Ana, una mujer de 35 años y madre de dos hijos, se encontraba atrapada en un ciclo de estrés y descontento. A pesar de tener un empleo estable y una familia amorosa, a menudo se sentía abrumada por las presiones diarias y rara vez se detenía a apreciar los aspectos positivos de su vida.
Ana nos expresó su frustración al señalarnos que siempre estaba persiguiendo la felicidad sin alcanzarla. Le sugerimos a Ana que comenzara una práctica diaria de gratitud, enfocándose en reconocer y estimar las pequeñas alegrías y las cosas buenas de su vida, y que comenzara escribiendo tres cosas por las que estaba agradecida cada noche antes de dormir. Al principio, encontraba difícil identificar aspectos positivos, pero con el tiempo, comenzó a notarlas aunque antes las pasaba por alto como la sonrisa de sus hijos, una buena taza de café, un momento de calma. Así dio inicio al dar gracias a la vida por ello. Después de varias semanas de mantener esta especie de ritual, Ana notó un cambio en su perspectiva y se sintió más tranquila y menos ansiosa. También apreció más los momentos con su familia y se encontró disfrutando de las pequeñas satisfacciones, que sumadas le brindaban mayor bienestar.
Impacto en la felicidad
La práctica constante de la gratitud ayudó a Ana a redirigir su enfoque centrado en lo que le faltaba en la vida hacia lo que ya tenía. Esto no sólo redujo sus niveles de estrés, sino que también incrementó su sensación general de bienestar y felicidad. Ana descubrió que al agradecer lo bueno, incluso en los días difíciles, podía manejar mejor las adversidades y encontrar alegría en su vida cotidiana.
El caso de Ana es un ejemplo inspirador de cómo la gratitud puede transformar la experiencia de vida de una persona. Al practicarla, Ana mejoró su confianza emocional, y también enriqueció su experiencia diaria.
La gratitud: más que un sentimiento
En el mundo acelerado de hoy, donde las preocupaciones y el estrés a menudo nos abruman, encontrar la felicidad puede parecer una búsqueda difícil. Sin embargo, la psicología nos ofrece una herramienta sorprendentemente sencilla y poderosa para acercarnos a una vida más feliz: dar gracias a la vida.
La gratitud no es solo una respuesta pasajera para recibir algo bueno. Es una actitud activa hacia la felicidad. Es un reconocimiento consciente y una apreciación de los aspectos positivos con los que nos topamos periódicamente, incluyendo las acciones de los demás, las experiencias personales, o la apreciación del mundo que nos rodea.
Numerosos estudios han demostrado que la práctica regular de la gratitud está asociada con una serie de beneficios psicológicos (Emmons, RA y McCullough, ME (2003). Estas investigaciones demuestran que las personas que escribían regularmente sobre las cosas por las que estaban agradecidas experimentaban un aumento significativo en su bienestar general, comparado con aquellos que no lo hacían.
La gratitud puede aumentar la felicidad al cambiar nuestra actitud. Al centrarnos en lo positivo, en lugar de exaltar lo negativo, modificamos nuestra manera de ver el entorno y nuestras experiencias en él. Esta actitud de agradecimiento nos ayuda a reconocer lo positivo, incluso en momentos arduos, lo que aumenta nuestra resiliencia y capacidad para enfrentar los desafíos.
Practicar la gratitud es tan simple como llevar un “diario de gratitud”, donde se anoten periódicamente las cosas o circunstancias que se agradecen. También es útil expresar nuestras “gracias” a los demás, ya sea verbalmente o a través de acciones. La relación entre la gratitud y la felicidad es clara y poderosa. Al adoptar una actitud de gratitud, no solo apreciamos más lo que tenemos, sino que también abrimos la puerta a una mayor felicidad y satisfacción en nuestras vidas y la de nuestra familia y seres queridos.
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