Con el d.C. a la fecha, el cristianismo conmemora «la pasión de Cristo, es decir, de la entrada a Jerusalén, la Última Cena, el Viacrucis, la Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret», lo que ha sido imparable desde entonces, a pesar de todo tipo de guerras, incluyendo las cristianas y las dos mundiales, por lo que no resulta nada extraño pensar que esta de 2024 genere en apocalíptica si nos ceñimos a su más antigua definición…»lo inteligible» revelado al profeta Juan, adjetivo comprensible sólo por el conocimiento de sus libros, atractivos, sugerentes, espeluznantes, interpretados por las ciencias y los géneros literarios. ¿Acaso, La Divina Comedia de Dante no es una apocalíptica enseñanza infernal al morir? ¿Y qué más apocalíptico puede ser la revelación de Juan…»En aquellos días buscarán los hombres la muerte, pero no la hallarán; y desearán morir, pero la muerte huirá de ellos» (9.6), sumado aquello al no menos apocalíptico autócrata ruso Vladimir Putin, advirtiendo el desencadenamiento de una guerra nuclear. Y es que los nubarrones, precisamente en tierras del Medio Oriente, parecen dejar oír las «Trompetas de Jericó» en la mismísima Palestina, anunciando por siete ángeles el fin de la historia. Apocalípticas fueron las dos guerras mundiales y la bomba sobre Hiroshima en el siglo XX fue el estreno de lo que puede verse en el XXI…
¿Acaso no fue apocalíptico el terremoto que azotó a Venezuela en 1812 con miles de muertos y heridos? y la inaceptable interpretación de curas realistas, que desde sus púlpitos destruidos vociferaban que se trató de un castigo de Dios, por el grito de Independencia aquel Jueves Santo de 1810, cobrando otro Jueves Santo de 1812? …»Un Jueves Santo lo hicieron y un Jueves Santo lo pagaron» fue el tuit del momento. Por cierto, y con motivo del centenario del traslado de los restos del Libertador, el 17 de diciembre de 1942, el entonces obispo de Barquisimeto, Enrique María Dubuc, en brillante discurso en la iglesia San Francisco de Caracas sostendría que «no fue blasfemia» la expresión de Bolívar…»Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca».
Esta Semana Santa venezolana muestra signos de incertidumbre apocalíptica. Es la acumulación de conflictos explosivos que no requieren trompetas para sus consecuencias internas y «geopolíticas», todo girando en una lucha de poder, aferrado a antivalores en el marco de la tesis nazista del «enemigo» desarrollada por el jurista Carl Schmitt, en mala copia al «miedo» humano de Hobbes y la «Lista Tascón» que llegó para quedarse…»No aparecer inscrito en el PSUV equivaldría a ser un leproso» y el Estado de Derecho es interpretado para el mantenimiento del régimen militar-civil, en su desarrollo encuadran en una típica concepción apocalíptica, con solo sembrar miedo, apareciendo entonces sellos apocalípticos.
El éxodo de ayer es la migración de hoy y la debacle de la otrora tradicional unidad familiar, por encima de todo unitaria, con su divisa «pobres pero honrados», se la tragaron las fronteras y qué casualidad, hace unos años, el filósofo Edgar Morín predijo que «marchamos hacia el abismo», citado por el también filósofo Rigoberto Lanz, quien agregó: «Que cada quien saque sus conclusiones. Nadie espere mensajes reconfortantes ni optimismos a la ligera. Los problemas que la humanidad, las tragedias de la civilización en bancarrota, los entuertos del ‘hombre unidimensional’ que ya Marcuse había radiografiado magistralmente, son puestos a esta hora en perspectiva de catástrofe»… El Nacional, 14.02.08, «A tres manos») y así llegamos «Hasta el final,» apocalíptica frase, «indefinible» cuya estrategia incorpora la inscripción de una candidatura presidencial «exprés» que ha dejado precisamente en exprés a muchos más, la serpentina de inscritos para la elección, donde no sufragarían ni sus más allegados, lo que resulta una burla al electorado harto de la politiquería amamantada por el presupuestivero nacional y, a su vez, alimentando la incertidumbre inédita del Apocalipsis venezolano de estos 24 años del siglo XXI, propio de una élite política-militar y han comenzado a sonar las trompetas…¡Que Dios nos agarre confesados!
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