Las políticas públicas organizadas y dirigidas por el actual equipo de gobierno tienen todas un denominador común: son liquidadoras, están concebidas para desordenar las diversas estructuras del Estado liberal democrático, que anteriores equipos de gobierno desarrollaron, cuyos resultados positivos aún permanecen y en buena medida sostienen lo que queda aún funcionando en el aparato administrativo y en la infraestructura actual.
Sobran los ejemplos de mi afirmación, para lo cual solo mencionaré los deterioros emblemáticos, Pdvsa, Corpoelec, Sidor, las cárceles, la Autopista Regional del Centro y el puente de La Cabrera, el proyecto ferrocarrilero, las universidades, el segundo puente sobre el lago de Maracaibo, el deterioro de la provisión de agua potable a la nación, la implosión de la cuenca del lago de Valencia, el procesamiento nacional de la basura.
He dejado de último la implosión del sistema sanitario, dada sus trascendencia y la magnitud de la responsabilidad de aquellos sectores, instituciones e individualidades que han participado de esa destructiva orientación, unos por comisión y otros, los más, por omisión. Desde Miraflores, la camarilla gobernante, arrimada al tronco cubano, en materia de salud pública no ha construido nada nuevo, solo se ha dedicado a reproducir orientaciones ajenas al interés nacional.
La contratación milmillonaria de las “orientaciones” sanitarias elaboradas por el gobierno castrista ha sido parte del despojo de los recursos financieros del país, dineros que han debido ser utilizados para mejorar sustancialmente los salarios y beneficios de los trabajadores del sector salud, exigencia social indispensable para fortalecer su participación y dotar con ellos las nuevas instalaciones de atención primaria que eran y siguen siendo indispensables construir.
Dónde están los millones de dólares, cuya cantidad y paradero es aún desconocido, que han sido utilizados también para operaciones de intermediación de recursos técnicos y farmacéuticos, saltándose la posibilidad de hacerlo directamente con las empresas proveedoras y ahorrar una significativa cantidad de dinero que hoy luce como de extraordinaria importancia, que se resume en las divisas de las que carecemos para importar tecnología y medicamentos, pero cuyo destino han sido los bolsillos de los sectores que han engordado a la sombra de la asignación de los petrodólares por el gobierno.
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