El papa Francisco ha extendido una invitación a los cardenales residentes en Roma, a los líderes de los Dicasterios y a los superiores de la Curia romana para participar en ejercicios espirituales. Este período de reflexión se lleva a cabo durante la primera semana de Cuaresma, desde la tarde del domingo 18 hasta la tarde del viernes 23 de febrero de 2024, continuando así una tradición que se celebra en el Vaticano desde hace 80 años. Durante esta semana, se suspenden todas las actividades del Santo Padre, incluida la audiencia general programada para el miércoles 21 de febrero.
¿Acaso el Papa necesita realizar ejercicios espirituales? En un encuentro anterior con el clero de Roma, el papa Francisco destacó la presencia constante de la tentación en la vida de Simón Pedro. Subrayó cómo Pedro, al confesar y dejarse poner a prueba, nos enseña personalmente cómo progresa la fe, incluso cuando el pecado está presente en este cambio espiritual (02/03/2017). El obispo de Roma acentuó la importancia para un sacerdote de integrar sus intenciones y pecados en la oración de Jesús, fortaleciendo así su propia fe y la de aquellos que le han sido confiados.
En efecto, en su mensaje de Cuaresma 2024, el papa Francisco recalcó que existe una falta de esperanza en el mundo y hace un llamado a la conversión y a la libertad durante este tiempo. El Pontífice insta a una reflexión profunda sobre los estilos de vida, la contribución a la mejora de la comunidad y a tomar decisiones que vayan en contra del mal. Enfatiza que la Cuaresma es un periodo de apertura y desapego de ídolos, concluyendo con la esperanza de que este tiempo propicie una verdadera conversión y creatividad, generando un destello de nueva esperanza para la humanidad.
Los ejercicios espirituales según san Ignacio de Loyola, quien fue un santo, teólogo y militar español nacido a finales del siglo XV, en 1491, y fallecido en 1556, representan una vía para abandonar malos hábitos, profundizar en la fe y transformar la vida. Su propósito incluye la eliminación de pecados y hábitos desordenados, conocer a Jesús para amarle más y descubrir la voluntad de Dios en la vida y servir a los demás. Para realizar estos ejercicios se necesita una inquietud espiritual, capacidad de interiorización y disposición para el análisis personal en la vida cotidiana.
Estos ejercicios pueden llevarse a cabo de diversas maneras, ya sea durante un mes en un lugar retirado, durante cinco o seis meses en la vida cotidiana, o durante ocho días o menos en un lugar apartado. La base de los ejercicios se encuentra en la Biblia, y se sugiere contar con un acompañante, ya sea sacerdote o laico, experto en la espiritualidad, aunque se destaca que el director real es el Espíritu Santo.
La lucha espiritual
La relación entre los vicios y virtudes mencionados por el Papa, en concordancia con los principios de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, se centra en la búsqueda de una vida cristiana auténtica. Los ejercicios ofrecen un enfoque estructurado para reconocer y superar los vicios, como la lujuria y la avaricia, mientras se cultivan virtudes opuestas, como la castidad y la generosidad.
Precisamente, desde el comienzo del año 2024, el Papa ha exhortado a los fieles a reflexionar sobre los vicios y virtudes con el objetivo de evitar perder el «combate espiritual». En su audiencia del 3 de enero, el Pontífice destacó que toda la vida es una lucha, marcada por contrastes y tentaciones, esenciales para avanzar en la virtud y enfrentar la realidad de nuestra pequeñez.
Custodiar el corazón
El relato de Adán y Eva –según Francisco– en el libro del Génesis es un punto de partida. En este relato, se enfatiza la tentación de querer ser como dioses, un vicio que arrastra a la soberbia. Entonces, invita a no dialogar con el diablo y la importancia del discernimiento en la vida cristiana para distinguir la procedencia de nuestros pensamientos y deseos, ya que el demonio puede actuar bajo apariencia de bien (Audiencia general 27 de diciembre de 2023).
La «locura del vientre»
Y el corazón puede ser atacado por vicios, que pueden pasar desapercibidos, pero que dejan huella. En la catequesis del 10 de enero, el Santo Padre aborda el tema de la gula, también conocida como la «locura del vientre». Recuerda la enseñanza de Jesús sobre amar la sana alegría, invitar a los pobres y pecadores a nuestra mesa, y no sujetarse supersticiosamente a reglas de impureza. Y señala la pérdida del sentido auténtico de la relación con los bienes de la tierra, evidenciada por también por trastornos alimenticios.
Repaso por los pecados capitales
En la catequesis del 17 de enero, el Papa reflexiona sobre la lujuria, un vicio que afecta todos los sentidos, impulsando un apetito voraz que busca un placer desordenado mediante la utilización y depredación de las personas. En contraste, destaca que el amor verdadero es desinteresado, generoso, comprensivo y servicial. La Biblia otorga un lugar de honor y respeto a la dimensión sexual humana cuando preserva la belleza divina en cada individuo y se abre al cuidado del prójimo, a la vida y la ayuda mutua.
En la catequesis 24 de enero, el Papa enseña que la avaricia, encierra un apetito compulsivo por el dinero y su corrupción. Propuso el remedio de meditar sobre la propia muerte y recordar que las posesiones son ilusiones, ya que nada de este mundo nos pertenece. Instó a aprender de Cristo, quien siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
El Pontífice explica que la ira, es un vicio que tiene la capacidad de alargarse y desarrollar en nosotros una percepción negativa del otro, extendiéndose más allá de lo considerado ofensivo. La Escritura, según el Papa, ofrece dos recetas contra la ira: buscar la reconciliación antes de la noche y comprometerse en la oración a perdonar a los demás (Catequesis del 31 de enero 2024).
El Santo Padre pide también combatir el vicio de la tristeza, un estado de ánimo ligado a la experiencia de pérdida. Distingue dos tipos de tristeza: una que lleva a la salvación al impulsarnos hacia el arrepentimiento, y otra que, descuidada, puede convertirse en una enfermedad del alma, corroer y destruir el corazón. Invita a combatir esta segunda tristeza con la fe en la resurrección de Cristo, que llena de esperanza, gozo y paz (Audiencia general, 7 de febrero de 2024).
Francisco describe que el vicio de la acedia, a menudo es sustituido por el término pereza, pero no son lo mismo, pues está ultima es una consecuencia. La acedia –indica el Papa– es una tentación peligrosa que tiñe la percepción de la vida, haciéndola ver gris, monótona y aburrida, y que puede llevar a la pérdida del sentido de la existencia. Por tanto, propone el remedio de la paciencia de la fe, destacando la importancia de perseverar en la oración y aceptar las situaciones difíciles, confiando siempre en Jesús.
En fin, al abordar temas como la lujuria, la avaricia, la ira, la tristeza y la acedia, se busca promover la autorreflexión, el arrepentimiento y el crecimiento espiritual. Estos elementos de reflexión sirven como herramientas para «custodiar el corazón», cultivando virtudes y resistiendo los vicios en el camino hacia una vida más alineada con los principios cristianos.
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