Cuando Tareck el Aissami estaba en pleno proceso de acumulación de poder dentro del régimen chavista muy pocos podían apostar o siquiera sugerir que terminaría esposado, preso y acusado de corrupción. Esto último, por cierto, se ha convertido en el signo distintivo de todo operador chavista que se precie de serlo. De lo que se acusa a El Aissami es algo en lo cual andan embarcados todos los operadores del régimen. Entonces si Tareck el Aissami ha caído en desgracia no es precisamente porque el chavismo genuinamente quiera castigar su propia corrupción sino más bien por otras razones.
La urgencia en conseguir divisas evadiendo las sanciones impuestas en su momento por los Estados Unidos y otros países al régimen chavista ha arrastrado al chavismo a emprender operaciones de naturaleza ilegal tales como el narcolavado y la venta de petróleo en el mercado negro. Esta última operación le fue encomendada por el Estado chavista a Tareck el Aissami entonces presidente de Pdvsa y con fichas claves dentro del régimen.
La triangulación consistía en poner petróleo venezolano en manos de intermediarios dispuestos a pagar con dólares en efectivo o criptomonedas. Aunque se presupone que los compradores detrás de estos intermediarios son otros Estados y empresas multinacionales las transferencias de los pagos no podrían realizarse mediante el sistema bancario internacional precisamente por las sanciones, de allí la necesidad de traficar con dinero efectivo o digital.
Lo irregular de este procedimiento impide cualquier mecanismo de control o fiscalización por parte del propio Estado chavista. Se puede saber cuánto petróleo salió, pero para determinar cuánto dinero se estaba pagando por esa mercancía habría que confiar en la palabra del operador involucrado. Entonces es perfectamente normal que una cantidad residual vaya quedando en el camino en manos de los intermediarios mientras otras sumas de dinero logran llegar a los bolsillos de los cabecillas.
Según la versión oficial en la trama Pdvsa-Cripto se han desaparecido 21.000 millones de dólares. El problema seguramente surge cuando se repara que 21.000 millones de dólares es una exorbitante cantidad de dinero que sirve para algo más que el lucro personal de los operadores implicados. Una persona como Tareck el Aissami con la ambición, las conexiones militares y ahora con suficiente dinero bien podría estar en posición de influenciar operadores claves del régimen para sacar a Nicolás Maduro del poder.
La defenestración de Tareck el Aissami tiene todas las características de un ajuste de cuentas en las luchas intestinas que se libran dentro del régimen chavista para decidir el control político y militar. Su liquidación se parece más a la neutralización de un golpe de Estado en sus primeras fases. Por un intento similar el otrora zar del petróleo en el régimen chavista Rafael Ramírez también fue políticamente descabezado.
Hay quienes aseguran que el régimen ha escogido este momento para admitir con drama la detención de Tareck el Aissami y desviar la atención sobre el tema de la farsa electoral. Otros dicen que se trata de una estrategia mediática para vender la imagen de un régimen chavista que castiga su propia corrupción. Todo esto es posible. Pero lo más probable es que se trate de un mensaje nítido y claro que el régimen le envía a sus propios operadores para recordarles quién manda y que tan lejos está dispuesto a llegar para seguir en el poder.
Una vez liquidado Tareck el Aissami solo queda Diosdado Cabello en posición de disputarle el poder a Nicolás Maduro. Esta es una confrontación anunciada e inevitable que ha sido diferida varias veces. Cabello no tiene los recursos financieros que en su momento acumuló El Aissami pero tiene importantes cuotas de poder dentro del régimen chavista y su estructura militar. Sin embargo, su influencia ha ido disminuyendo al punto de tan solo garantizar su supervivencia, sin la fuerza real para enfrentar a Nicolás Maduro.
Cuando le toca a Diosdado Cabello el ajuste de cuentas es algo que hoy nadie sabe. Pero quienes aún dudan de este desenlace deberían repasar el más reciente episodio con la decapitación política de Tareck el Aissami que hasta hace un par de años también parecía imposible.
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