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De Marx a Hitler: las coincidencias entre el anticapitalismo y el antisemitismo

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Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936 | Cordon Press

Por mucho tiempo, el antisemitismo ha sido considerado «de derechas», en gran parte porque los nazis, que cometieron los mayores crímenes de la humanidad contra el pueblo judío bajo el liderazgo por Adolf Hitler, han sido popularmente considerados «de derechas». Hay mucho simplismo en tal asociación, pero sin duda quienes están a la izquierda del espectro político han validado este discurso porque les permite desentenderse de los problemas de odio contra los judíos, como si fuese un problema exclusivo de la derecha radical que no tuviese relevancia en sus filas.

Quizá por eso muchas personas se frotan los ojos con incredulidad cuando constatan que, hoy en día, si excluimos el islamismo radical, el apoyo más fuerte y vehemente con el que cuentan las voces del antisemitismo viene de los anticapitalistas de la izquierda que han logrado erigir importantes tribunas de opinión en medios de comunicación y universidades europeas y estadounidenses.

Lo que mucha gente no sabe es que el anticapitalismo, ya sea de izquierdas o de derechas, siempre ha estado estrechamente vinculado con la hostilidad hacia los judíos. Por supuesto, hay segmentos antisemitas entre los cuales el odio hacia la comunidad judía no es de corte anticapitalista, sino que por ejemplo obedece a otras cuestionas, como la religión. De igual modo, hay muchos anticapitalistas que no son antisemitas. Sin embargo, está claro que el antisemitismo y el anticapitalismo a menudo van de la mano.

Karl Marx era judío, pero escribió a un amigo que la religión judía le resultaba «repugnante». En la misiva, acusaba a los judíos de haber hecho del dinero su verdadero Dios, como después escribió en un ensayo titulado «Sobre la cuestión judía», en el que plantea lo siguiente:

Estas afirmaciones de Marx son un ejemplo de los muchos que hay en su obra. Por ejemplo, cuando quería insultar a alguien, como era el caso de sus referencias al fundador de la socialdemocracia alemana Ferdinand Lassalle, lo llamaba «negro judío». Incluso se ha registrado que, en una de sus vacaciones, Marx se quejó a su amigo Friedrich Engels de que el complejo turístico en el que se hospedaba estaba lleno de «muchos judíos y pulgas».

La evolución del antisemitismo

El antisemitismo ha existido durante mucho tiempo, pero su énfasis cambió en los siglos XIX y XX. El odio a los judíos motivado por causas religiosas quedó en segundo plano, mientras que la imagen del «judío rico» y el «judío amante del dinero» se volvió cada vez más prevalente.

Las referencias a la riqueza judía fueron en aumento desde mediados del siglo XIX. Un texto de la época rezaba lo siguiente: «se pasean, adornados con piezas de oro y plata, con perlas exquisitas y piedras preciosas. En sus bodas cenan en recipientes de plata y cubren la mesa de cuencos y confites. Llegan en coches espléndidos con un postillón y un gran séquito».

El fundador de la Liga Antisemita Francesa (Ligue Antisémitique), Édouard Drumont, escribió lo siguiente en 1890: «el semita es mercantil, codicioso, sutil y astuto… El semita está ligado a la tierra, apenas tiene preocupación por la vida futura… El semita es un hombre de negocios por instinto; es un comerciante nato, comerciando con todo lo imaginable, aprovechando cada oportunidad para sacar ventaja del prójimo». Drumont fue uno de los padres fundadores del antisemitismo moderno, al igual que el socialista Eugen Dühring, que luchó por un «socialismo del pueblo ario».

El antisemitismo de Adolf Hitler también tenía un fuerte componente anticapitalista. Este aspecto es particularmente evidente en sus discursos más tempranos, como uno pronunciado el 13 de agosto de 1920. «¿Por qué somos antisemitas?», se preguntó. A renglón seguido, cargó contra «el capital bursátil internacional», que ligó a los judíos. Así, afirmó que, «este capital creció y hoy gobierna prácticamente todo el mundo, inmensurable en cuanto a sus cantidades, inconcebible en lo referido a sus gigantescas relaciones, creciendo de manera inquietante y, lo peor de todo, corrompiendo por completo todo trabajo honesto, porque esa es la parte más horrible, el hecho de que el ser humano corriente tiene que soportar ahora la carga de los intereses que arrastra este capital y tiene que ver cómo, a pesar de la diligencia, a la industria y el ahorro, a pesar del trabajo real, apenas le queda nada para alimentarse, y menos aún para vestirse, al mismo tiempo que este capital internacional devora miles de millones en intereses al mismo tiempo que una clase racial se está extendiendo en un Estado que no hace ningún otro trabajo que no sea dedicarse a cobrar intereses».

