Álvaro disfruta de una fiesta improvisada en una plaza de San Salvador en vísperas de votar en las elecciones del domingo. Ya no hay pandillas por ahí aterrorizando a la gente. Pero esa tranquilidad es para otros, como Carlos, a costa de libertades.
En las calles es normal oír que votarán por el presidente Nayib Bukele, quien goza de una aprobación del 90% gracias a su política de «mano dura» contra las pandillas. Según las encuestas tiene asegurada la reelección para gobernar otros cinco años.
«Tenemos un presidente que gobierna para los salvadoreños. A esto le llamamos paz, tranquilidad y libertad… Pensé que era algo que mis ojos nunca iban a ver», dijo a la Afp Álvaro Pérez, un carpintero de 47 años, en San Salvador.
Pérez asistía a una improvisada fiesta en una plaza de la capital en vísperas de la votación, algo impensable hace un par de años. Pero esta será la primera vez, desde el fin de la guerra civil en 1992, que El Salvador va a las urnas con militares en las calles, bajo estado de excepción.
Tras un sangriento fin de semana con 87 asesinatos, en marzo de 2022 Bukele instauró un régimen de excepción que lleva casi 76.000 detenidos y redujo drásticamente los homicidios (2,4 por cada 100.000 habitantes en 2023) en un país que llegó a ser el de mayor violencia criminal del mundo (tasa de 106 en 2015).
Pero organismos como Human Right Watch y Aministía Internacional, además de grupos humanitarios locales, denuncian «detenciones arbitrarias»: más de 7.000 personas han sido liberados por ser inocentes.
«Todo ha cambiado»
Pero Bukele es, por lejos, el líder más popular de América Latina. La gente dice ahora sentirse libre y segura, y los pequeños negocios pueden operar sin tener que pagar la llamada «renta» a las temidas Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS-13).
Una empresaria de transportes, que prefirió el anonimato por temor a que haya «mareros» escondidos, contó a la Afp que debía pagar 560 dólares al mes de «renta» y algunas veces miles de dólares: «Amenazaron con matar a mi mamá, a un hermano o algún otro familiar si no pagaba».
Alberto Serrano, conductor de Uber de 40 años, dice que «todo ha cambiado» desde que comenzó la represión de las bandas a las que Bukele atribuye unas 120.000 muertes desde el final de la guerra civil.
«Si subían al autobús y te decían a ti, el pasajero: ‘Dame un dólar’, y te negabas, en el mejor de los casos te pegaban; en el peor, te mataban», cuenta a la Afp Serrano, quien antes era conductor de buses.
Beatriz Martínez, vendedora de artesanías de 32 años, dice que no pudo visitar por años a su madre porque vivía en una barrio controlado por una pandilla rival a la zona donde ella vive. «Ahora puedo ir a verla, hay tranquilidad incluso en la noche», asegura.
Hace una semanas el país acogió incluso la visita del astro Lionel Messi y hace tres meses el concurso de Miss Universo, lo que, según Bukele, demostró que El Salvador «ha cambiado para siempre».
«Hemos perdido libertad»
Pero Maricela Méndez, de 35 años, que estuvo presa cinco meses, embarazada, es la otra cara la moneda: «Vivimos en un país militarizado. Es una seguridad a costa de libertad y de inocentes, sobre todo de jóvenes», dijo a la Afp, clamando su propia inocencia.
Amnistía Internacional registra además «236 casos de desapariciones forzadas» y «más de 200 muertes bajo custodia del estatal», y señala que El Salvador es el país con la mayor tasa de encarcelamiento del mundo, con 102.000 presos.
Miguel Juárez, un taxista de 37 años, dice que votó por Bukele cuando ganó en 2019 con 53%, pero esta vez no lo hará «aunque trate de amedrentar» diciendo que con la oposición se «volverá al pasado».
«Hay gente resentida porque se les han llevado a sus familiares y son inocentes. Hay además corrupción y la vida está muy cara», argumentó.
Carlos, quien prefirió identificarse sólo con un nombre, tuvo que cerrar su quesería en 2019 porque no pudo aguantar la extorsión de 100 dólares que debía de pagar por semana a las pandillas. Aún así, es crítico.
«Siempre sentimos temor, pero no podemos confiar 100% en la policía y los militares, entre ellos hay personas malas. La gente tiene lo que quería, seguridad. Pero eso no es todo, hemos perdido libertades», aseguró.
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