
El lanzamiento de más de 300 misiles y aviones no tripulados disparados contra Israel condujo a una muy exitosa acción militar conjunta de Estados Unidos e Israel para defender el país.
La acción coordinada parece haber reavivado parte de la antigua cordialidad. Y la Casa Blanca espera poder aprovecharlo para influir en la respuesta de Israel.
Los funcionarios estadounidenses no son tan ingenuos como para pensar que no habrá ninguna respuesta, pero quieren calibrarla de tal forma que pueda ser vista como un acto de moderación.
Pero el éxito militar conjunto del fin de semana también oculta un cambio fundamental y preocupante en la situación regional, según Dennis Ross, un antiguo enviado de Estados Unidos a la región con más de 40 años de experiencia diplomática en Medio Oriente.
Según Ross, las represalias directas de Irán contra territorio israelí por el ataque contra el consulado iraní en Siria de sus oficiales de élite de la Fuerza Quds han «reescrito las reglas» de la relación entre Israel e Irán, desestabilizando aún más una situación que ya era precaria.
Irán lleva años fortaleciendo a grupos aliados que han jurado destruir Israel, financiando y armando a grupos palestinos como Hamás y el grupo militante chiíta Hezbolá en Líbano.
Pero el sábado fue la primera vez desde la Revolución Islámica de 1979 que Irán lanzó un ataque directo contra Israel. Por lo tanto, independientemente de cómo se interprete el éxito de la tecnología militar que neutralizó eficazmente las acciones de Irán, se ha cruzado un Rubicón.
Esto, según Ross, significa que ha habido un «fracaso de las medidas disuasorias» hacia Irán.
El desafío de Biden
Biden se enfrenta ahora a una incómoda paradoja.
El presidente tiene que bajar la temperatura con Irán y, al mismo tiempo, hacer comprender a Teherán que sus acciones tienen un coste.
Tras el ataque del sábado, la Casa Blanca dejó claro que no se sumaría a ninguna represalia militar israelí contra Irán, al tiempo que afirmaba que su compromiso con la seguridad de Israel seguía siendo «férreo».
La participación directa de Irán en la guerra actual también dificulta el logro de un acuerdo de alto el fuego en Gaza y la liberación de los rehenes secuestrados por Hamás.
Los diplomáticos estadounidenses han estado trabajando contrarreloj para conseguir que Israel acepte una pausa de seis semanas en los combates que permita la liberación tanto de los rehenes de Gaza como de los prisioneros palestinos en cárceles israelíes.
El acuerdo facilitaría también la llegada de la ayuda que tanto necesita Gaza, donde la hambruna es inminente. Antes del fin de semana, contaban con el apoyo de Israel y la presión recaía sobre Hamás.
Todo eso está ahora en peligro mientras el mundo espera a ver cómo responde Israel.
Mientras tanto, las complicaciones internas para el presidente estadounidense siguen presentes. Parte de la izquierda lo presiona para que se distancie de Israel y la derecha le acusa de debilidad por no enfrentarse a Irán con suficiente firmeza.
«Lo entiendo en un año electoral. Uno quiere contener las cosas. Es perfectamente comprensible», afirma Ross, que desempeñó un papel clave en el proceso de paz de Medio Oriente en los gobiernos de George Bush y Bill Clinton.
«Pero del mismo modo, tenemos un Irán que ha dado un paso que no había dado antes. Y al dar ese paso está mostrando su disposición a cruzar ciertos umbrales y cuanto más cruzan ciertos umbrales, más se acostumbran a hacerlo. Y como resultado la región se vuelve mucho más peligrosa».
Todo esto, por supuesto, está plagado de posibilidades de malentendidos y errores de cálculo. Un paso en falso podría desencadenar una reacción en cadena que podría salirse de control rápidamente.
La región es un notorio polvorín y podría encenderse aún más en cualquier momento.
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