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Colombia: entre el ridículo y el despropósito

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Cualquiera medianamente informado es capaz de imaginarse que el Foro Anual de Davos no es el lugar ideal para promocionar un país ni en lo turístico ni en el terreno de lo comercial. Este foro reúne cada año lo más granado del liderazgo empresarial mundial, representantes de muy alto nivel de algunos gobiernos y de algunos organismos internacionales interesados en beneficiarse de un conjunto muy vasto de conferencias y reuniones de muy alto nivel, donde se examina con lupa la coyuntura económica mundial y algunos asuntos políticos del momento que afectan la dinámica global.

El costo de participación de quienes asisten es muy elevado y evidentemente el que acude debe estar dispuesto a asumirlo en función del valor que pueda extraer como participante. En el caso de la vecina Colombia es posible intuir que el elevado presupuesto de participación del sector oficial se justifica y es asumido en función de las prioridades del país. Lo que no parece tener sentido es que se haya montado todo un vistosísimo aparataje de marketing del país, su folklore, sus atractivos naturales, sus productos, en las calles nevadas de este enclave alpino suizo.

La descollante estrategia promocional de la marca país en Davos por parte de ProColombia llegó hasta arrendar y acondicionar una casa con recursos oficiales que rondaron 1.200.000 dólares en una de las principales calles del diminuto poblado para desplegar allí las bondades de “Colombia, el país de la belleza”. La casa, cuya fachada contaba con una asoleada escena del Caribe colombiano, estaba destinada a ser visitada por los participantes y la prensa, en sus ratos de ocio por supuesto, que sin duda son pocos.

También alguien vendió a la administración Petro la idea de alquilar, acondicionar, transportar y conseguir los permisos de tránsito de un vehículo “yipao” (un  jeep Willys del año 1944) destinado a deambular por las calles del pueblito sin capota y bajo una temperatura que se encontraba entre los -6 y -12 grados en el país suizo. Este vehículo estaba destinado a   promocionar la cultura cafetera tropical, mientras en las salas del Centro de Convenciones se dilucidaban temas como el futuro de la inteligencia artificial, el impacto del clima en la salud, o la cooperación en el terreno de la seguridad dentro de un mundo fracturado.  Solo el contrato para disponer del Jeep para trasladarlo a Suiza  costó a los contribuyentes neogranadinos cerca de 40.000 dólares.

El ridículo y el despropósito fueron protuberantes, casi tanto como los discursos del presidente Gustavo Petro en el magno evento, pero de ello no nos ocuparemos esta vez. Solo señalar que, en su visita a la Casa Colombia, el mandatario aseguró, a través de sus habituales trinos: “Aquí decenas de miles de personas de todo el mundo miran la campaña ‘Colombia, país de la belleza”.

Falta solo destacar que la Procuraduría General de Colombia ha abierto una indagación previa sobre los costos de esta excéntrica aventura de marketing y la Sala de Instrucción Disciplinaria de este ente se encuentra revisando el negocio jurídico y la responsabilidad de la oficina pertinente de la Presidencia a cargo de la participación en el magno evento. En este contexto, se determinará la ocurrencia de conductas presuntamente irregulares y se determinará si constituyen faltas disciplinarias y el posible perjuicio causado.

Son muchos los cuerdos y aterrizados en Colombia. Abundan quienes no le quitan el foco a las cosas y hechos importantes, pero las posibilidades de otros de ser cursis, atrabiliarios y desenfocados son realmente infinitas.

 

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