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Retrato de artista que fuma sentado al piano

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Por SARA VALERO ZELWER

El aniversario de Reynaldo Hahn es una oportunidad de revisitar su biografía y descubrir a un hombre al que provoca recordar. Nace en Venezuela con raíces judeoalemanas, españolas y curazoleñas. Vivió en el París de la Belle Époque como compositor, intérprete, director y crítico, conocido como uno de los últimos románticos. Tuvo una relación amorosa con Marcel Proust, que se transformaría de una amistad cercana a un vínculo familiar, hasta el fin de sus días. Fue director de la Ópera de París, recibió la Legión de Honor en Francia, país por el cual peleó en el frente en la Primera Guerra y del que tuvo que huir en la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente, contamos con las biografías de Daniel Bendahan y Mario Milanca Guzmán para conocer datos de su vida.

Desde mi recorrido artístico e investigativo, he aprendido que cuando se visita un archivo o una biografía es imposible que la propia mirada no bañe al sujeto de la investigación, inclusive para saber enfocar hacia dónde mirar; de hecho, en la creación a partir de lo biográfico, esto es absolutamente necesario para que se produzca el impacto y la belleza. Se genera entonces un retrato: cuando Armando Reverón pinta a su Juanita; allí vemos tanto o más al pintor que a la modelo. Me interesa entonces retratar cierto aspecto de la identidad de Hahn, busco entender el efecto que lo judáico —o su ausencia— puede tener en su vida.

Carlos Hahn nació en Hamburgo en 1820 en un hogar judío no ortodoxo, familia de Jacob Hahn, rabino de Altona, y llegó a Venezuela muy joven, donde gracias a sus conocimientos como comerciante y sus ideas innovadoras, se convirtió en uno de los hombres más ricos de Caracas, contando con una excelente posición social, incluso fue consejero económico del presidente Antonio Guzmán Blanco. María Helena Echenagucia nació en Curazao, de madre curazoleña y padre español. Carlos se convierte al catolicismo para casarse con Elena, con quien tuvo trece hijos, de los que sobrevivieron cinco mujeres: Elisa, Isabel, Clara, Elena y Clarita, y cinco varones: Carlos, Germán, Federico, Eduardo y, el menor de todos, Reynaldo, nacido el 9 de agosto de 1874 en la casona de Mijares, criados todos como católicos. En 1878, la familia se estableció en París, debido a la inestabilidad política y social, luego de que Guzmán Blanco se despidiera del poder, dando paso a Francisco Linares Alcántara, quien pactó con la oposición siendo entonces considerado un traidor. En esos momentos, la familia Hahn decide liquidar sus negocios, después de ser amenazados de saqueo y pillaje por ser guzmancistas.

Reynaldo creció en París y estudió música desde temprana edad. Conoce a Marcel Proust durante 1894 en la casa de Madame Lemaire y nace la honda relación que los acompañará el resto de sus vidas. Proust era un escritor desconocido, mientras que Hahn ya tenía cierta fama por sus Canciones grises. Emmanuel Berl, en el prefacio a la obra Lettres à Reynaldo Hahn, señala la similitud de sus orígenes como un factor de atracción: “Comunidad de orígenes, comunidad de gustos, de aspiraciones, todo concurría a la amistad que prontamente unió a estos dos hombres jóvenes, uno y otro artistas, mundanos y tiernamente ligados a sus respectivas familias de las cuales intentaban, a la vez, evadirse y no evadirse.” Reynaldo es hijo de padre judío y madre católica, Proust es hijo de padre católico y madre judía, los dos fueron bautizados y educados como católicos, y como hombres de su oficio y clase social, no eran practicantes y se consideraban librepensadores.

Proust y Hahn se pronunciaron a favor de Alfred Dreyfus en el caso judicial que tuvo un trasfondo de espionaje y antisemitismo que sacudió a Francia, en el que se acusó al capitán Dreyfus, de origen judío-alsaciano, de entregar información a Alemania, condenándolo sin pruebas. El caso duró desde 1894 hasta 1906, marcando un hito en la historia del antisemitismo. Justamente, uno de los corresponsables del caso fue el judío austrohúngaro Theodor Herzl, de la Nueva Prensa Libre, uno de los periodistas a los que se les permitió asistir a la ceremonia de degradación de Dreyfus. Estos sucesos marcarían el curso de la historia pues Herzl, considerado el padre del sionismo, empezaría a pensar que el pueblo judío debía crear su propio Estado.

