Kevin Johansen se siente emocionado por volver a Venezuela después de 10 años. Espera que sus dos conciertos con el historietista Liniers en el Centro Cultural de Arte Moderno le permitan reconectar con el público del país, que le sigue tanto dentro del territorio nacional como en otros lugares, Buenos Aires entre ellos, donde vive el cantante argentino-estadounidense.
En el centro cultural de La Castellana Johansen ofrecerá un concepto que concibió hace más de 15 años en el que canta mientras Liniers, conocido por ser el creador de la serie de historietas Macanudo, dibuja en el escenario. Para el cantante, la música es invisible e intangible y los dibujos están en la retina, así que la gente se lleva una mezcla de ambas manifestaciones artísticas.
Muchos venezolanos, subrayó, le habían escrito pidiéndole que volviera a tocar en el país. Ha habido incluso momentos en los que se ha topado con venezolanos en conciertos en otras ciudades que le preguntaban cuándo regresaría. «En Buenos Aires también hay muchos venezolanos que han llegado en los últimos años. Siempre en la lista hay mucho de Venezuela, así que se nota un poquito que nos extrañan», afirmó Johansen en una conversación por Google Meet.
El concierto, como suele ser su estilo, será íntimo: él con sus guitarras, Liniers con sus dibujos que se proyectan atrás y la gente divirtiéndose con ellos.
«Algunos de los dibujos se convierten en aviones que son ofrendados al público, así que alguien puede conseguir tener un original del amigo Liniers en el transcurso del recital. Es un diálogo entre un dibujante y un músico que no es solo verbal, sino que es un diálogo artístico», explicó.
Este diálogo, continuó, termina por hacer énfasis en los oficios de ambos. En algún momento se intercambian y Liniers toca una canción mientras Johansen dibuja, una manera de demostrarse lo buenos que son en su trabajo: «Primordialmente nos divertimos con la gente, queremos emocionarlos. Queremos que se lleven algún pensamiento lindo y si puede ser y tienen ganas que bailen. Las tres patas del recital de Kevin y Liniers».
—¿Cómo cambia la experiencia musical cuando vemos los dibujos de Liniers que se crean en vivo mientras usted canta?
—Él hace algo que no se escucha y yo hago algo que no se ve. En ese complemento yo personalmente no necesito el foco puesto en mi imagen, no tengo esa necesidad. Creo realmente que la música es invisible e intangible: las canciones están en el aire y los dibujos están en la retina. La gente se lleva esa mezcla, esa riqueza. A mí, siendo parte del proyecto, eso me enriquece, ver lo que hace mientras estoy cantando. Me inspira a hacer algún tema, me inspira una idea para a futuro usarla en algún show. Siempre decimos que nunca hemos ensayado, siempre ha sido improvisado. Sobre esa improvisación hemos fijado y encontrado cosas que nos gustan.
—Eso les permite a ambos quizás cierta pureza: están creando en el propio escenario.
—Sobre todo él. Más allá de lo prefijado, creo que aporta esa sensación de frescura, de que hay algo que no está guionado. No hay un guion estricto. Más allá de que yo tenga más o menos 22 prefijados entre bises y los del setlist, siempre tengo un montón de guiones con títulos alternativos en la lista. Así que la lista a veces tiene hasta 40 temas y sé que tengo que saber reducir para que sea un show normal de una hora cuarenta o una hora cincuenta.
—El disco The Nada, del año 2000, va a cumplir 25 años. ¿Cómo mira ese período?
—La verdad es que como el principio de una carrera impensada. Hay un autor uruguayo, Fernando Cabrera, que nunca pensó en la música como una carrera sino como un destino. The Nada es como el principio de ese destino para mí. Fue un disco grabado en Nueva York con músicos de muchos lugares, con cubanos, argentinos, venezolanos, árabes, israelíes, todo el abanico del mundo que se te presenta en Nueva York. Tuve la suerte de aprender de muchos de ellos. The Nada es muy importante, por supuesto. Es el disco de un argentino en Nueva York. Tiene algo de argentinidad pero a la vez es muy cosmopolita, así que fue el puntapié de este «desgenerado».
—Hace dos años uno de sus discos de referencia, Sur o no sur, cumplió 20 años.
—Sur o no sur, el siguiente disco tras The Nada, grabado en Buenos Aires, en el sur, fue muy trascendente, un antes y después para mí. Fue un disco que hizo una huella más profunda. Yo «flasheo», como decimos nosotros, con la resonancia del disco hasta el día de hoy. Algo con lo que uno como cancionista solamente puede fantasear.
—Los artistas cada vez optan más por hacer giras para obtener ganancias en un momento en el que la música se piratea con facilidad en Internet. ¿Qué opina de los cambios que hay en la industria hoy día?