Análisis recientes de autores como Jürgen W. Falter se refiren a los motivos que llevaban a la gente a unirse al Partido Nacional Socialista (NSDAP) y muestran que el antisemitismo y el anticapitalismo iban a menudo de la mano. Los nacional-socialistas y otros antisemitas no veían a los judíos como un grupo débil; al contrario, consideraban que era un grupo particularmente poderoso, como demuestra el documento falsificado de Los Protocolos de los Sabios de Sion, que carece de base pero es frecuentemente citado por los antisemitas como evidencia de que los judíos supuestamente luchan por la dominación mundial.

Según el falso relato de los Protocolos, «todas las ruedas de la maquinaria gubernamental avanzan impulsadas por el motor que nosotros controlamos, y ese motor es el oro. La ciencia de la economía política, inventada por nuestros sabios, ha demostrado desde hace mucho tiempo el verdadero poder del capital«. Películas antisemitas como Los Rothschild, producida durante el III Reich, ayudaron a tejer el vínculo entre el odio hacia los ricos, el capitalismo y los judíos.

En la Rusia comunista, Josef Stalin también se convirtió cada vez más en un antisemita radical lo que, por cierto, le valió la validación de Hitler. Poco antes de la muerte de Stalin en 1953, comenzó una importante campaña denunciando el supuesto complot de los médicos saboteadores judíos. Stalin afirmó

Stalin evolucionó hacia la posición propia de un antisemita radical, lo que de hecho le valió la admiración de Hitler. Poco antes de la muerte de Stalin en 1953, el dictador soviético comenzó una importante campaña contra el presunto complot. Stalin afirmó que un grupo de médicos judíos recibía órdenes de organizaciones judías estadounidenses y exigía que fueran «arrojados, encadenados, golpeados hasta convertirse en polvo». Por toda la Unión Soviética, los judíos fueron hostigados, agredidos y expulsados de todo tipo de cargos públicos y universidades.

Los estereotipos antisemitas se basan en teorías conspiranoicas. De hecho, el anticapitalismo y las teorías de conspiración están estrechamente vinculados, como muestra una encuesta que encargué a Ipsos MORI y abarcó un total de 35 países. En primer lugar, la encuesta determinó si los encuestados tenían una actitud positiva o negativa hacia el capitalismo. Después, todos los encuestados fueron presentados con dos afirmaciones características de personas que creen en teorías conspirativas. Una era la siguiente: «En realidad, los políticos no deciden nada. Son títeres controlados por poderosas fuerzas en segundo plano». Otra afirmaba esto: «Muchas cosas en política solo pueden entenderse correctamente si sabes que hay un plan más grande detrás de ellas, algo que la mayoría de las personas no saben».

Analizando la encuesta resultó evidente que los anticapitalistas más radicales están muy de acuerdo con las dos afirmaciones propias del pensamiento conspiranoico, cosa que no sucede entre las personas pro-mercado. Solo en 1 de los 35 países encuestados encontramos que los pro-capitalistas tienen más apego por las teorías de la conspiración que los anticapitalistas. Esto demuestra claramente la conexión que existe entre el anticapitalismo y el pensamiento conspiranoico. Los más ricos y los grupos de presión guían y controlan todo el mundo secretamente. Cualquiera que crea esto está a apenas un paso de comprar también las teorías conspirativas antisemitas.

Las raíces del anticapitalismo y el antisemitismo se encuentran, con frecuencia, en la envidia hacia los ricos y las personas del éxito. Históricamente, el odio hacia la comunidad judía ha tenido una variedad de fuentes, pero la más poderosa de las que hoy prevalece es el anticapitalismo, con permiso del islamismo radical. Por lo tanto, no es sorprendente que el anticapitalismo y el antisemitismo estén ganando terreno en Europa y Estados Unidos. Son hermanos gemelos.

Artículo publicado en libremercado.com

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