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El frío círculo

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Estrenada en 1998, Los amantes del Círculo Polar es una sensible y tórrida expresión pasional

En la vida, cada acontecimiento que sucede no tiene en su esencia una causa especifica que los origine, pero, sin embargo todo hecho forma parte de un enraizado universo que es regido por fuerzas superiores que se ponen de manifiesto cuando se actúa desde la consciencia de que se es parte activa en la cosmogonía que rige al hombre. La existencia es la elaborada ordenación de los estímulos recibidos e interpretados entre las innumerables coincidencias, elementos que expresan una dimensión que escapa de los sentidos. Cada estímulo es una señal en el laborioso imaginario de los sentimientos. El lenguaje simbólico es un poderoso llamado desde el interior y fija la senda por la que se discurre en busca de la trascendencia.

De la mano del director español Julio Medem,  aparece en cartelera en 1998 Los amantes del Círculo Polar, película que narra la historia de Ana y Otto,  destinados a encontrarse a lo largo de sus vidas. La narración no lineal conduce y aproxima a la infancia, adolescencia y adultez de ambos personajes.  Ella es una indescifrable joven que se abre a la pasión, él  un empedernido romántico soñador. Medem concibió una obra evocativa gracias al  derroche estético que estremece desde lo visual y nos sumerge en un universo idílico casi fantástico, mostrando la complejidad de las relaciones y el poder del amor a través del tiempo.

En los ensayos los actores que interpretaban al mismo personaje en sus diferentes edades intercambiaron sus papeles para conocer mejor a Ana y a Otto

Con eficacia, el realizador alterna los puntos de vista de Otto y Ana y muestra que, al igual que sus nombres palíndromos, la lectura de estos seres comienza o termina según la intención de un ente superior, la muerte y las fuerzas de naturaleza que escriben planes que son ajenos a la voluntad de los mortales. Estos personajes consiguen existir al borde de la vida, un umbral en que se exigen a sí mismos una secreta y desenfrenada entrega.

Esta película nos presenta unos personajes profundos, enraizados en el deseo y en la convicción de la existencia de una conexión que los vincula a lo largo del tiempo. Seres complejos y cuya motivación se sustenta en el equilibro que genera la unión entre ellos. Ana se nos muestra como un alma en tránsito  impulsada a perseguir la carencia que la agobia. La muerte de su padre la marca y construye un mapa emocional signado por a ausencia y el dolor. En ella existe un magnetismo que nace de una cautivadora vulnerabilidad. Persigue con ansias la verdadera adoración que, una vez reconocida  en su conexión con Otto, la mueve a transgredir sus miedos, retándola a descubrir en él sus propios sentimientos. Otto ve en Ana su proyección, el rumbo claro de su destino, ella es en sí misma su camino, reconocida desde la infancia. Ana representa la fuerza vital, enmarcada en la persecución de sus deseos y una desbordante pero tierna pasión. Juntos peregrinan por la accidentada y mística topografía de sus afectos, las coincidencias los desplazan en una constante circunvalación por el querer desenfrenado y transgresor. Anna y Otto, se encuentran, se pierden y buscan con desenfado romper las barreras, son el acero y la herida en el tórrido ritual del más sublime amor: aquel que une al hombre y a la mujer.

Najwa Nimri y Fele Marínez son los actores que dan vida a Ana y Otto como adultos

En la punzante filmografía de Medem aparecen como hitos los símbolos que dan un acento existencial a sus propuestas. En este film se pone de manifiesto el carácter onírico de su visión como creador. El círculo polar ártico sintetiza la trashumancia de los amantes, un perenne deambular en un redondel en el que confluyen, se acercan y se alejan. La geografía ártica y el paisaje simbolizan el empecinado anhelo por comprender el significado de sus vidas, así como la estrella que los une. Otra marca que enfatiza la narración interna es la constante presencia de los aviones: el vuelo sereno de los aeroplanos de papel – con un romántico y nunca revelado mensaje — que Otto arrojaba desde una ventana y al atravesar un aro de hierro iban a parar a las manos de Ana.  Las solitarias travesías de Otto pilotando una aeronave de encomiendas, mientras ella desde un lago miraba ese avión surcando el firmamento, sin  saber que el uno pensaba en el otro, desconociendo el paradero de ambos. El fino trazo de esos vuelos sugiere la fragilidad del tiempo y la efímera belleza de sus encuentros.

