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1999-2024: cómo han cambiado nuestras vidas

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Betina Barrios Ayala

La ciudad ausente

La noche del pasado 1ro de diciembre, gracias a favores de los amigos, acudí al ensayo abierto de la puesta en escena de una ópera estrenada en 1995 y cuya última presentación fue en 1997 en el mismo teatro, el Colón de Buenos Aires. La ciudad ausente, libreto de Ricardo Piglia, basado en su novela homónima. Pensé, involuntariamente, en el afán romántico de la coincidencia, en el azar, la repetición, el fatum. Fui a buscar respuestas para la ausencia de mi ciudad, la ausencia de mí en la ciudad, la que habito y la que añoro, Caracas, mi ciudad ausente, Buenos Aires, la ciudad donde moro mientras me ausento de ella, y donde usualmente me siento así: ausente.

La ausencia es algo parecido al espectro, a la imagen vacía, al vacío de uno mismo, aquello aterrador y borgiano, el temor y el encanto de eso abstracto que es uno mismo en esencia.

Decían las voces cantantes:

“Afuera de la vida, ni hombres ni pájaros. Yo la he creado para la música, no para los hombres. Ninguno puede amarla (..) Yo soy un espía, un extranjero. Solo persisten en el canto, en la voz, en el alma que no muere”.

Entré llena de esperanza. Encontré una puesta en escena deslumbrante, llena de horror y de locura, paisajes demolidos por el tiempo, negros de futuro, mujeres enloquecidas, prisioneras y robóticas, investigadores, científicos y caníbales. Salí abrazada a la certeza del vuelo de la voz como los pájaros. Ejercer una arqueología del recuerdo de una especie de visión, busco entre los ecos de otros parajes, sensibilidades que habitan la dureza de atender a la observación quieta, el ejercicio de la crítica, la denuncia, pero también la búsqueda del abrazo, el sueño de la reconciliación.


Carlos Alfredo Marín

¿Cómo investigar para contarla?

¿Con qué trabajará el investigador dentro de treinta años si la memoria reciente del país se ha descuartizado sistemáticamente desde el poder? Recientemente, una de mis peores pesadillas se hizo realidad en la Hemeroteca Nacional, ubicada en Caracas. Solicité varios periódicos impresos del 2018 para consultar algunos datos. Soy historiador. Vivo de la investigación.

“No llegó nada, Carlos”, me respondió el referencista. Fue un golpe: experimentar la ausencia de las noticias recientes representa el olvido que nos aniquila en silencio. “Ese periódico dejó de imprimirse en 2017”, agregó. Me llevé las manos a la cabeza. Me retiré lentamente. Caminé en torno a la mesa de consulta. Tomé conciencia de las preguntas que quedaban sin respuesta. Algo de tristeza e impotencia. Imaginé los estantes vacíos, los pasillos sin vida. ¿Cómo escribir sin tener acceso a los reportajes, artículos e imágenes? Lo que sí se ha venido imprimiendo, sin pausa, son periódicos de propaganda, donde abunda lo panfletario y la “verdad” oficialista.

Me fui de la Hemeroteca cabizbajo, un sitio donde suelo sentirme a gusto en medio de impresos del siglo XIX y XX, y en donde su personal acude a trabajar con esmero, aunque esto signifique no tener aire ni luz en los depósitos, mucho menos un sueldo digno.

Al salir, unos estudiantes se acercaban a la entrada del edificio. Uno de ellos se aproximó a mí. Me preguntó: ¿dónde puedo leer los periódicos de los años 1960? Les di recomendaciones breves. En sus ojos vi curiosidad: la esperanza. Seguramente consultarán El Nacional. También solicitarán El Universal y La Esfera. Podrán revisar los números de Élite o Bohemia. Tendrán opciones para acercarse al pasado con libertad. En cambio, ¿cómo harán los que quieran acercarse a estos años del chavismo desde la nada? ¿Cómo investigar para contarla?


