Imposible pensar que esta interrogante se la hubiese planteado el hombre primitivo, a quien solo le inquietaba su propia sobrevivencia. Estaba absorto en las inmediatas penurias que le acechaban y sin tiempo para ocuparse en cosas que le eran tan ajenas a su angustioso momento.
La inquietud conceptual sobre el Estado como institución surgió mucho más tarde, cuando el hombre ya civilizado sintió la necesidad de organizarse, de crear instituciones y establecer normas que regularan la vida en la sociedad en que vivía, o sea, disciplinar el comportamiento de los seres humanos. Fue ello lo que dio origen y motivó la creación del Estado como organización social y política regida por el Derecho.
De distintas maneras se ha definido esta institución: como el cuerpo político de la nación, con la que frecuentemente se le confunde, siendo él la personificación de ella. También, muy acertadamente, como la mejor organización social creada por el hombre.
Al rememorar a Platón recordaremos que este filósofo en su diálogo La República o el Estado, imbuido por el profundo sentimiento de justicia que tanto le inquietaba, acuñó allí el estudio de esta virtud. Lo hizo con el deliberado propósito de evidenciar la gran necesidad, tanto para el Estado como para los ciudadanos, de ajustar rigurosamente sus actuaciones, sus comportamientos en general, al imperio de la justicia. La consideraba como el medio más eficaz para procurar el bien y, con ello, alcanzar un buen orden en las sociedades.
De manera que la creación del Estado fue la adecuada respuesta dada a la urgente necesidad de establecer sana convivencia humana, mediante normas jurídicas que disciplinaran la relación de las personas dentro del territorio nacional. Como esto no podía improvisarse ni hacerse a la ligera, era necesario entonces, para hacer bien las cosas, llegar a acuerdos conducentes al establecimiento de un pacto político-social. Ese sagrado pacto en Venezuela es la Constitución Nacional, que es el código fundacional y fundamental del Estado. En ella y en otras leyes se consagran los derechos, los deberes y las atribuciones de los venezolanos. Siendo, pues, la suprema ley de la República, debería ser acatada estrictamente por los actuales gobernantes, con lo cual darían una pedagógica lección de civismo.
Se preguntará el lector, ¿y qué es el gobierno? La respuesta la daremos en el futuro. Por ahora, estableciendo un parangón, podemos afirmar que es como la junta administradora del edificio.
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