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La amnesia de Gustavo Petro y el M-19 sobre Bolívar

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El fin de la insurgencia y las balas no ha significado que después de 34 años los exmiembros del Movimiento 19 de abril (M-19), incluyendo el presidente Gustavo Petro, tengan un gesto de paz y reconozca la verdad.

Unidos, en cambio, los exguerrilleros y el Gobierno nacional intentan imponer un relato paralelo y oficial que enfrenta, sin evidencia, la investigación de la Comisión de la Verdad que describe con pruebas y testigos la alianza de esta guerrilla con Pablo Escobar en la toma violenta del Palacio de Justicia y el robo de la espada de Simón Bolívar de la casaquinta donde la tenía el Gobierno colombiano.

Para cambiar el relato oficial, la izquierda colombiana –salvo escasas excepciones– lanza su política de deconstrucción fáctica, con un particular interés en sustituir el lenguaje con palabras como «recuperación de la espada», en vez de robo, para, dice el ministro de Justicia, «resignificar» los hechos.

Resignificar me parece un término impuesto por esos estudiosos colombianos del deconstructivismo francés, y ya, puro esnobismo académico. Pero lo que importa es que la verdad oficial es otra y pocos quieren que se imponga un relato que se acomode a la experiencia de los exmiembros de esta guerrilla, que hoy gozan de enorme protagonismo en el gobierno nacional, y se abstienen de dar un debate amplio con voces antagónicas; algo esconden.

Cansados, pero reinvindicacionistas, los exguerrilleros, y algún cronista, han sido los únicos invitados para hablar en el homenaje de los 50 años del robo de la espada de Bolívar. En él repitieron que el M-19 «recuperó» la espada para darle el sentido «simbólico» y «revolucionario» que tenía el Libertador, como si esta condición, en principio, fuera verdad.

De Bolívar y sus aduladores de izquierda se dicen muchas cosas. Una de ellas es que Hugo Chávez ha sido el eje fundamental que expandió el mito del líder venezolano. Se equivocan. Con el M-19, en 1970, comienza la obsesión de la izquierda regional por su imagen. Este grupo, como Chávez, siempre ha defendido que Bolívar era un revolucionario, un alzado en armas, y nada más, obvio.

Bolívar en realidad significó mucho más. Liberado el continente, entendió que la excitación revolucionaria debía ser superada, porque amenazaba el orden de las nuevas naciones. Era un republicano, aunque al final de su vida desvarió con el antiliberalismo o dictadura. El revolucionarismo, esa idea de constante cambio y anarquía, que no permite avanzar y que todavía domina parte esencial de la política regional, fue precisamente el mayor desafío para su proyecto continental.

Presa del mito, la izquierda colombiana reivindica, como imagen absoluta, el sentido revolucionario de Bolívar. Es lo que le conviene, mentirse. Como también le sirve mitificar la figura del M-19, una guerrilla que dejó las armas en un acto de paz (en 1990), pero nunca les ha pedido perdón a las víctimas, tampoco ha dicho la verdad sobre sus vínculos con Escobar y la mafia, ni siquiera ahora cuando uno de sus exmiembros preside Colombia.

Una guerrilla mentirosa: el M-19 robó la espada de Bolívar, y de paso tuvo alianzas con el peor mafioso de la historia, así el relato gobiernista intente construir otro mito, fallidamente.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

 

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