El voto castigo se ha convertido en un mecanismo de sanción política en las sociedades modernas. Si bien el voto debería permitir elegir a quienes estén en mejores condiciones de conducir una sociedad determinada, no siempre los ciudadanos votan por los que están mejor equipados moral, política y académicamente. Hay circunstancias en las que los electores se dejan seducir por el carisma, las consignas simples y terminan entregando el poder a personajes populistas para luego producir frustración y desesperanza. Al poco tiempo se abre la oportunidad para salir de esos populistas o depredadores que han afectado la vida de los pueblos. Hay situaciones en las que la naturaleza de los regímenes políticos no permiten una elección competitiva y normal y la sociedad busca un camino para expresarse.
En estos días, en Venezuela, hay un inmenso anhelo de cambio y un imparable deseo de castigar con el voto a la camarilla más depredadora de este siglo en nuestra América Latina. Esa voluntad de cambio, esa esperanza de recuperar el buen país que fuimos, le ha sido confiada a una dama luchadora, inteligente y educada. María Corina Machado es la depositaria de la confianza ciudadana para liderar el proceso que permita castigar a la cúpula gobernante, expulsándola con los votos del poder e iniciar la reconstrucción de nuestra sociedad.
No hay duda de que la prioridad en el sentimiento de la nación es el cambio. Es castigar a quienes han hecho tanto daño. A quienes fracturaron la familia y arruinaron nuestra economía, aplicando el más descomunal saqueo de nuestras fianzas públicas y de sus riquezas naturales, a lo largo de nuestra historia. Hay un dolor en el alma nacional. La violencia y el odio establecido desde las alturas del poder, la humillación a miles de ciudadanos, la concupiscencia obscena del poder, la intolerancia con la disidencia ha llenado los cementerios de jóvenes y los calabozos de presos políticos. Ese daño en el alma colectiva es muy profundo. Quienes lo han generado deben salir de los espacios del poder. Deberá hacerse justicia y resarcirse, en la medida de las circunstancias, a las miles de víctimas que el proceso autoritario ha dejado. Pero fundamentalmente hay que restablecer la convivencia civilizada, el imperio de la ley justa y democrática, el espíritu de nación solidaria que trabajará para recuperar la calidad de vida perdida.
No hay duda, en este momento, de que lo primero que debemos impulsar, en la ciudadanía, es el deber de votar, de acudir a las urnas electorales para ejecutar el voto castigo a Nicolás Maduro y su entorno. Ya no guardan ni las formas, ni mucho menos esconden sus pretensiones y comportamientos. Andan cerrando todas las puertas para forzarnos al retiro del proceso electoral. Confiscan partidos, eliminan tarjetas para postular, no controladas desde Miraflores, nos inhabilitan en el sistema y registro del CNE sin sentencias penales y sin decisiones administrativas. Yo que ya no soy candidato, porque participé y acepté el resultado de las primarias del 22 de octubre de 2023, recibo esa categoría de “inhabilitado” sin base, ni fundamento alguno. Los jóvenes son sometidos a largas colas para inscribirse en el REP, crece la persecución judicial, policial y violenta contra los comandos de campaña de la oposición. A pesar de toda esa embestida arbitraria nos mantenemos serenos y firmes en la ruta electoral y pacífica. No vamos a tener una elección libre y competitiva, los ciudadanos no podrán elegir la opción de su preferencia, pero trabajaremos para encauzar esa determinación de cambio por la rendija que dejen abierta. María Corina va a canalizar adecuadamente esa voluntad y hará posible ese anhelo de la nación. Vivimos días intensos donde no podemos perder la serenidad y la firmeza. Estemos listos para ejecutar el voto castigo.
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