Conocí superficialmente a Sebastián Piñera en sus años de joven empresario. Me llamó la atención desde entonces su personalidad. Se trata de uno de esos personajes cuya memoria crece con el tiempo y merece ser rescatada.
Más allá del unánime reconocimiento de su figura como demócrata y defensor de la libertad, quienes lo tuvieron más cerca ponderan los rasgos del padre, del amigo, del hombre de empresa, del político. Importa mucho especialmente la conjugación en él de esa doble condición de gerente-empresario y político. Supo, de hecho, conjugar la búsqueda de la eficiencia gerencial con el crecimiento social, la visión de conjunto con el aterrizaje en lo concreto, la amplitud de intereses con los equilibrios, el liderazgo con la capacidad de rectificar, el diálogo y la búsqueda de consensos con la fidelidad a los principios.
Todos recuerdan, en Chile y fuera de Chile, al menos tres momentos que prueban su dimensión humana, su determinación y su capacidad de hacer: el terremoto de 2010, el rescate de los 33 mineros de la mina San José, la atención pronta y eficaz a la emergencia creada por el covid. El juicio sobre su gobierno deja para algunos espacios no suficientemente cubiertos, pero también consigna muchos logros, traducidos en crecimiento económico y modernización. La posición de Chile en puestos de avanzada se debe a esa determinación de valorar más la educación, el talento, la persona, la tecnología, que solo los bienes de la naturaleza. Es lo que ha hecho de Chile un país más atractivo a la inversión, con más oportunidades para la gente. Los analistas concuerdan en que más que a una derecha estrictamente liberal, su actuación pública estuvo comprometida con los tres pilares considerados por él fundamentales para el progreso de un país: una democracia plena, respeto irrestricto a los derechos humanos y una economía de mercado abierta y competitiva.
Los más cercanos tienen muchas cosas más que decir. Ignacio Rivadeneira, que trabajó a su lado por más de 15 años, hablaría de una de las características de su liderazgo: no inmutarse frente a los desafíos, afrontar la realidad con decisión. Era una persona con muchas convicciones, dice, “un hombre tenaz y siempre orientado a la acción. Negado al rencor, no tenía dificultad de trabajar con visiones distintas, incluso con personas que habían sido sus adversarios. Le costaba adaptarse a los protocolos, a los tiempos de la gestión política”.
Bernardita del Solar y Loreto Daza, sus biógrafas, consignan otros rasgos. “Creía siempre que ponerse la meta máxima era la manera de avanzar. Le gustaba el desafío, estirar hasta el límite, en los negocios y en la vida. Más que pertenecer y mantenerse en círculos cerrados, era muy libre de trazar su camino. Tenía esa libertad para no permanecer encasillado en los dogmas. Capaz de reírse de sí mismo, tenía un gran sentido del humor. Escuchaba en silencio, pero tomaba la decisión en soledad. Un hombre de acción, que tomaba riesgos, con mucha confianza en sí mismo. Marcado por el sentido de competencia, exigía mucho a su equipo, pero tenía la virtud de sacar lo mejor de ellos. Gran amigo, tenía mucha sintonía con el dolor de sus amigos y estaba con ellos en los momentos duros.”
Para el sociólogo y consultor político Eugenio Tirona, Piñera introdujo como valor de un gobernante la eficacia, la gestión, la rapidez en los resultados. No simplemente la visión o la cuestión macrohistórica, sino la respuesta a demandas específicas de la población. Era, dice, “una persona transversal que tenía nexos con todo el mundo, una persona inteligente, rápida, estricta en el gasto, con mucho sentido práctico”.
Líder de talla mundial, Piñera fue también un leal e incondicional amigo de Venezuela, profundamente interesado por la recuperación de la libertad y la democracia en nuestro país. Integrante del Grupo de Lima, no dejó de preocuparse por la situación venezolana y de pronunciarse por la restauración de los derechos de sus ciudadanos. Compartiría, sin duda, para Venezuela su sueño para Chile: “Sueño con un Chile más unido en el que todos nos reconozcamos como iguales en dignidad y derechos, en el que todos puedan desarrollar sus talentos, en el que todos podamos vivir sin violencia y en paz”.
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