Los rusos nunca se fueron de Cuba. Pese al cierre de la base de espionaje de Lourdes, en las afueras de La Habana, en 2001, para ahorrar doscientos millones de dólares anuales a las arcas del Estado y la retirada de alrededor de 3.000 efectivos, personal civil y militar del Kremlin siguió apoyando al régimen.
A partir de 2014 se reactivan los viajes de altos representantes de Moscú a la isla, empezando por el propio Putin, que es el primero en llegar con un suculento regalo debajo del brazo: la condonación del 90% de los 35.000 millones de dólares que debía Cuba a Rusia.
A mediados del pasado año el Kremlin intensifica el envío de personal militar, tanto en número como en importancia y rango de los oficiales que son destinados a La Habana.
El objetivo es doble: controlar los servicios de espionaje y represión cubanos para sostener el régimen comunista ante los graves altercados que no han dejado de producirse en la isla desde el verano del año 2021; y espiar a Estados Unidos desde la reabierta base de Lourdes, aunque esta vez con menos personal, pero con medios más modernos y sofisticados.
Los responsables de este despliegue son el general Andrei Guschchin, coordinador y responsable de estas actividades en Cuba, y sobre todo el general mayor Piotr Kulikov, agregado de Defensa de la Embajada rusa en La Habana, el hombre fuerte sobre el terreno, el que se encarga de que ningún cabo quede suelto.
En Cuba hay en la actualidad alrededor de 4.000 civiles y militares rusos, muchos de ellos agentes del GRU, el servicio de Inteligencia militar ruso, licenciados y técnicos en Informática, licenciados en Matemáticas, especialistas en misiles y también personal civil.
«No se les ve mucho por las calles, no llevan uniforme, hacen una vida muy familiar y salen poco de sus casas, tienen sus propias escuelas, su catedral ortodoxa, y muchos residen en urbanizaciones y barrios que son conocidos como las casas de los rusos o los barrios de los rusos», explican a este medio fuentes cubanas.
El control de internet y de las calles
Las graves protestas que tuvieron lugar en Santiago de Cuba el pasado domingo 17 de marzo, que se extendieron a otras importantes ciudades como Bayamo o Camagüey, son una muestra patente del malestar entre la población cubana, de la inestabilidad política y de la zozobra y parálisis que vive el régimen.
«La participación de los rusos fue clave para controlar internet e impedir la movilización de la población a través de las redes sociales», subrayan fuentes cubanas próximas al régimen.
Unas protestas que demuestran también que lo ocurrido en Cuba el 11 de julio de 2021 no se ha borrado de la memoria del pueblo cubano ni tampoco de sus dirigentes. Aunque los medios internacionales solo se hacen eco de ello de vez en cuando, como el pasado 17 de marzo, «la situación en Cuba sigue siendo muy peligrosa, explosiva», explican estas mismas fuentes.
Poco después del 11 de julio del año 2021 llegó a Cuba el general Andrei Gushchin (Vyborg, 1966), graduado por la Escuela Superior del Comando de Armas Combinadas, infante de Marina en la Flota del Mar del Norte, comandante durante la guerra de Chechenia de 1995 y responsable de los marines rusos en Siria, aunque lo hizo con un cargo indeterminado.
Fuentes consultadas por este medio en Cuba aseguran que está al frente de un grupo especializado de militares y es el coordinador de las actividades de espionaje y represión de los especialistas rusos en Cuba.
Gushchin fue condecorado con la medalla de héroe de la Federación Rusa y con la medalla otorgada por «El Agradecido Pueblo Afgano a los Combatientes Internacionales».
Este alto oficial ruso, que fue jefe de Estado Mayor de un regimiento de Infantería de Marina en la Flota del Pacífico y luego del Báltico, recibió la medalla Gloria de Osetia el pasado 7 de noviembre en el Cementerio de los Internacionalistas Soviéticos situado en las afueras de La Habana (en la imagen).
En acción sobre el terreno
Pero el militar ruso que está en el día a día de las actividades de espionaje y control de la información que fluye por la red en Cuba, el responsable de que el régimen comunista tenga la situación bajo control, es el general mayor Piotr Kulikov, oficialmente agregado militar de la Embajada de Rusia en La Habana.
Kulikov fue jefe del Departamento de Gestión de la Academia Militar de las Fuerzas Armadas rusas (en la imagen en una de sus pocas apariciones públicas) y es «un especialista en la represión de masas», explican fuentes cubanas consultadas por este medio.
Habla perfectamente inglés y español, además del ruso, y estuvo destinado en la Embajada de México antes de llegar a Cuba. Precisamente, esta legación diplomática es uno de los centros neurálgicos de las actividades encubiertas rusas en el hemisferio occidental.
Kulikov tiene dos colaboradores muy cercanos en sus actividades de espionaje en Cuba. Uno de ellos es Maxim Deltsov, un hombre formado militarmente en la base de submarinos de Murmansk, y Vitali Prokhorov, piloto militar, quien ya fue identificado por el medio The Insider como una de las personas encargadas también de formar ideológicamente a los alumnos de la escuela rusa de Cuba (hijos de diplomáticos, oficiales del Ejército y espías) y ofrecerles, por ejemplo, su particular versión de la guerra de Ucrania.
Mientras tanto, en Cuba, siguen los focos aislados de protestas y tensión en muchas poblaciones, sobre todo del oriente del país, sin que se sepa de ello no ya en el extranjero sino ni siquiera en la propia Habana.
Este pasado fin de semana, además, las fuertes lluvias sembraron el caos en el país y causaron importantes destrozos y derrumbes en la Habana Vieja. Aun así, el régimen, incapaz de resolver ninguno de los problemas diarios que afrontan los cubanos, sigue controlando la situación gracias a la ayuda de los rusos. Al menos de momento.
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