Carlos César Ríos

Esperando en el rompeola-país

Cuando aquel 4 de febrero de 2003 fuimos despedidos a través de un comunicado de prensa, de la que fue la segunda empresa petrolera más grande del mundo, Petróleos de Venezuela, supe que a partir de allí todo sería diferente. Ese día sentí el frío de la daga del dictador en mis huesos. Comenzó el vía crucis. Primera estación: formar parte de las miserables listas negras del régimen. Convertirse en especie de escritor en negro, con correos electrónicos falsos para camuflar la identidad. Transfigurarse en un profesional anónimo, en un ventrílocuo oculto que proveía clandestinamente conocimiento para la voz de los que sí les estaba permitido exhibirse. En fin, convivir con el estigma de la segregación profesional. Segunda estación: padecer sin cura el recuerdo de la barbarie cuando de un plumazo miles de años de experiencia fueron pulverizados (18.756 empleados despedidos), 1.400 patentes de invención desechadas, cientos de estudios técnicos tirados en bolsas negras, 21 millones de horas-hombre de adiestramiento pérdidas. “Un holocausto laboral” lo calificó el historiador Manuel Caballero. Los últimos 25 años mi vida de ciudadano ha sido de duelo, pero no solo por lo que a nivel personal ha significado. Más allá de este dolor íntimo, he vivido en duelo porque hoy día el país es un sudario humedecido por tantas muertes. Duelo por los cientos de presos políticos cruelmente encarcelados. Duelo porque estamos deshilachados por el adiós de millones que han partido. Aprender a vivir “el país como herida” (citando a Ana Teresa Torres) ha sido de purgación. Y en este proceso, sigo esperando en la punta del rompeolas-país, con el anhelo de que el oleaje nos traiga la democracia, y en sus espumas la posibilidad del abrazo físico de mis dos hijas.


Carlos Egaña

Venezuela, país futurista

La gente protesta con entusiasmo, repite consignas de forma rítmica, mágica; el Estado distorsiona sus intenciones cuando se comunica sobre las manifestaciones. Las familias se dividen por detalles en el discurso cuando cada uno de sus miembros sufre el mismo problema: no hay techos y los bolsillos son polvo total mientras unos poquitos se llenan las gargantas de baba. La violencia literal hacia los otros es cada vez menos una idea impopular. Nos emociona en este contexto redescubrirnos, innovar tanto, buscar activamente nuevas conexiones entre el presente y el dolor histórico, pero no queremos compartir todo con todos: conseguimos lo nuevo en contra de lo viejo, que también es ahora nuevo. Esto observo mientras recorro las calles de Nueva York. Es lo que parecen observar mis amigas, mis amigos en el exilio o en nuevos comienzos cuando comentan sobre sus experiencias en su tajada del mundo.

En estos últimos veinticinco años, nuestro país ha sido a veces más caricatura, más épico, más trágico. Pero ha existido más o menos igual: tal vez somos más cínicos ahora, pero solo tal vez. El resto del mundo sí ha cambiado y se parece cada vez más a nosotros. Muchos estarán convencidos —especialmente, pienso yo, aunque tal vez sin estarlo consciente, por nuestro humor— de que nos quedamos atascados en los años noventa. Es un error: somos los descendientes lejanos de Casandra, nuestras ciudades han sido cápsulas de futuro que el resto del globo no quiso ver. Si París fue, según Walter Benjamin, la capital del siglo XIX, Venezuela es el país del siglo XXI.


Carlos Genatios

Sólo una cosa no hay, es el olvido” 

(J.L.Borges)

Nelson: Carlos, te invito a escribir sobre tu vida en los últimos 25 años.

Gracias, Nelson. ¡Un imposible honor! ¡Gracias!

25 años. El tiempo no es mecánico como el del reloj; es de eventos: palabras, ideas, sentimientos, imágenes. Construirlos en relato es un viaje en un punto, enumerando el infinito. El Aleph de Borges: “He visto, urbes, trabajos, días de varia luz, el hambre; no corrijo hechos; el voyage que narro, es autour de la chambre”. Es “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos; todos los espejos; cada letra de cada palabra de cada página, la circulación de mi sangre oscura, el engranaje del amor y la modificación de la muerte. Sentí infinita veneración, infinita lástima”.

Infinitas impresiones.

1998: Marruecos, caminando Los Atlas y el desierto. Francia, postdoctorado. Chávez gana las elecciones. Regreso a Venezuela. Director del IMME-UCV. Y me vinieron a buscar. “Te necesitamos”, “Te proponemos que seas viceministro”. ¿Qué? Años hablando de vivienda y riesgos. Bueno, a trabajar; con todos los riesgos, es una oportunidad de hacer país. Mindur: 258 obras, abandonadas, detenidas, sin dinero; Cumaná: un comedor inconcluso, estudiantes protestan, uno muere; los ayudo y termino padrino de promoción. Vivienda, red sismológica. Sin embargo, era imposible trabajar con esta gente. Decido regresar a la UCV. Pero creció el río Aragua; damnificados, vuelo a atenderlos. Lleno de barro, me buscan en helicóptero para ir al Aló, presidente. Nunca había cruzado palabra con Chávez: “Qué pasó en Barcelona”; cinco familias damnificadas, situación controlada… Me interrumpe, anuncia “está hablando el ministro de Ciencia y Tecnología” ¡yo no sabía! Todo se acelera. Ministerio sin gente, oficina, recursos. Aun así, otra oportunidad de hacer país. E hicimos: equipo, Infocentros, Locti, plan nacional de CyT, agendas, proyectos, clusters, becas, comité con rectores de universidades, préstamo del BID, avanzar… pero era imposible, las fuerzas del retroceso operaban.

