En un año electoral, con el propósito de neutralizar, desmotivar, desmovilizar y hasta de encarcelar a quienes disienten o se le oponen, el régimen neototalitario de Nicolás Maduro lanzó la llamada «furia bolivariana». Una furia que en pocas horas dejó su rastro en las casas de los partidos políticos «no revolucionarios», en instalaciones de organizaciones como Fundaredes e incluso en una de las sedes del Colegio de Ingenieros, en cuyas fachadas dejaron muestras de su barbarie e intimidación.
Además el régimen ha iniciado una persecución «judicial» contra todo aquel que realice una crítica ante los salarios miserables, ante la destrucción de la educación, ante la desgracia que viven los «centros de salud», ante la destrucción de los servicios públicos (vivir sin luz, agua, sin gas, sin gasolina), ante la corrupción, y ante las violaciones de derechos humanos, al punto de que un individuo más ignorante que el otrora Carlos Ortega, como Wills Rangel, sea el «responsable» de señalar a los trabajadores que son «traidores».
Un país donde toda la infraestructura pública está en ruinas; del que, según cifras de la ONU, más de 7,2 millones de venezolanos han emigrado; donde se estima que más del 75% de la población tiene dificultades para adquirir los alimentos básicos, donde es muy alta la deserción estudiantil y ha disminuido de manera dramática la matrícula universitaria, porque su población joven prefiere irse del país al no encontrar posibilidades de desarrollo en el corto, mediano y largo plazo. Esa es la realidad que el régimen no puede ocultar con la desinformación ni con los llamados «fake news» que elaboran sus laboratorios de redes.
En tal sentido, solo podemos establecer como analogía que la «furia bolivariana» que está generando el régimen como última carta para detener el deseo de cambio que tienen los venezolanos, es una acción que marca el rechazo y la condena de quienes solo hemos vivido orientados y ajustados al Estado de derecho, y con las normas democráticas.
O sea, no tiene sentido buscar atajos fuera de la Constitución y las leyes, máxime con un régimen que perdería cualquier elección en comicios que se ajusten con las mínimas normas de libertad y de viabilidad democrática, es decir, independientemente de las pseudo-encuestas que ordena preparar el madurismo con el propósito de confundir a los electores, la verdad está en la calle, y el día a día que vive un pueblo lleno de dificultades económicas y sociales.
Por ahora, la «furia bolivariana» seguirá llegando en millones de venezolanos a los países hermanos de Colombia, Brasil y México. Un trinomio de presidentes que inundados en afasia ante la persecución política que ocurre en Venezuela, pareciera que ellos no la vivieron en sus naciones, o más aún, saber quiénes los acusan a ellos de semejante barbarie en sus naciones.
La furia bolivariana es la que estamos sintiendo quienes seguimos resistiendo la agonía de un país en todos sus estadios y niveles desde que el madurismo llegó al poder, pero hoy pareciera que solo le queda la represión ante la furia del pueblo: el voto, con el cual serán barridos de Miraflores.
@vivassantanaj_
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