Los medios internacionales están registrando el secuestro en Santiago de Chile del teniente (Ej.) Ronald Ojeda ex preso político, fugado de la cárcel militar de Ramo Verde en Venezuela, con asilo y protección internacional; y sindicado de participar en la última conspiración denunciada por el régimen denominada Brazalete Blanco. Sobre el tema ya ha habido pronunciamiento de los entes públicos chilenos y el inicio de una investigación oficial que aún no concluye. Extraoficialmente se le está atribuyendo el plagio a agentes de inteligencia de la revolución bolivariana lo que sería una violacion a la soberanía y territorialidad chilena, y una severa contravención de declaración universal de los derechos humanos, sobre el estatuto de los refugiados de 1951, del cual la república de Chile es signatario. Es un verdadero escándalo internacional.
¿Se atreverían a eso los integrantes de la dictadura cívico militar que gobierna en Venezuela ? Leamos
La tarde del 11 de mayo de 1960, el tramo de la ruta del colectivo que trasladaba diariamente desde la finalización de la jornada laboral de su cargo de gerente de planta de la Mercedes Benz en Buenos Aires hasta el barrio Bancalari en la calle Garibaldi 14 a Ricardo Klement, parecía mecerse con la misma rutina que lo hacía desde que se instaló con su familia en la tranquilidad de una vivienda que no llamaba mucho la atención. Un cansado Klement no disparó sus alarmas cuando en mitad de su ruta un vehículo con el capot abierto en señal de desperfectos se mantenía orillado en la vía. Cuando se acercaba al carro le dijeron en un español apretado de hebreo « un momentico señor. ¿Puedo preguntarle algo?» En ese momento lo rodearon otros hombres, lo neutralizaron, lo sedaron, lo metieron en un coche, y lo secuestraron en un apartamento durante 7 días, hasta que el 20 de mayo lo sacaron en un avión, drogado, disfrazado de mecánico y con pasaporte falso hasta Haifa en Israel. El Mossad israelí con un comando de 14 hombres en ejecución de la operación Garibaldi bajo la directa supervisión del primer ministro David Ben Gurion concluía y acababa de sellar la vida del fugitivo líder nazi Adolf Eichmann en una persecución que se había iniciado casi desde la finalización de la II Guerra Mundial. Eichmann fue juzgado en un largo proceso en Israel y sentenciado a morir en la horca por crímenes de guerra.
Esa referencia del criminal de guerra nazi Eichmann, capturado y secuestrado en Argentina y luego trasladado hasta Israel en 1960 es de aperitivo para contextualizar el plagio como política oficial y particularmente el transfronterizo desde regímenes de fuerza como el de la revolución bolivariana, al que eso de capturar con violencia, y retener a una persona para sacar los réditos políticos, económicos y de venganza no les es ajeno históricamente. Las fronteras solo facilitan y exigen atención para que el esmero, el detalle, la afinación, la coordinación y la ejecución de la operación sea milimétrica hasta para los rescates de película como en Entebbe en la Uganda de Idi Amín Dadá en 1976.
Elena Quinteros Almeida, una maestra y militante anarquista extraída de la embajada venezolana durante la dictadura cívico-militar en Uruguay en 1976, desaparecida desde ese entonces; Orlando Letellier un político y abogado quien fue miembro del gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, el 21 de septiembre de 1976, asesinado mediante una bomba instalada en su automóvil en Washington donde estaba exiliado. Se ha dicho que el asesinato de Letelier era la parte del plan Cóndor un esfuerzo coordinado por varias dictaduras de los Ejércitos en América Latina. El teniente Leon Droz Blanco de la resistencia a la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez asesinado por la Seguridad Nacional en Barranquilla Colombia en 1954. Estos casos entre otros sirven también para ilustrar el alcance de los tentáculos políticos de los gobiernos de fuerza para alcanzar a sus enemigos políticos más allá de las fronteras y eliminarlos.
