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José Luis Ábalos y Koldo García

Al pan, pan. Y al vino, vino”. (Anónimo)

De un tiempo a esta parte, en beneficio de todos, de una manera tácita, había decidido no hablar de política. En primer lugar, porque yo escribo principalmente para pasar un buen rato, dando rienda suelta a mis elucubraciones y, por lo tanto, tiendo a escribir de lo que me gusta; y la política, créanme, cada vez me gusta menos.

En segundo lugar, y no menos importante, porque del mismo modo pretendo, ya que soy un presuntuoso irredento, que quien me lee también se lo pase bien. Y como la vida me lleva a conocer gente de toda tendencia, y puedo presumir de tener buenos amigos de lo que podríamos llamar izquierdas, que además me leen fielmente, no me gustaría que se sintieran incómodos ante mis afirmaciones que, además, suelen ser vehementes cuando entro en esta materia. Que quieren que les diga, soy de derechas, porque el sentido común me ha demostrado, desde siempre, que no hay otro camino, o que los otros caminos no suelen conducir a buenos destinos, aunque se encuentren cimentados en teorías bien intencionadas.

Lamentablemente, con la intención no se come, y soy demasiado pragmático para abrazar teorías que se alejen de mi adorado capitalismo, en el que me encuentro como pez en el agua.

Así pues, y una vez sentadas las bases de mi reticencia a hablar de política, he de decir que últimamente, la realidad es tan brillante, tan magnífica, tan surrealista, que uno no puede evitar, más si se encuentra inmerso en este mundo de la comunicación, lanzarse a una piscina que, lejos de estar vacía, invita a nadar en ella, aunque sepas que posiblemente no saldrás con vida de la experiencia, o al menos saldrás maltrecho. Pero como a mí, como dicen los mexicanos, me vale madres lo que otros, incluso ustedes, puedan opinar de mí, con la iniquidad que aporta la indiferencia, pues me lanzo de cabeza.

La verdad es que es imposible resistir la tentación, que provoca a los comunicadores como un merengue a un goloso, de hablar del que comenzó llamándose Caso Koldo, pasó a denominarse Caso Ábalos y ha terminado rebautizándose como Caso Sánchez y señora; aunque, parece ser, que sobre lo de señora existen ciertas dudas.

Este es un caso muy nuestro, muy español. Eso hay que reconocerlo. Fíjense, si no fuera por la gravedad de los hechos, me atrevería a decir que siento incluso cierta simpatía por Ábalos, una persona desbordada por el personaje, que casi parece sacado de una novela barata de detectives borrachos o, como no, de una película de Torrente, con el que Ábalos, para que negarlo, tiene algo más que parecido físico. Tiene también esa pose, de corrupto putero y borracho que caracteriza al personaje de Santiago Segura.

Ábalos es el Luca Brasi del PSOE, si ustedes han visto El Padrino. Ese personaje destinado a hacer el trabajo sucio, cuyo ámbito se mueve en la amplia horquilla de ir a comprar el pescado, o las lonchas, extorsionar al que toca o mandar a cualquiera a dormir con los peces, con esa forma rudimentaria del ejecutor de base. Por eso, y por muchas otras cosas, resulta poco o nada creíble que pueda ser el cerebro de una operación en la que, con mayor o menor discreción, parece ser que se han levantado doce millones de euros, euro arriba o euro abajo.

No obstante, hay una cosa que me gusta de este personaje. Es un tipo que no engaña. Tú le miras a la cara y sabes perfectamente que no es de fiar. Supongo que, cuando nació, el médico le diría a su madre “enhorabuena, ha tenido usted un corrupto”. O sea, el tío tiene cara de facineroso y lo es. No se esconde bajo falsas apariencias de recato y honradez. En este y otros aspectos.

Aunque el toque brillante, ese punto de guion de Woody Allen, lo están poniendo las últimas informaciones que vamos conociendo, esos Bizum que se hacían entre ellos con el concepto ”La puta del otro día”, “Fiestas” o “Mamadas”. Habrá que entender que las mamadas venían de profesionales del sector, aunque bien pudiera ser de otra manera; baste recordar a Torrente y su famosa frase “¿nos hacemos unas pajillas?”. En fin, esto último olvídenlo, no quiero ser responsable del insomnio del lector.

Vivimos un momento apasionante; una especie de dicotomía entre la realidad y la ficción casposa; un desarrollo de segunda temporada que, si el tiempo no lo remedia, nos desvelará quién es la mente pensante en este vodevil, en esta comedia del absurdo. Preparen palomitas y, si está a su alcance, compren una tele grande. La primavera, además de traer polen, viene cargadita.

Póngame las sobras en un papel alumínico.

¿Qué sobras, si no ha dejado usted nada?

Las de los demás, hombre, las de los demás”. (Torrente).

@elvillano1970

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