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100 años de Ifigenia: la historia de una señorita que no solo escribía porque se fastidiaba

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Hace 100 años se publicaba en París Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, la primera novela de Teresa de la Parra, prologada por Francis de Miomandre, traductor del libro al francés, que elogiaba la escritura de la autora y resumía a la obra, en el párrafo concluyente, como un «retrato de mujer».

Pero no hay que dejarse engañar por el subtítulo que habla de una «señorita que escribió porque se fastidiaba». Ifigenia, si bien es un reflejo de las muchachas de la época, amordazadas, obligadas a casarse para vivir bien y encerradas entre cuatro paredes, muestra también varias de las ideas que predominaban en su tiempo, dibuja un personaje, María Eugenia Alonso, que quiere liberarse del yugo que implicaba ser mujer y es un libro en el que De la Parra logró incorporar varias de las técnicas escriturales de la vanguardia.

Carlos Sandoval, crítico literario y docente investigador del Instituto de Investigaciones Literarias de la Universidad Central de Venezuela, explicó que Ifigenia entra en la tradición vanguardista venezolana y latinoamericana que se producía en el mundo occidental. «En 1922 ya se había publicado el Ulises de (James) Joyce y había aparecido un conjunto de obras importantes de la tradición occidental: (William) Faulkner, (Marcel) Proust, John Dos Passos».

Probablemente, continuó el profesor, Teresa de la Parra bebió de las técnicas de estos autores y escribió Ifigenia. Desde el punto de vista de la literatura venezolana de aquel entonces, Sandoval señaló que el libro puede vincularse con textos vanguardistas como los cuentos que desde 1917 publicaba Julio Garmendia, autor de La tienda de muñecos, o lo que hacía en prensa Blas Millán, que publicó en 1924 Cuentos frívolos.

En cuanto a la liberación de María Eugenia ante los preceptos de la sociedad caraqueña, Sandoval consideró que en efecto es algo que ocurre pero de manera atenuada, pues, recordó, al final la protagonista no logra emanciparse por completo, cae en el conservadurismo que la rodea y termina al lado de un hombre que no ama. María Eugenia, al igual que Ifigenia, la hija del rey Agamenón y la reina Clitemnestra en la mitología griega, termina sacrificándose en beneficio de los hombres.

Teresa de la Parra | Archivos Biblioteca Nacional

«La actitud de la protagonista, que era aparentemente de avanzada, se ve coartada porque ella no completa esa posible liberación femenina porque, aunque sale de su casa, no llega a completar la huida y se devuelve, por lo cual cae nuevamente en el redil del conservadurismo del ambiente donde vivía su familia», opinó el crítico literario.

María Eugenia, que pertenece a una familia acaudalada, los Alonso, es un personaje que termina atrapado en la prisión social que tanto detesta. Tras descubrir que se ha quedado sin herencia, la joven señorita tiene como opción casarse para salir de la pobreza. Pero en el fondo, influida por su vida en Europa y sus lecturas de pensadores como Voltaire, quiere disfrutar de su individualidad y no depender de un hombre. Se lo deja claro a su tío Pancho cuando le dice que a lo único que aspira es a ser independiente y que nadie le dé órdenes, por lo que se proyecta en personajes como la activista británica Emmeline Pankhurst, líder del movimiento sufragista en su país: «¡Las infelices mujeres no somos más que unas víctimas, unas parias, unas esclavas, unas desheredadas! ¡Ah! ¡Qué iniquidad! ¡Yo quisiera meterme de sufragista con la Pankhurst e incendiar congresos de hombres y a rajar con un cuchillo los cuadros célebres de los museos! ¡A ver si acaban por fin tantos abusos!».

A través del tío Pancho, por cierto, Teresa de la Parra deja entrever algunas de las ideas de la época. En la misma conversación, le dice a María Eugenia que la igualdad de los sexos «es absurda porque es contraria a las leyes de la naturaleza, que detesta la democracia y abomina la justicia».

Michelle Roche Rodríguez, escritora, periodista y crítica literaria, consideró que la visión que ofrece De la Parra sobre el país es compleja, por lo que hace falta detenerse, por ejemplo, en esas y otras opiniones políticas y sociales del tío Pancho, «pues reproducen aquellas que hace 100 años perfilaron la sociedad que tenemos ahora».

«Me refiero a nociones positivistas de las que todavía no nos deslastramos, incluida la idea de que el nuestro es un ‘bravo’ pueblo. En las novelas de Teresa de la Parra, en cambio, el pueblo es manso, más acorde con uno que sufre los embates cíclicos de las dictaduras», expresó la novelista, autora de una tesis doctoral para la Universidad Autónoma de Madrid sobre Influencia de las mujeres en la formación del alma americana, ciclo de conferencias dictadas por De la Parra en Bogotá en 1930 que luego fueron publicadas como libro.

Para Roche Rodríguez, Ifigenia no ha sido bien leída. Señaló que es en la actualidad cuando se están revelando detalles de la escritura de De la Parra que estuvieron ocultos debido a la misoginia de la crítica venezolana a lo largo de la historia. «Nuestro canon literario se encargó de ponerla a la sombra de las obras de los ‘hombres de letras’ de su época porque no era del tipo de novela nacional, al estilo de las escritas por Rómulo Gallegos».

Teresa de la Parra | Autor desconocido

Subrayó la escritora que no quiere apuntar a que la novela no ha sido leída, sino que siempre se la ha visto como un libro periférico con respecto a la «gran literatura venezolana».

