Orión es el arquetipo de la sociedad de cristal: una generación sobreprotegida que sufre de pánico escénico y ansiedad social, racionaliza críticamente cualquier tema para no enfrentarlo y sacarle el cuerpo, suele victimizarse y ofenderse, le hacen bullying en el colegio y evitar acercarse a sus intereses románticos para no equivocarse al hablar. Pero la suma de todas las fobias se encarna en la oscuridad.
¿Quién no le tuvo pánico a la noche? En mi caso prefería dormir con la luz prendida, después de escuchar un cuento o una historia de parte de mis papás o de mi hermana.
Orión es más sofisticado a su edad y le gusta oír relatos de la crisis americana, como de David Foster Wallace, un guiño del guionista Charlie Kaufmann, aquel genio de la escritura deconstructiva, ayer elogiado en el Oscar por los libretos de Adaptation, Being John Malkovich, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y Anomalisa.
Hoy el novelista, prestado al cine, vive en un semirretiro de la industria, alejado de las banalidades de la meca, desde su concha de Pasadena.
El autor mantiene una relación estrictamente profesional con Hollywood, pues le permite libertad y la posibilidad de gozar de su fama de leyenda esquiva a los medios. No lo verá usted sacando la cabeza en cuanto sarao inventa la industria del espectáculo.
Así que nos enteramos del regreso de Kaufmann por el estreno de su nueva película, como guionista, en Netflix. Un verdadero acontecimiento ante la floja parrilla del servicio en enero.
Orión juega con los traumas infantiles de Kaufmann, seguramente aportándole su visión de padre e hijo en una época de tensiones culturales, psicológicas y ecológicas.
De hecho, el rico subtexto expone tres problemas e inquietudes: cómo romper con la burbuja de la existencia encapsulada de los suburbios privilegiados, qué mensaje enviarles a los chicos y representantes infantilizados por sus paranoias hasta llevarlos a un ensimismamiento de cuarentena perpetua, cuál es nuestra relación con el medio ambiente, si seguimos siendo indiferentes a los avatares del cambio climático.
En las voces de actores de renombre descubrimos respuestas empáticas a las preguntas formuladas.
Orión conoce a Dark, el espíritu de la oscuridad, negado y relegado a la condición de un fantasma, cuyo séquito también se oculta y espanta.
Lo rodea un equipo de emociones, como de Intensamente en una revisión literalmente de “humor negro”, propia de los cultores de los años treinta con las comedias que trastocaron al mundo, resumiéndose en la velocidad y contundencia de Mank para Ciudadano Kane (tesis de Pauline Kael).
Si Pixar es la síntesis wellesiana de la animación del milenio, Kaufmann es un Orson que trastoca géneros y que ahora acomete un aparente filme familiar de Dreamworks, que en realidad trabaja y elabora los asuntos que nos preocupan, que nos quitan el sueño.
¿Qué responsabilidad tenemos como sociedad, como planeta, en la educación de nuestros muchachos que optan por encerrarse en su cueva digital, para eludir los conflictos del mundo real?
Ellos son producto de un estado de cosas que el realizador retrata hábilmente, en uno de sus espléndidos guiones llenos de capas y matices, donde el pasado choca con el presente y los personajes pueden terminar dialogando con sus hijos en el retrofuturo.
Claro que el genio de Charlie se mira en el espejo de los multiversos y les ofrece una digna respuesta de maestro de las teclas, de los diálogos, de las escenas introspectivas.
En el centro, en el foco narrativo, apela a una estética de fantasía de Ghibli que enlaza una herida personal con un vasto cosmos que nos engloba en su fragilidad.
Porque al final se habla de nosotros y de nuestro ecosistema delicado.
De manera que emprendan el viaje que los fortalecerá como a Orión y su padre.
Véanla en familia y me cuentan. De pronto coinciden conmigo en que es una de las obras importantes del año que comienza.
Una de esas películas que nos sirven para evolucionar y mejorar en el diálogo con los que tememos, como la oscuridad; con los que estereotipamos y etiquetamos como los “niños de cristal”.
Estamos todos en la misma constelación de Orión.
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