En un discurso pronunciado en la Universidad de Valladolid el 19 de enero, el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, declaró que Hamás era una creación del Estado de Israel. Desde 1985, Israel ha seguido apoyando y financiando a Hamás, con el fin de dividir a los dirigentes del movimiento palestino. Es concebible que Israel esté satisfecho con la incapacidad de los palestinos para crear un gobierno único y con la división de los territorios palestinos en dos entidades, una en Cisjordania y otra en Gaza. Pero, ¿podemos aventurarnos tan lejos como nos lleva Borrell? ¿Israel, financiador de Hamás? Es una acusación grave, que entra dentro de la categoría de teoría conspiratoria mientras no se aporten pruebas. Si seguimos el razonamiento de este político socialista, los israelíes no serían las víctimas de Hamás sino, en cierto modo, los culpables de lo que les sucede, atrapados en su propia vileza.
Convertir a las víctimas en culpables es una artimaña argumental clásica, que en el caso de Israel oculta sentimientos ambiguos que recuerdan el momento álgido del antisemitismo. Encontramos la misma ambigüedad absurda e insoportable en las consignas que gritaban los manifestantes propalestinos en las calles de Madrid: «¡Parad el genocidio de los palestinos!». ¿Genocidio? ¿Dónde están las cámaras de gas? ¿Dónde está Auschwitz?
La declaración de Borrell, no contrastada, sorprende todavía más porque se supone que él es la voz de la Unión Europea. Sin embargo, todos los países de la Unión apoyan la erradicación de Hamás por parte de Israel. Por tanto, me parece que Borrell ha incumplido su mandato. Es cierto que este se acaba pronto, y que sin duda le preocupa menos ejercer su cargo actual que preparar su regreso a la política interior española. Allí estará en buena compañía, ya que Pedro Sánchez también ha adoptado una postura antiisraelí y propalestina, una postura que trata de disimular con un relato hipócrita que consiste en pedir un alto el fuego inmediato. Sabemos muy bien que ese alto el fuego consagraría la victoria de Hamás, que conservaría gran parte de su infraestructura militar en Gaza y su capacidad para golpear a Israel. Una capacidad que dista mucho de haberse agotado; a pesar de la presencia del Ejército israelí, Hamás sigue siendo capaz de atacar cada día a Israel con misiles disparados desde sus bases en Gaza.
Entender la posición española, en concreto la de la izquierda, no es fácil porque los portavoces de esta izquierda no son explícitos, ni sobre la información que tienen ni sobre la lógica de su posición. Así que tenemos que adivinar. La primera razón por la que Sánchez y Borrell se inclinan por los palestinos es la política interior. Es prácticamente el único tema en el que el Gobierno de Sánchez muestra cierta unanimidad. Todo lo demás les divide.
Pero, ¿por qué es tan propalestina esta izquierda? Sin duda, en una especie de último estertor del marxismo, los socialistas españoles ven a los palestinos como los proletarios por excelencia, oprimidos por los capitalistas israelíes. Después de Stalin, Mao, Castro y Chávez, no quedan muchos héroes de izquierdas. Los socialistas españoles creen haberlos encontrado en Gaza. Otra explicación es la pura ignorancia de la situación local. Los socialistas españoles pretenden creer, o realmente creen, que Hamás encarna al pueblo palestino. Sabemos que no es así. Los habitantes de Gaza, lejos de aclamar a Hamás, llevan 30 años sufriendo su opresión. El resto del mundo árabe no se equivoca: Hamás no cuenta con el apoyo ni de los palestinos de Cisjordania ni del mundo árabe a su alrededor, con la excepción del lejano Irán, que persigue sus propios objetivos de desestabilización de la región. Los dirigentes egipcios y saudíes apoyan de hecho a los israelíes, con la esperanza apenas disimulada de que consigan librar al mundo árabe-musulmán del terrorista y milenarista Hamás. Porque Hamás no es un partido para la liberación de Palestina, sino un movimiento religioso para la conversión del mundo árabe-musulmán a una versión fundamentalista del islam, la misma versión que encarnaron antes que él Al Qaeda y el Daesh en Siria.
Estas posturas de la izquierda española no han tenido ni tendrán influencia en el conflicto de Gaza, no solo porque el mundo árabe ya no se opone a Israel, sino también porque Israel, desde su fundación en 1948, nunca ha cedido a las presiones y los consejos externos. Tal vez sea una torpeza por parte del Estado hebreo el no aceptar un alto el fuego o considerar seriamente la creación de un Estado palestino a sus puertas. Pero en lugar de condenar, podemos intentar comprender. Toda la historia del pueblo judío, desde sus orígenes, ha sido una serie ininterrumpida de exilios y exterminios. Todos los israelíes o sus hijos son refugiados, expulsados de Europa Central o, en el caso de la mitad de ellos, de los países árabes donde habían vivido durante siglos. Aunque algunos palestinos fueron expulsados de sus tierras por los israelíes en 1948, es demasiado fácil olvidar que la mayoría de los israelíes fueron expulsados de Egipto, Irak, Irán, Marruecos, Túnez, Yemen y Siria. Los judíos que decidieron establecerse en Israel, con el beneplácito de la ONU, llegaron a la conclusión de que siempre estarían solos en el mundo y de que solo la fuerza garantizaría su seguridad y su supervivencia. Israel es una nación perpetuamente en armas; no representa a todos los judíos del mundo, pero les ofrece un último refugio en tiempos de peligro. Mao dijo que el poder reside en la punta del fusil. Para los judíos de Israel, su supervivencia está en juego. Podemos deplorarlo, pero ¿quién les ofrece realmente una alternativa y una garantía a largo plazo? ¿España? ¿La izquierda española? Señor Borrell, ¡un poco de seriedad.
Artículo publicado en el diario ABC de España
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