El ambiente político venezolano se presenta como un terreno estéril e incapaz de generar acuerdos sólidos y beneficiosos para superar la crisis. Esto se debe a la incapacidad del liderazgo político para aceptar la realidad y construir un discurso transparente que trascienda la mera búsqueda de tener la razón o mantenerse en el poder por la fuerza.
Nuestro espacio público agoniza en medio en la naturaleza humana más básica y los juegos políticos, sin que la astucia y la estrategia muestren su mejor cara. Imponerse sobre los adversarios sin darles la oportunidad de defenderse es una acción carente de ética y moralidad. Las artimañas legales, verbales y las falacias de rigor siguen exponiendo la fragilidad de nuestro sistema político; por lo tanto, hoy más que nunca es crucial revestirse de astucia para defender nuestros derechos e ideales.
La manipulación de las emociones y el condicionamiento social a través de salarios miserables y el «racionamiento» de los servicios públicos se erigen como la argucia más efectiva para gobernar Venezuela. Desear un cambio político no es suficiente si no se le suma determinación, organización, participación y comprensión de la realidad. Es imperativo exigir la integridad del discurso y la responsabilidad inherente de quienes utilizan los espacios públicos para persuadir a otros, porque dejarse influir sin separar el trigo de la paja, afectará tanto el futuro individual como social.
En un país saturado de discusiones estériles, puede ser útil buscar cierto equilibrio en medio de la adversidad. Aprender a ser más críticos y conscientes de las estrategias retóricas utilizadas en el ámbito político, académico o personal es un buen hábito encaminado hacia el fortalecimiento de nuestra ciudadanía. Esto nos ayuda a desarrollar un sentido crítico más agudo y a ser conscientes de las tretas que persiguen los políticos al engañar para ganar, incluso cuando no gozan de suficiente aceptación en la población o simplemente desean permanecer en el poder.
Lo primero que se observa en nuestro entorno político es el ataque encarnizado al carácter, motivación e integridad del oponente en lugar de confrontar sus argumentos. Los actores políticos generalizan y exageran las posiciones del adversario hasta el absurdo, generando un espectáculo público en lugar de un verdadero debate político.
Apelar a la autoridad de líderes externos o documentos deslegitimadores para justificar sus propios puntos de vista ya es una práctica regular; el debate racional no está presente. El discurso político de quien engaña para ganar presenta una saturación de citas o referencias atemporales. Cuando notan que van perdiendo el hilo de la discusión, recurren a distracciones, tecnicismos y florituras retóricas para esquivar la situación actual. Un ejemplo bastante emblemático es el término “guerra económica» usado para desviar la atención de las políticas internas y atribuir los problemas económicos del país a supuestos enemigos externos y desviar la atención de las responsabilidades gubernamentales.
Tampoco se duda en tergiversar y manipular las palabras del oponente, interpretándolas literalmente para ridiculizarlas en lugar de atender al sentido profundo. Abruman al interlocutor con una sobrecarga de detalles accesorios, razonamientos encadenados y referencias eruditas o estúpidas para agotarlo, sin llegar a decir nada al final.
La sociedad en general debe aprender a identificar el engaño político para elegir las opciones menos perjudiciales. Es decir, debemos cultivar habilidades de pensamiento crítico para evaluar la validez de las declaraciones políticas y discernir entre hechos y opiniones. También es crucial familiarizarse con las falacias lógicas y los patrones de argumentación manipuladora para no caer en trampas retóricas, exigiendo discursos más transparentes.
Es esencial comprender las motivaciones detrás de las declaraciones políticas y considerar el contexto en el cual se desarrollan. Debemos esforzarnos por obtener información de diversas fuentes, evitando caer en la trampa de buscar solo la confirmación de nuestras creencias preexistentes.
Dadas las difíciles circunstancias de nuestro país, la sociedad civil debe fomentar un ambiente de debate donde se priorice la defensa de sus derechos políticos y la búsqueda de soluciones a la crisis social, más allá de los círculos partidistas y los «elegidos» para dialogar en nuestro nombre.
Esperamos que este artículo contribuya de alguna manera al empoderamiento de la sociedad civil, haciéndola más resistente a la manipulación política, fomentando la transparencia y contribuyendo a un proceso democrático más robusto y reflexivo.
X: @lidismendez369 @visionvenezuela
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