Estimada doctora:
Hace algunos meses, le envié un mensaje privado con una de las personas de su confianza, con el cual me reuní a pedido de un querido embajador. Espero le haya llegado. Usted fue siempre una defensora de mi medio 6to Poder y ese medio fue su casa, le dimos espacio cuando todo el mundo se lo negó.
Quería decirle algunas cosas a días de la inscripción de candidatos.
Usted, al igual que yo, ha sido inhabilitada en una etapa prominente de su carrera. Yo lo fui cuando lideraba la propia encuesta del gobierno a la Alcaldía de Caracas. Usted cuando, después de años de trabajo, tenía una opción clara para ganar la elección.
El gobierno de Maduro no echará para atrás con su inhabilitación. Como no lo hizo con la mía en su momento, a pesar de los esfuerzos entonces del doctor Gerardo Blyde, de Tomás Guanipa y del propio expresidente Zapatero, por el que, aun cuando estamos en las antípodas ideológicas, siento un afecto devenido de su mediación para que yo saliera de la cárcel en 2017.
Quiero reiterarle nuevamente mi acompañamiento. Sé que es injusto y difícil aceptar toda esta situación, pero hay dos reflexiones que hay que hacer. La primera es que, nosotros vivimos una situación difícil y compleja de la cual no vamos a salir solo con una elección. Vamos a salir con un pacto político. Sí, con aquellos que nos persiguieron, encarcelaron y hasta mataron.
Esta es la historia. Y de ella nadie escapará. Sus lecciones son duras.
Hace poco suscribí un acuerdo, en la Asamblea Nacional. Le confieso que el momento más confuso para mí fue cuando estuve a escasos metros del señor vicepresidente del PSUV. Para mí aquella imagen fue un poco fuerte, porque al final del día he estado preso, expropiado, por el poder que representa el PSUV.
Pero ese día me sentí orgulloso de firmar ahí, con Fedecámaras, universidades, un acuerdo que quizás no nos iba a llevar a tener un nuevo presidente distinto al socialismo que ha destruido Venezuela en el corto plazo -quién sabe, en Venezuela las cucarachas vuelan- pero puede sentar las bases de una transición de convivencia en el futuro, un pacto político como el de España liderado por Adolfo Suárez.
Porque una transición no solo es que unos se van y otros quedan. Una transición también es convivencia para que lo nuevo pueda llegar.
No son momentos de prepotencia. Se lo dice alguien que a lo largo de su vida ha sido bastante prepotente, un mal del cual los años me han ido curando, aunque como es normal de vez en cuando tosa con flema de esa vieja enfermedad.
Hay quienes creen, por estar demasiado metidos dentro de su misma cosmovisión, o por soñar con soluciones mágicas e inmediatas, que ser tolerantes es ser débiles. Se confunden por completo. Para ser tolerantes y para hacer imperar la tolerancia se requiere mucha más firmeza que para ser prepotentes.
Porque, en primer lugar, se necesita firmeza consigo mismo para no caer en la tentación de abusar del propio poder.
Mire, es hora de reconocer que nos hemos equivocado, y que en vez de buscar la medida excepcional y extrema de volarnos la Constitución y sacar al chavismo, era mejor convencer a la población sin abandonar el voto, que lo hicimos, aceptar la negociación con nuestros adversarios y garantizar el reemplazo pacífico de los gobernantes.
Pero también se requiere mucha firmeza para impedir, de una vez por todas, que vuelvan a triunfar los profetas de la prepotencia y de la violencia. Usted sabe hoy, como lo sé yo, que en los próximos días habrá varios candidatos, incluso el que usted decida para sustituirla, y no pasa nada. Esa es la democracia. No es un partido único. Un candidato único. La gente decidirá.
Estas no son elecciones perfectas, pero podemos convertirlas en una oportunidad para remar a la transición, que repito jamás significará el aplastamiento de quienes gobiernan.
Yo espero que usted pueda triunfar en tener algún tipo de representante en esta contienda.
Yo no la acompaño en su método, pero la respeto. Ya usted sabe que ideológicamente pensamos igual sobre las bondades del capitalismo libre y la economía social de libre mercado.
Pero para el camino que nos propondremos recorrer, ahí tenemos una diferencia profunda: la de la justicia. Yo pienso que debe haber mucho perdón, algunos lo llaman impunidad. Quizás sea el término correcto. No lo discuto.
Yo no quiero una cárcel para Diosdado Cabello ni muerte para Maduro. Yo prefiero con ese esfuerzo construir escuelas en Catia y hospitales en todos los barrios.
Es innecesario reiterar la gravedad de la situación actual del país, la peor de toda su historia. Pero sí es un deber de todos entender que hay quienes sufren más que otros. Nuestro punto de partida, que sabemos compartido por la inmensa mayoría de los venezolanos, apela a un formidable esfuerzo de solidaridad y fraternidad con los que están más desamparados, con los que más necesitan, entre todos los que necesitan: los pobres.
Que Dios la ilumine en estas horas, para su futuro personal y político. Le deseo siempre paz y bien.
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