Najwa Nimri y Fele Martínez ofrecen logradas actuaciones, la construcción de los sólidos personajes es alcanzada con evidentes matices hasta exponer con solvencia la intensidad y las dificultades que afrontan los protagonistas.  Nimri  crea una Ana llena de atrevimiento y frescura sin ocultar la fragilidad y el desconcierto en la búsqueda de su lugar en la historia. La enigmática forma de sus gestos y su melancólica belleza dan a Ana, una dimensión en la que la angelical ternura y el ardoroso deseo giran y sorprenden.  Otto es esculpido desde las entrañas de la rabia, la ilusión, el romanticismo, la complicidad, la valentía y  el conflicto. Martínez regala una impecable interpretación en la que abunda la faceta reflexiva y honesta, el actor no oculta la cruenta batalla interna que consume al joven que, ante un amor prohibido, se siente atormentado y, lleno de remordimiento, se culpa por las consecuencias que ese frenesí traerá para los demás.

El simbolismo está presente a lo largo de la película, el destino escrito se les revela como coordenadas escritas por una voluntad superior

Destacan, además, las notables actuaciones del resto del elenco: Nancho Novo, Maru Valdivielso, Peru Medem, Sara Valiente, Víctor Hugo Oliveira, Kristel Díaz, Pep Munné, Jaroslaw Bielski, Joost Siedhoff, Beate Jensen, Petri Heino y Outi Alanen.

En Los amantes del Círculo Polar, Gonzalo F. Berridi, director de fotografía, vierte sobre la pantalla una imagen sugestiva, pura y por instantes extensamente triste. La paleta fría del universo externo refleja el exultante interior de los personajes. Entre más fría es la estampa, más el ardor consume el alma de Otto y Ana, generando una idílica y surrealista sensación. Por medio de efectivos encuadres y finas composiciones, el espejismo de lo irreal cobra sentido ante la retina del espectador. Iván Aledo, a cargo del montaje,  ganó el premio Goya por un trabajo en el que los planos son ensamblados con una cadencia rítmica que permite el acertado desenvolvimiento de la narración no lineal, llena de inesperadas transiciones, y que fortalece el fondo argumental.

 

El prestigioso Alberto Iglesias crea con sus composiciones una sutil pero incesante sensación en el espectador, que envuelto entre las capas de la sonoridad y la fina riqueza de la banda sonora, sublima a su cénit la emoción de amantes. El volumen sensorial climatiza las escenas, dotándolas de una grandeza que subyuga y atrapa. Por su labor en esta cinta también fue merecedor del premio Goya.

La hermosa imagen de Otto captado en el sereno círculo de los ojos de Ana

La belleza de esta película quedó plasmada en cada fotograma, secuencias hermosamente creadas que  transportan el espíritu de los incólumes amantes que en el silencio de lo oculto trazan con delgadas luces el sendero que les guía a sus respectivos destinos. La dimensión transgresora de los jóvenes se refleja en el estremecedor plano final, en el que la imagen de Otto queda poéticamente impresa en el sereno círculo de los ojos de Ana, fijando así para siempre el rumbo de su amor.

Con Los amantes del Círculo Polar, el director vasco explora en esta película temática que intriga a la humanidad: ¿tenemos un destino? ¿La casualidad es un azaroso capricho del espacio y el tiempo? Julio Medem hace que el público deambule entre la pragmática certeza que lo niega y la ancestral creencia de que todo está  escrito y que irrefutablemente estamos en el recorrido de esa sentencia. Por momentos, en este filme, la razón parece soterrada ante los designios cósmicos que han trazado una ruta, lo que se evidencia en la trama. En la vida de Ana y Otto, ellos solo se reconocen como el camino vital del otro, cómplices en una incesante expedición por una pasión que no caduca. El círculo polar es el emblema de un sino circular: el principio y el final se enlazan en los giros de un amor de inextinguible errancia.

@EduardoViloria

 

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