«Se la veía de menos por haber sido escrita por una mujer. Decir que Teresa de la Parra era una ‘señorita’ que escribía era esconder debajo de la alfombra el trabajo profesional de escritura que ella hizo, uno que conectaba nuestro país aislado con las corrientes culturales europeas, por ejemplo», añadió.

Velia Bosch (1936 – 2015), escritora e investigadora, recuerda en el texto crítico de Obra (Narrativa, ensayo, cartas), selección de textos  a su cargo publicada por Biblioteca Ayacucho en 1982, que a pesar del éxito de Ifigenia en Europa, en Venezuela y Colombia fue escandalosa en su época.

En Bogotá, continúa Bosch, De la Parra contestó a los ataques ante un numeroso público que iba a escuchar su primera conferencia: «Son ya muchos los moralistas que, con amable ecuanimidad los más o con violentos anatemas los menos, han atacado el diario de María Eugenia Alonso, llamándolo volteriano, pérfido y peligrosísimo en manos de las señoritas contemporáneas. Yo no creo que tal diario sea perjudicial a las niñas de nuestra época por la sencilla razón de que no hace sino reflejarlas».

Edición reciente realizada por el Estado

De la obra de Teresa de la Parra, no obstante, hay bibliografía abundante, resaltó Sandoval, quien subrayó que también gozó del respaldo de la crítica de su momento y disfrutó los beneficios de su condición de escritora: «No hay que olvidar que Teresa de la Parra está en el Panteón Nacional. Es decir, el propio país reconoció que estaba ante una escritora de potencia importante y muy reconocida».

Sobeida Núñez, directora de la Escuela de Letras de la Universidad de Los Andes y profesora  de literatura venezolana, explicó que en efecto ser mujer y escritora en esa época generaba rechazo, pero, en el caso de De la Parra, recordó que recibió un espaldarazo importante al obtener el premio anual de 10.000 francos otorgado por la Casa Editora Franco – Ibero – Americana de París por Ifigenia.

Consideró que Ifigenia tiene una vigencia importante en cuanto a la defensa de los derechos de las mujeres, defensa que la propia Teresa de la Parra asumió en espacios como sus conferencias en Bogotá, aunque en ellas también ahondó en temas políticos y sociales: Michelle Roche Rodríguez destacó en un artículo en Literal Magazine, titulado «Tirar del hilo para develar la genealogía oculta», asuntos como «la conformación del Estado nacional frente al imperialismo yanqui y el mestizaje como rasgo de las antiguas colonias españolas».

Núñez advirtió, asimismo, que Ifigenia no es exclusivamente para abordar la condición de la mujer. Explicó que la trascendencia del libro está en la manera en cómo abordó una serie de temas en su época y en la calidad de su composición.

En el país aún es necesario volver a libros como Ifigenia, Cubagua, Reinaldo Solar o Cuentos grotescos, opinó Mario Morenza, escritor y profesor en la UCV. «Es una forma de leernos», señaló.

Edición de Biblioteca Ayacucho de 1982 que incluye, entre otros, Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca

«Las claves de nuestra esencia y sentido o sinsentido actuales, este caos y desasosiego, se registra, cifra y prefigura tanto en la trama de María Eugenia Alonso como en relatos un poco olvidados como ‘La casa de la bruja’ o ‘Los comemuertos’ de Pocaterra, en el recorrido de Stakelun por Cubagua al volante de su auto oxidado siguiendo la ruta del Tirano Aguirre», afirmó.

Ifigenia en el cine

La novela de Teresa de la Parra cuenta con una adaptación al cine de 1987 dirigida por Iván Feo, que trabaja en una edición completa del filme para YouTube. En la actualidad hay en la plataforma una versión dividida en 14 videos.

El cineasta recordó que, cuando era jefe del Departamento de Cine en la Escuela de Arte de la UCV, quiso realizar una película con un grupo de alumnos, así que el filme fue una actividad académica. «Yo los puse a escoger. Les di varias opciones: Doña Bárbara, una película que siempre quise hacer, Aquí no ha pasado nada de Ángela Zago, Ifigenia y dos ideas mías de guion. Por unanimidad escogieron Ifigenia», explicó.

Recordando los motivos que lo llevaron a escoger Ifigenia entre los libros a adaptar, Feo mencionó que al terminar el tercer curso de su licenciatura en Letras no llegó a leer la novela de Teresa de la Parra sino poesía y textos que considera «primitivos» como Los mártires de Fermín Toro o Mimí de Rafael Cabrera Malo: «Un día la agarré, empecé a leer y dije ¡coño pero esta caraja escribe! Escribe como la gente buena de hoy. Lo que estaba escrito ahí era la voz de una mujer de una modernidad extraordinaria».

El escritor Juan Carlos Chirinos, que como lector siempre ha tenido presente a Teresa de la Parra, explicó que leyó Memorias de Mamá Blanca en primer año de bachillerato, una puerta para libros como Ana Isabel, una niña decente de Antonia Palacios, María de Jorge Isaacs y Marianela de Benito Pérez Galdós.

La lectura de Ifigenia, en la universidad, le llevó el placer a otro nivel porque ya conocía la versión televisiva adaptada por Salvador Garmendia y Mariela Romero. Años después, vería la película de Iván Feo con Marialejandra Martín como protagonista.

«Releer (y hacer leer a los nuevos lectores) una novela como Ifigenia, ahora que cumple 100 años, es un ejercicio al mismo tiempo de historia y, sobre todo, de literatura: hay que (re)releerla no solo por la época que nos dibuja sino también para confirmar la certeza de que en Venezuela ha habido, y sigue habiendo, grandes narradores y grandes historias de las que sentirnos orgullosos», expresó.

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