El sufrimiento, la muerte y la destrucción de seis meses de guerra en Gaza han ensanchado la brecha entre israelíes y palestinos y han hecho más lejanas que nunca las perspectivas de paz.
El agricultor israelí Yarden Zemach, de 38 años de edad, cuenta que se sentía a salvo recogiendo aguacates con compañeros palestinos el 5 de octubre.
Pero dos días después llegó el ataque sin precedents de Hamás contra el sur de Israel que desencadenó el conflicto y provocó la muerte de su hermano en el kibutz de Beeri.
Desde entonces, no ve en los gazatíes sino una amenaza.
«A lo mejor en muchos años será posible la paz. Pero no ahora», dice Zemach junto a las casas calcinadas de esta comuna agrícola a cuatro kilómetros de la Franja de Gaza, desde donde se escuchan los bombardeos israelíes contra el enclave palestino.
El sorpresivo ataque de Hamás del 7 de octubre mató a 1.170 personas en el sur de Israel, en su mayoría civiles, según un recuento de la AFP en base a datos oficiales.
La campaña de represalia israelí provocó más de 33.000 muertos en la Franja de Gaza, principalmente mujeres y niños, según el Ministerio de Salud de este territorio controlado por Hamás.
«Nuestro sufrimiento solo ha ido a más desde el 7 de octubre, después de 33.000 mártires y la destrucción y el asedio», dijo la palestina Fidaa Musabih, cuyo hogar en el norte de Gaza fue destruida por un bombardeo.
Ahora comparte una casa con 27 familiares en Rafah, en el sur de Gaza, donde vive con temor a los planes israelíes de lanzar una ofensiva a esta ciudad con 1,5 millones de personas, en su mayoría desplazadas.
«¿Cómo puedo esperar que llegue la paz? No hay nada más que perder para nosotros», dice la joven de 27 años.
«Profundo odio»
Hace años que no ha habido importantes negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.
Cualquier intento futuro se desarrollará bajo la sombra de esta sangría sin precedentes, en la que ambas partes cuestionan la humanidad del otro.
La extrema violencia del ataque del 7 de octubre ha quedado reflejada en gráficos videos y en los relatos de los supervivientes.
Además, 130 de los alrededor de 250 rehenes tomados por Hamás siguen cautivos en Gaza, de los que 34 estarían muertos, según el ejército.
En la Franja, la ofensiva israelí deja decenas de muertos cada día, ha reducido a escombros partes enteras del territorio y ha llevado a sus 2,4 millones de habitantes al borde de la hambruna, según la ONU.
Ambas partes intentan «describir todo lo que pasa de forma que el otro no pueda ser un socio», dice Khalil Shikaki, del Centro Palestino de Investigación sobre Políticas y Sondeos (PCPSR).
Israelíes y palestinos se preguntan si en el otro bando «realmente son seres humanos», dice Denis Charbit, politólogo de la Universidad Abierta de Israel. «Es una pregunta horrible de hacerse».
Aunque la guerra se libra en Gaza, en Cisjordania la violencia entre fuerzas y colonos israelíes y milicianos palestinos ha alcanzado niveles no vistos en dos décadas.
El palestino Tarek Ali, que trabaja cerca de Ramala, asegura que la tensión y la violencia, ya elevadas antes del ataque, han empeorado.
«Esto demuestra el profundo odio entre nosotros y ellos y por lo tanto elimina la posibilidad de la paz», dice este hombre de 47 años.
«Muros no suficientemente altos»
Un sondeo de principios de marzo del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv señaló que el apoyo de los israelíes a la «solución de dos Estados» caía a un mínimo «sin precedentes» del 35%.
En 2022, el porcentaje de israelíes que respaldaban la creación de un Estado palestino independiente era del 49%.
En cambio, el apoyo a esta solución entre los gazatíes subió del 35% en diciembre al 62% en marzo, según una encuesta del PCPSR.
«En la población, la opción de la paz está todavía allí, como lo estuvo en el pasado, y seguramente lo estará todavía más una vez la guerra haya pasado», dice Shikaki, el investigador del PCPSR.
La israelí Hila Fenlon, del pueblo Netiv Haasara en la frontera norte de Gaza, cree que la paz será posible algún día. Pero es una excepción en su comunidad, duramente golpeada en el ataque de octubre.
«Antes creía que la paz implicaría que estos muros tendrían que irse», dice junto a las paredes de hormigón que separan Netiv Haasara de Gaza.
«El 7 de octubre, nos demostraron que a lo mejor estos muros no son suficientemente altos», agrega.
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