El suceso dividió a los franceses en dos campos opuestos, los dreyfusards (partidarios de Dreyfus) y los antidreyfusards (opositores a Dreyfus). En febrero de 1898, Reynaldo Hahn se encuentra preparando su ópera L ́Ile du Rêve. Marcel Proust acudía a los ensayos para asistir a Hahn, y ambos se enfrascaban entonces en discusiones con miembros del elenco, la orquesta o la dirección de la Ópera Cómica ya que la sociedad estaba polarizada por el caso. Hahn firmó una petición a favor de Dreyfus organizada por L ́Aurore junto a muchos otros intelectuales de la época. La actitud de Reynaldo Hahn, de acuerdo con Bendahan, se debía más a su noción de justicia. Marcel Proust sentía un vínculo más cercano al judaísmo, puesto que su madre —a pesar de haberse convertido— nunca abandonó la cercanía a su religión de origen. Finalmente, Dreyfus fue declarado inocente de todos los cargos. Pareciera que estos artistas se posicionaron por su postura librepensadora más que por su cercanía al judaísmo, puesto que el dreyfusardismo se establece como una alternativa al ferviente nacionalismo de los conservadores de esa época en la que el judaísmo volvía a entenderse como una amenaza.

En 1903, Hahn trabaja en la partitura de Esther para la pieza de Jean Racine que será estrenada en 1905 y que compuso especialmente para su querida amiga Sarah Bernhardt. Bendahan cuenta que Hahn les toca al piano parte de la partitura a Proust y a su madre, quien canta parte de los coros. Esa escena es recordada por Proust “…las bellas líneas de su rostro judío se imprimían de dulzura cristiana y de coraje jansenista, desdoblándose ella misma en Esther, en esa pequeña representación en familia…”. No conocemos el motivo por el cual Reynaldo Hahn decide musicalizar esta pieza, quizás fue un pedido de la Bernhardt, también de origen judío. Esther es un personaje bíblico judío, criada por su primo Mordejai. El rey Ajashverosh decide salir a buscar a una esposa. Esther es elegida y Mordejai le aconseja que no hable de su origen religioso. Hamman, el consejero del rey, se ofende porque Mordejai no se arrodilla ante él y aconseja al rey que organice una matanza contra los judíos. Esther pide al pueblo judío que ayune para pedir un milagro y confiesa su verdadera identidad, el rey detiene la matanza y ordena cortar las orejas de Hamán. Todo esto se celebra en la festividad de Purim en la que se lee El libro de Esther y se acostumbra a disfrazarse, para que la gente no pueda distinguir entre el mal (Hamán) y el bien (Mordejai), aludiendo al juego de identidad de la heroína. Es curioso que la única pieza de origen bíblico que Hahn decide musicalizar es justamente esta, que nos habla de una matanza contra el pueblo judío y un juego de identidades veladas que ayuda a salvarlo en un tiempo tan convulso como el que vivió.

El compositor pasaba largos períodos en la casa de su hermana Isabel Clara, a quien llamaba mamita. Tanto mamita y su otra hermana, Elena, vivían en Hamburgo y estaban casadas con hombres judíos: Emil Seligman y Ferdinando Kugelman, respectivamente. Allí tenía relación con sus sobrinos, entre ellos Olga Kugelman, a quien dedicó su Marcha nupcial en 1910.

Al empezar la Segunda Guerra Mundial, Hahn se va a la Francia no ocupada. A partir de 1942, con la ocupación total, busca refugio en Mónaco, donde la familia real lo declara huésped oficial. Ese año, las autoridades alemanas en París ordenan requisar y clausurar el apartamento de Hahn, por tener un apellido judío. El Conde de Forceville lo impide, quejándose frente al coronel Von Behr, oficial de la Gestapo y luego de diversas gestiones, se levanta la orden contra la propiedad del compositor. Su sobrina Olga, hija de Isabel Clara, es deportada a los campos y asesinada por los nazis junto a su esposo e hijas. Hahn no pudo volver a su residencia en París hasta terminada la guerra. Allí estará hasta el final de su vida en 1947, año en el que muere.

Reynaldo Hahn se ve afectado en distintos sentidos por un contexto que lo señala como judío. No creo que sea un “músico judío” en el sentido estricto, como lo clasifica el Instituto Europeo de Músicos Judíos. Puedo intuir ciertas cuestiones sobre sus posturas políticas y elecciones artísticas, tomadas en un tiempo tan violento como el de los nacionalismos europeos. Veo el impacto en hechos concretos como sus vivencias durante la Segunda Guerra. La historia repetida desde el comienzo de los tiempos en las que un ser humano es azotado por su diferencia frente a un canon. En el caso de Hahn, el impacto de ese azote puede ser más o menos evidente, más o menos pesado, pero sin duda está ahí.

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