La escritora mexicana Cristina Rivera Garza acaba de reunir 18 años de poesía en Me llamo cuerpo que no está, un volumen en el que habla de la vulnerabilidad de los cuerpos, de la violencia contra las mujeres, la enfermedad o el lenguaje como investigación.
Rivera Garza no cree en la escritura como una torre de marfil: «La poesía no vive fuera, en un limbo abstracto sin relación con nosotros», dice en una entrevista con Efe al hilo de la publicación de este nuevo volumen en España, que puede considerarse también una radiografía de su narrativa, tanto de ficción como de no ficción.
Ahora, por primera vez, la autora encerró toda su poesía desde 2005 a 2015; por sus páginas corren los temas que vertebran su obra, la enfermedad, el lenguaje y sus trampas, el duelo, la violencia machista en México o los orígenes de cada uno y cómo honrarlos sin por ello idealizarlos.
Rivera Garza, premio Xavier Villaurrutia, José Donoso, Sor Juana Inés de la Cruz en dos ocasiones, y Roger Caillois, entre otros galardones, es la primera escritora en entrar en el Colegio Nacional de México.
La autora publicó en 2021 uno de los libros más conmovedores y con mayor éxito, El invencible verano de Liliana, donde relataba cómo había sido el feminicidio de su hermana Liliana, título por el que obtuvo el premio Xavier Villaurrutia.
Rivera Garza, considerada una de las mejores novelistas de México, repitió en varias ocasiones que el feminismo «es el pensamiento más lúcido para enfrentarnos al futuro».
En su poesía crítica y con la que lleva al lenguaje hasta sus límites, la autora rompe los géneros de muchas formas, entre ellas, con la introducción en sus poemas de tuits, textos, fragmentos de redes sociales o telegramas, además de con textos en prosa.
«He hablado de la escritura —explica la autora— como un trabajo, no en el sentido de empleo, ¡ojo!, sino como la capacidad de reproducir (deformar, afinar, cambiar, destruir, contestar) los materiales con los que nos vemos a diario».
«Una de las capacidades de ese trabajo —continúa— es producir maneras de percibir distintas a las heredadas, de ahí la noción de revelación. La escritura despierta al lenguaje, lo increpa, lo subvierte, lo incita».
Para Rivera Garza, la poesía es «quedarse con la duda» y cita a la escritora estadounidense Lyn Hejinian para añadir que «la poesía es el lenguaje con el que investigamos el lenguaje. Al final, como tantos, tengo que confesar que no sé qué es la poesía», reconoce.
Pero una cosa asegura tener clara cuando se habla de poesía pura. «En realidad cuando se habla de poesía pura se habla de una ideología: la narrativa de la modernidad que quiere hacernos creer que los discursos y prácticas dominantes son ‘neutras».
«No hay tal cosa, por supuesto —asevera—. Me gustan los libros que me incitan a ponerme de pie, a respirar hondo, a escribir algo más. Me interesan los textos o artefactos que me dicen: otra vida es posible. Otro mundo, otro lenguaje, otro amor», concluye.
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