El secuestro y sus escándalos no es ajeno a la revolución bolivariana. En su afinidad política y revolucionaria con las FARC (toda una vida revolucionaria secuestrando como negocio) hicieron muchas migas e intercambio de experiencias en los inicios del régimen. Lo que comenzó con mediaciones y facilitación en la liberación de rehenes – caso de Ingrid Betancourt y compañía – tomó curso de política con los de Richard Boulton y la larga cadena de secuestrados judicialmente con mampara de conspiraciones y delitos fabricados para alinearlos con traición a la patria. Los presos políticos son secuestros con uniforme judicial. Como decíamos de entrada, eso del secuestro no es ajeno a la revolución bolivariana. La nomenclatura roja de respaldo, esa que estableció el puente La Habana – Caracas con Alí Rodríguez Araque (a) Fausto y Fernando Soto Rojas (a) Ramiro tiene entre su palmarés de plagios el del teniente coronel norteamericano Michael Smolen, del futbolista argentino Alfredo Di Stefano, de las hijas del animador Renny Ottolina, del niño León Taurel, del médico Enrique Dao, de los hermanos Molinos Palacios, del industrial de la hojalata Carlos Domínguez más un etcétera de secuestros de aviones que al final cerraban la ruta en un hangar en Cuba. ¿Hay algún margen para la duda en este momento? Y la guinda perfecta de esa torta de secuestros la hace el del industrial norteamericano William Frank Niehous donde además de Fausto y Ramiro en el protagonismo de esa película hay también un cameo de Ilich Ramírez Sánchez (a) Carlos, líder del secuestro de los ministros de petróleo en Viena 1975 y hasta Nicolás Maduro (a) Nuevecito; un tarajallo de 14 años presente en algunos de los múltiples sitios de retención dentro de la operación Argimiro Gabaldón. Como parte del correaje logístico tiene la posibilidad de una fugaz aparición en la película. Estas probabilidades se incrementan en la medida que se han alimentado las dudas y el misterio de su nacionalidad y en especial de ese periodo de su vida en la adolescencia. ¿Sigue habiendo margen para la duda?
Después están temas como las denuncias que se ventilan sobre la presencia de la megabanda el Tren de Aragua a todo lo largo del continente, especialmente en Chile y Perú donde ya han sido vinculados oficialmente con el tema de los secuestros; la ruta de los caminantes que se iniciaba desde Venezuela hasta todo el Cono Sur, o la dirección estratégica que se ha trazado por el Darién hasta la misma Nueva York donde miles de venezolanos han sido financiados para exportar el delito desde las cárceles criollas más importantes, purgadas recientemente sin que sepa el destino de los pranes, en ruta hasta el imperio con un diseño completamente político de horadar y penetrar la sociedad norteamericana tal como en un momento de los años 90 se estructura aquello de inundar todas sus calles de cocaína. O las protestas en Chile hace tres años, o en Perú, o recientemente en Ecuador. A veces algunos gobiernos ingenuos le hacen la tarea al régimen como en los casos de Lorent Saleh y del coronel Milton Revilla en Colombia, o del teniente de la Aviación recién deportado de Estados Unidos. ¿Están haciendo el enlace? A lo interno de la revolución no es ningún secreto la yunta que existe entre el régimen y la delincuencia, esta última empoderada para hacer la defensa de la permanencia de aquel en el poder y la exportación del socialismo del siglo XXI a nivel global. El sueño húmedo de Fidel.
Todo este contexto sirve para abordar el tema que está ganando centimetraje en Latinoamérica y sobre todo a nivel de las relaciones entre Chile y Venezuela: el secuestro del teniente Ronald Ojeda en Santiago de Chile. ¿Será posible esa aventura en revolución?
El régimen usurpador que encabeza desde Miraflores Nicolás Maduro ha sido etiquetado a nivel internacional por gobiernos, analistas, medios y grupos de opinión como un conglomerado internacional de delincuentes empoderados y arropados con la etiqueta política del socialismo del siglo XXI; de hecho, los más prominentes miembros de la nomenclatura roja rojita tienen recompensas millonarias en dólares, por su captura. Eso les da un crédito sobre las posibilidades de lanzarse a la aventura de secuestrar cualquier enemigo político en Santiago de Chile, pero también en Bogotá, en Lima, en Buenos Aires, en La Paz, en Miami, en Washington o en Madrid.
El régimen para auto depurarse es capaz hasta de morderse la cola y aguijonearse como un escorpión para mantenerse en el poder y lograr sus propósitos políticos. El secuestro y la desaparición de Tareck el Aissami muy bien puede ilustrar de sus escrúpulos y alcances.
Ahora sí, dispongan de su opinión y disparen. ¿Serán capaces? ¿Hasta dónde pueden llegar los tentáculos rojos?
Mientras, las investigaciones en Chile continúan para determinar si los tentáculos rojos se extendieron desde Caracas a Santiago de Chile.
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