“Amar es nunca tener que decir lo siento”… En la constante construcción del amor, la humanidad ha asimilado distintas comprensiones de lo que se entiende por amor. Desde los tiempos prehistóricos hasta el presente, hombres y mujeres han configurado las formas del amor y las relaciones. De acuerdo al filósofo existencialista francés Jean-Paul Sartre, el amor no está sustentado en la posesión sino en la plena libertad, pero esa libertad debe ser ejercida desde la transparencia. Según este pensador, nuestra vida consciente depende de nuestros cuerpos y su expresión se manifiesta es por medio de la sexualidad, pero esta no es solo el resultado de una condición biológica sino de un complejo proceso de elecciones dentro de una estructura que encierra las convenciones sociales de cómo se interpreta lo sexual. El amor es intentar retener la voluntad del ser adorado y transformarlo en un objeto irresistible y hasta mágico.
En 1970 se estrenó una película que estremeció las salas en buena parte del mundo, Historia de amor (Love Story), dirigida por Arthur Hiller y producida por la Paramount Pictures. Esta cinta revitalizó la taquilla rompiendo la hegemonía de la televisión, que había captado al gran público, y marcó a toda una generación no solo por renovar bases del cine romántico, sino por el discurso narrativo con el que expuso las relaciones y presentó al amor como un rasgo sublime distintivo de lo humano.
La temática de este filme gira en torno al sentimiento ilustrado como algo puro y que en ese estado es capaz de quebrar las barreras sociales y personales. Oliver y Jennifer provienen de diferentes estratos socioeconómicos y culturales, pero su convicción les lleva a plantarse ante las circunstancias que atentan contra ellos. Esa relación que en apariencia parece condenada a la ruina, acaba siendo un manifiesto sobre la vitalidad de la pareja que se erige con perseverancia, se alimenta de la comunicación y la comprensión y, principalmente, se fortalece en una absoluta convicción de que ellos son parte en sí mismos el uno del otro.
Una de las características resaltantes de este filme es la compenetración creada entre sus protagonistas y plasmada en cada fotograma. Ali MacGraw y Ryan O’Neal alcanzan un nivel de entendimiento y complicidad que se extiende más allá de la pantalla y se hace convincente. Los histriones involucran al espectador al transmitir un sentimiento puro e intenso, y al mismo tiempo los expone de forma conmovedora como amantes vulnerables que persiguen la auténtica construcción de su amor. Otro punto que resalta en este filme es su acertada banda sonora, el delicado tema central, compuesto por Francis Lai, redunda en el sentimentalismo y exacerba las emociones que circundan a la historia.
Inspirada en la novela del mismo nombre escrita por Erich Segal, quien también firma el guion, el filme fue concebido como un tributo a las parejas que deciden hacer un proyecto de vida en común: el mensaje implícito en Historia de amor es una celebración al amor en estado puro y una reivindicación de la lucha por él. Con una afinada propuesta visual, el director nos guía a un espacio en el que se genera una reflexión sobre el destino, la fragilidad de nuestra existencia y la caducidad del tiempo. Es una honra al presente, enfatizando la importancia del ahora junto a los seres amados.
Al comparar Historia de amor con otros títulos clásicos del género romántico, como Lo que el viento se llevó (1939), dirigida por Victor Fleming, o Casablanca (1942), de Michael Curtiz, surgen similitudes que merecen ser comentadas. Lo que el viento se llevó y Casablanca son también odas al amor prohibido, que enfrenta los obstáculos que lo amenazan. En estos filmes, los protagonistas son movidos tanto por fuerzas internas como externas que plantan retos a la existencia de ese amor. Entre las diferencias relevantes entre estas tres importantes cintas podemos nombrar las siguientes: la historia de Oliver y Jennifer refleja las vicisitudes de la juventud y se desarrolla en un contexto contemporáneo, uno que resiste los cambios culturales que marcaron el último tramo del siglo XX; por otro lado, tanto Casablanca y Lo que el viento se llevó se desarrollan en medio de delicadas circunstancias enmarcadas culturalmente en la historiografía universal, realidades como la Guerra de Secesión en los Estados Unidos o el conflicto de la Segunda Guerra Mundial condicionan la naturaleza de sus personajes.
Esta envolvente película parece destinada a tener un lugar en los anales del cine gracias a las soberbias actuaciones y al mensaje, de perenne vigencia, sobre el poder irreductible del amor. Hiller demostró gran eficacia como realizador al ensamblar un filme que supera los escollos del tiempo y convoca a la reflexión sobre lo que debe ser el amor. A manera de redención, el acuerdo y el perdón están presentes en este largometraje: Oliver y Jennifer deben buscar el perdón mutuo desde la reconciliación con sus errores. Una travesía honesta y entrañable por el círculo de las emociones, una experiencia que nos alecciona, sin falsas pretensiones, sobre lo que nos enseña la empatía, la compasión y la mirada de los otros.
En el desenlace de la trama se nos presenta a la pareja frente a la tragedia, situación que condiciona la existencia y reconduce el destino de los protagonistas. La unión consolidada por esos personajes se quiebra ante la contundencia de una realidad que les fractura. Los personajes de Oliver y Jennifer transgreden los límites de lo posible y se adentran en el terreno de lo especulativo, potenciando el ideal de que el amor es una energía en constante transformación y que evoluciona a una dimensión que no es tangible.
Si alguna enseñanza ofrece este clásico de la cinematografía es la oportunidad de aproximarse de todo aquello que mueve al hombre y a la mujer, y los hace marchar en un solo camino. Nuestra evolución afectiva nos debe conducir a un plano de aprendizaje en el que seamos conscientes de que, a partir del reconocimiento del amor como un indetenible proceso de sobrevivencia, el sacrificio, la comprensión y la comunión son necesarios. Amar es un ejercicio de unión en el que somos una consecuencia que se prolonga en la existencia del ser amado y trasciende en el terreno de los sentimientos, la gran asignatura pendiente de los humanos.
@EduardoViloria
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