Latinoamérica se ha convertido en el nuevo campo de juegos de China. El imperio rojo busca conquistar el traspatio de Estados Unidos. El régimen comunista ofrece caramelos envenenados. Deuda trampa, comercio desigual, equipo bélico y ejercicios militares “pacíficos”.
El comercio de bienes entre Latinoamérica y China se multiplicó 35% entre el año 2000 y 2022. Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), reporta un impresionante salto de 14.000 millones de dólares a 500.000 millones.
Perú anunció que pondrá la alfombra roja al dictador chino Xi Jinping, como invitado de honor en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC) y en la inauguración del puerto Chancay en noviembre de este año. El ejército chino juega sus cartas.
El puerto Chancay contó con una inversión de 3,500 millones de dólares. China se asegura una poderosa y peligrosa puerta de acceso a Sudamérica. La firma asiática Cosco Shipping tiene mayoría en el proyecto, pieza clave en la exportación de soja, litio y cobre.
El presidente de Argentina, Javier Milei, ha mantenido una actitud contracorriente. Ha dicho no al equipamiento bélico de China y en un hecho sin precedentes expresó su preferencia por los aviones estadounidenses F-16. Un desaire al imperio rojo.
Milei golpeó la estrategia económica global de China. Argentina dijo no a la invitación de sumarse al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica). Esta decisión fue un parteaguas en la larga y vergonzosa política dócil del kirchnerismo hacia China.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, también se ha encargado de abrir las puertas a la dictadura de China. Durante su visita al país asiático Lula habló de poner fin la hegemonía del dólar y de fortalecer las transacciones comerciales en otras monedas.
Brasil ha mantenido una controversial política de acercamiento con China utilizando como pretexto la doctrina de un mundo multipolar. Con esta excusa, el presidente Lula invitó a militares comunistas a participar en el Seminario de Doctrina Militar Terrestre (Coter).
El gigante asiático no da nada gratis. China no solo exige la ruptura de relaciones con Taiwán, ahora ha pedido a sus súbditos en África y Latinoamérica que elogien su modelo retorcido de derechos humanos ante la ONU o que al menos se abstengan de criticarlo.
China no esconde sus proyectos multipropósitos. El régimen comunista no solo promueve productos de mala calidad, empleos mal pagados y violaciones a los derechos humanos. China impulsa proyectos de infraestructura con fines comerciales, geopolíticos y militares.
El gigante asiático controla no solo las industrias de litio y cobre en América Latina, también se ha convertido en el principal proveedor de tecnología de telecomunicaciones. Todos sectores trascendentales en términos comerciales, de defensa y seguridad.
Sin lugar a duda, la única garantía para frenar el acelerado avance de China en Latinoamérica sigue siendo la democracia y el contrapeso de un mayor liderazgo de Europa y Estados Unidos.
Los países que hoy se rinden ante el dragón asiático deberían verse en el espejo de África y Asia. Los chantajes, violaciones a la soberanía, derechos humanos y daño ambiental, son la letra pequeña de los contratos con China, de sus propuestas indecorosas y de sus caramelos envenenados.
El autor es periodista exiliado, exembajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega.
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