—Nada se pierde, todo se deforma. Creo que Sting decía que cuando apareció la radio las disqueras pensaron que no iban a vender más discos, y la radio sirvió en función de la industria y del movimiento de la industria. Las disqueras siempre han sido muy rápidas para repartir la torta y saber cómo se hace a pesar de los nuevos formatos. Los músicos creo que siempre hemos dependido de nosotros mismos en gran parte, y en el mejor de los casos dependemos también de un apoyo, de una ayuda para propagar la obra. También te diría que cuando vino la pandemia se hablaba de que había trabajadores esenciales. Yo dije: ¿y los músicos qué seremos? Bueno, somos presenciales. Nosotros, como los actores de teatro, necesitamos la presencialidad, necesitamos el aplauso, somos mimosos, necesitamos que nos griten cosas lindas, necesitamos ese intercambio. Hacemos esto para conectar con un público. Amo componer solo en mi cuarto o donde sea, amo grabar en un estudio también, con poca gente, vas haciendo un laboratorio del sonido de lo que quieres lograr, pero en realidad el último y más importante paso es conectar con un público. Si no tienes un público no pasa nada, ahí está el gran milagro de encontrar un público que te interprete, que te quiera, que tenga complicidad contigo, que entienda tus guiños o ideas. También está despertar al desprevenido, el que no te conoce, el que escucha otra cosa, otro tipo de música y de golpe le emociona una canción o le gusta un feat que hiciste con alguien. Diría que la presencialidad es el fin de todo este proceso, es el logro más fuerte.
—¿Cómo se ha sentido con esta gira? ¿Se mantiene ese público comprometido y ha atraído uno nuevo?
—Siento todo eso. Es más desde la percepción: uno ve mucha gente joven o gente desde la «Cumbiera intelectual», de entre 25 y 40 años, o tienes gente grande, o padres con hijos chiquitos porque Liniers hace dibujos y a los niños también les gustan sus dibujos. Nuestro público creo que realmente es «desgenerado»: le puede gustar Kevin, Karol G, Becky G, Wisin y Yandel, Jorge Drexler, Natalia Lafourcade o Aterciopelados. Uno quiere como cancionista sorprender a la señora que está barriendo la vereda, al kiosquero de la esquina, al niño que está yendo a jugar pelota o la muchacha con sus audífonos puestos. Todos los músicos queremos ser populares y hacer canciones oportunas. A veces salen canciones oportunistas, que no duran mucho, pero una canción oportuna tiene chance de ser atemporal, de perdurar en el tiempo.
—¿Hoy día tiene más peso la canción por sí sola o el álbum entero?
—Juan Campodónico, con quien hicimos el disco de versiones y reversiones, Tú ve, decía que a él le gusta pensar en un orden y que la gente escuche de pe a pa un disco. Sinceramente no escucho un disco de pe a pa. También escucho salteados los temas y me doy cuenta más o menos de qué va, de si me gusta o no, de si me vuelvo loco o no me entusiasma, eso varía mucho. Como oyente no soy tan exigente con la gente. No pretendo que a la gente le guste todo lo que hago. Al contrario, uno como cancionista piensa que es un gran logro si hay un manojo de canciones que cierta cantidad de gente recuerde en el tiempo.
—¿Mantiene contacto con artistas venezolanos? Hace años, por ejemplo, grabó con José Delgado «Coffe and Tea».
—Sí. Con José tenemos una muy buena relación y es uno de esos músicos que siempre te sorprende con algo diferente. También es un poco «desgenerado», tiene un gusto por la variedad que lo caracteriza. He escuchado obviamente a Alfredo Naranjo o C4 Trío. Ustedes tienen una riqueza que habla obviamente de su energía geográfica, porque tienen mar, tienen montaña, tienen selva. Tienen un montón de variedades geográficas que se traducen en su comida o su música, así que siempre estoy aprendiendo y aprehendiendo. Todavía no me atrevo a hacer un joropo porque hay que saber un montón.
—Suele responder desgenerado cuando le preguntan por su estilo musical. ¿Cómo crea sus canciones Kevin Johansen? ¿Hay espontaneidad o rigurosidad en el proceso?
—Es muy espontáneo y muy de divertirme encontrando una idea. Siempre intento una línea melódica que me guste o algo rítmico que me atrape y que salga rápidamente lo que quiero decir. Líricamente la letra tiene que ir de la mano con la música, con el sentimiento musical. A veces se logra, a veces no. En la letra, también congeniar sonoridad con sentido. A veces se logra y a veces no. Uno tiene la sonoridad musical de la palabra pero no dice del todo lo que uno quiere o al revés: tiene un sentido maravilloso pero no suena musical. Es una eterna búsqueda. Una canción puede ser simple como los tres minutos que dura o complicada como la ciencia nuclear y te tardas 30 años en terminarla.
—¿Proyectos de discos cercanos que pueda comentar?
—Hace poco estoy con eso en la cabeza y con Liniers haciendo muchos shows por diferentes lados de Latinoamérica y Europa. A lo mejor en mayo, en Buenos Aires, nos presentamos. También tenemos la excusa de los aniversarios de discos con los The Nada, mi banda histórica, así que estamos también proyectando un disco seguramente de reversiones de clásicos como «Guacamole», «Cumbiera intelectual» y temas nuevos pero bien cañeros, un disco bien festivo.
—Las noticias que vienen de Argentina últimamente muestran una situación tensa. ¿Cómo lo percibe desde allá?
—La verdad es que no entiendo mucho. Puedo opinar como cualquier hijo del vecino y estar de acuerdo o no con ciertas cosas, pero no es tan trascendente. No me interesa despertar ningún tipo de polémica en cosas que no me atañen. Por supuesto que todos somos animales políticos, como decía Sócrates, y puedo decir que no me gusta Trump. Obviamente no me gusta que Milei abrace a Trump. Pero bueno, espero que piense en su país y que piense en lo mejor para su país. Ojalá que tenga cosas para darle al país. Siempre digo que a nuestros países se les ha dado para que tengan y no hay con qué darles. Países muy ricos, tenemos que agradecer, ojalá que lleguen a buen puerto nuestros benditos países latinoamericanos.
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