Con una oferta variada de alimentos frescos y de colores vibrantes, la dieta mediterránea -caracterizada por el consumo de frutas, verduras, pescados, mariscos, cereales y legumbres, aliñados con abundante aceite de oliva- se ha impuesto desde hace años como uno de los patrones alimentarios más saludables.
Esta dieta ha sido asociada con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular así como de otras enfermedades (incluido el cáncer), con una mejora en la calidad del sueño y una mejor salud intestinal.
Sin embargo, otra dieta regional ha estado recientemente dando que hablar desde la publicación de un estudio que destaca que quienes se adhieren a ella tienen un riesgo menor de sufrir enfermedades crónicas.
Es la llamada dieta atlántica, cuyos orígenes se remontan a los pueblos celtas que habitaban el arco atlántico europeo (e incluía a Irlanda, Escocia, Gales del Sur, Inglaterra, la isla de Man y la región francesa de Bretaña) y actualmente se conserva en Galicia y el norte de Portugal.
De acuerdo al estudio publicado en JAMA Network, la revista de la Asociación Médica Estadounidense, la dieta atlántica reduce el riesgo de síndrome metabólico.
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Esto es la combinación de presión arterial alta, niveles altos de grasa en sangre, obesidad y niveles altos de azúcar en sangre, que puede provocar enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y diabetes tipo 2.
“Este es un hallazgo muy importante porque el síndrome metabólico, hoy en día, afecta prácticamente al 25% de la población adulta”, le dice a BBC Mundo María del Mar Calvo Malvar, especialista en Análisis Clínicos en el Hospital Universitario de Santiago de Compostela, España, y coordinadora del Grupo Clínico del Estudio GALIAT (Galicia Dieta Atlántica), y coautora del análisis publicado en JAMA.
El estudio –un análisis secundario de un ensayo clínico aleatorio- incluyó a más de 500 participantes.
Pero ¿en qué consiste exactamente este patrón alimentario y en qué se diferencia de la dieta mediterránea?
Alimentos frescos y locales
“Como la mayoría de las dietas tradicionales, esta dieta se caracteriza por presentar un elevado consumo de alimentos frescos de temporada de origen local, alimentos de kilómetro cero”, señala Calvo Malvar.
“Esto incluye un elevado consumo de frutas y de verduras, de legumbres, de papas, de cereales, especialmente cereales integrales, preferiblemente en forma de pan, de frutos secos, especialmente de castañas, de pescados, de mariscos y de lácteos”, continúa.
“El consumo de carne es moderado y muchas veces formando parte de platos que incluyen distintos tipos de carnes y de verduras, como también es moderado el consumo de huevos”.
La principal fuente de grasa vegetal es el aceite de oliva, tanto para la cocción como para el aliño.
No solo qué se cóme sino cómo se prepara
La dieta no solo hace énfasis en los alimentos que se ponen en la mesa, sino en la forma como se preparan.
Se utilizan técnicas culinarias muy sencillas, con un mínimo de preparación, como hervir los alimentos, cocinarlos al vapor o en forma de guiso, para mantener tanto su apariencia como su sabor.
Se evitan las frituras.
Tampoco se emplean salsas ni nada que enmascare el sabor propio de los ingredientes.
Es decir: de la huerta casi directamente a la mesa.
Aunque Calvo Malvar asegura que la dieta es asequible, esto no siempre es así fuera de la región: en algunos países los mariscos y el pescado suelen tener un costo elevado.
Mediterránea vs atlántica
¿Pero qué tan diferente es realmente esta propuesta en comparación con la dieta mediterránea?
En opinión de Dariush Mozaffarian, director del Instituto de Alimentos y Medicina de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, la dieta atlántica es «esencialmente una dieta mediterránea».
“El nombre dieta atlántica es más una competencia culinaria por una rivalidad regional, por la cocina, que una diferencia real importante en la dieta”, le dice a BBC Mundo.
“La mayor diferencia es que el principal alimento básico es papa en lugar de pasta, pero ambas tienen almidón”, dice.
“Más alla de eso, las dietas son muy smilares en que contienen frutas, vegetales, frutos secos, pescado… Creo que es, escencialmente, otra versión de una dieta saludable, cuyos principios son casi idénticos a los de la dieta mediterránea”.
Calvo Malvar, no obstante, insiste en que se trata de un patrón alimentario diferente.
«La gastronomía atlántica utiliza mucho más las verduras del género brassica, como los grelos o el repollo, que tienen unas propiedades nutricionales muy buenas y se ha demostrado su papel en la prevención de diferentes enfermedades”, apunta.
“Además, el consumo de pescados y de mariscos es muy superior al de cualquier otro patrón alimentario de nuestro entorno, incluida la dieta mediterránea. Lo mismo ocurre con los lácteos, en forma de leche y queso.
“Y, por último se prioriza el vino (en cantidades moderadas) frente a la cerveza”, dice Calvo Malvar.
Distinciones y sutilezas a un lado, lo que ésta y muchas otras investigaciones dejan en claro es que consumir regularmente frutas, vegetales, granos enteros, frutos secos, legumbres, pescados, huevos y grasas saludables nos provee de una amplia gama de vitaminas, minerales, fibras y antioxidantes esenciales para mantenernos saludables.
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