2001: Vuelo de Daca a Beijing; Hugo, es correcto oponerse a que los americanos persigan aviones con droga en nuestro territorio, pero primero deben ocuparse los ministros de defensa y Cancillería. Eres el presidente. “No, yo no me escondo”. No es esconderse, es usar los recursos adecuadamente. Los americanos no son nuestros mejores amigos, pero tampoco son nuestros enemigos. Culminé secundaria en un pueblo en los Apalaches, donde muchos creen en brujas; terminarás siendo una bruja, un tema de política interna, y eso no conviene a nadie. Tenemos mucho que hacer, viviendas, escuelas, salud, industria; no perdamos tiempo. ¿Crees que verás el final del imperio?, ¿del capitalismo? Olvídate de eso. Con no comprarnos el petróleo seis meses, nos aniquilan. “¿A quién se lo van a comprar?”, a cualquiera. Pero Chirac le había inoculado el veneno: “Usted puede ser líder de potencias intermedias”. La aeromoza: “Aterrizamos, a tu puesto”.

Media hora después, Jian Xeming a Chávez: “Hugo, ¡bienvenido! ¿Tú crees que vas a derrotar a los americanos, ver el fin del imperio, del capitalismo? Óyeme bien, ellos no son nuestros amigos, pero tampoco nuestros enemigos. Hace una semana les atrapamos un avión espía. Mandaré a los pilotos de vuelta, pero el avión lo devuelvo en una cajita de zapatos. No creas que van a desaparecer, no te enfrentes como si fueras a vencer; no te equivoques”. Chávez me dijo: “Qué estarás pensando”.

El Aleph: los niños Fadoul, Pudreval, insultos, secuestros, 160.000+ muertos, sentencias de 30 años, jueza Afiuni, desequilibrio del CNE, “eres la nada”, viviendas construidas sin norma por bielorrusos, y chinos; lista Tascón, petróleo regalado, Odebrecht, 18.000 petroleros expulsados, babalaos; protestas, escudos de cartón, violaciones de DD HH, presos políticos. Ley de Tierras, “gas del bueno” contra estudiantes.

Demasiada destrucción, demasiada mentira.

Renuncio. Hugo, me voy. “No te vas, necesito que ayudes a Lula, vete a Brasil”. No. “Bueno, como te gusta la educación y la ciencia, te mando a la Unesco”. No. “Basta. Necesito que agarres Pdvsa, ya”. No, no estoy buscando trabajo.

Vuelta a la UCV. A continuar. Consultorías al BID; Geópolis, Red Latinoamericana de Reducción de Riesgos de Desastres, CAF: 50 proyectos, 40 expertos, 12 países. Ingreso a la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat. Ojo Electoral. 300 artículos de opinión escritos, 18 libros, 120 artículos científicos. Comité estratégico de la MUD. Abrir camino con esfuerzo, como es la vida. Miembro del Consejo Directivo del Centro Internacional de Ambiente y Energía Atómica. Dos condecoraciones de Francia. Y lo más importante, mi familia, mis hijos.

En eso, el grito: “A los que no les guste la inseguridad, que se vayan”; salimos 8 millones, perseguidos, muchos con hambre; y tantos que se han quedado comiendo basura con los Ferraris pasándose enfrente.

Al escribir “Patria, Socialismo o Muerte” recibí amenazas, esta vez mucho peores que otras; salí. Una jueza servil nos denunció a Interpol, pero fueron parados en seco: “Pretenden violar nuestros estatutos (de Interpol)”.

Exilio. A continuar: programas de reducción de riesgo y vulnerabilidad social; huracanes, cambio climático, terremotos. Programas educativos: Tesla, SIG, Robótica, TI, IA, drones, NASA. Tanto que hacer, tanto que aprender, tanto que dar. Y también, experiencias para la reconstrucción; para cuando termine la tormenta y entre escombros, renazcan las ideas, y salgamos de la caverna. Entre obstáculos y sombras, la luz en el horizonte.

Las palabras no alcanzan, apenas comienzan. Otro día seguiré. ¡Qué gran aventura la vida!

El juego no termina, hasta que termina: It ain’t over till it’s over -Yogui Berra-.

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