Es curioso que en medio del mayor peligro de autodestrucción, como nunca ha ocurrido en este planeta, también descuelle el tema electoral. Por un lado, todo es candente: racismo, inflación, tragedias por lance humano y percances de la naturaleza; pero también hay lugar para la cordialidad y esta puede darnos el mejor reparo. Debemos ejercerla sin ambages. Es gratis y gratificante.
«…nadie podrá sacar a Chávez del corazón de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana…», dijo el general Vladimir Padrino López (15/3/2023).
No hay nada más honesto que la alabanza a un compañero de armas que se la ganó por su obra, que la historia en momento sereno va a calibrar, con fundamento en los hechos y develo de las deficiencias que por el estado de su ser orgánico pudieron haber demacrado su pujanza.
La historia está llena de ejemplares acciones humanas, que germinaron en alma honesta, en corazón sincero, en sentimiento optimista, en voluntad decidida por ayudar al prójimo. Si pudieron haberse realizado como lo quiso su autor o no -eso- no es óbice para rendir ofrenda a su memoria.
Prometer adhesión al ofrendado y a su ideal es consustancial y aun de haber vestigio de algún desapego en la acepción, la razón sabe encontrar restauración.
No debemos olvidar que la política es la más noble práctica, conveniente, expresión del ánimo benévolo, pacífico, de cooperación entre humanos, que aparece en la voluntad de hacer que se concreta en la acción para lograr lo conveniente, que interesa a todos, a fin de coexistir en armonía y vivir para convivir. Pero la política es puerta para albergar el cambio cuando hay mella, cualquiera sea su causa.
Así fue la iniciación política nacida en momento en que el humano se hizo grupal, que se generalizó mientras crecía en caseríos, pueblos, ciudades, países.
Esa convivencia se expandía en paz comunitaria con prevención para evitar riesgos causados por otros humanos y animales, lo que hizo nacer el arma. Pero esta no implica uso de poder o fuerza interna. La política no ha sido, conceptualmente, «poder» o «fuerza» mientras el arma es usada para disciplina, orden y seguridad del Estado. En el intercambio humano el arma se fue usando como artilugio de defensa, agresión, usurpación, pero no como herramienta de política, a pesar de interpretaciones alucinantes.
Tal vez lo más importante del acercamiento que necesita el país es la orientación a los jóvenes para que entiendan lo que va a ocurrir con base en lo que está sucediendo. Y como de donde menos se espera salta la liebre, llevémoslos a visitar una ferretería para que vean la inmensa variedad de cosas que no se hacen en Venezuela, que se fabrican en otros países de donde las importamos. Alli deben ver el platón que es fuente de ensalada.
Les hacemos saber que producimos petróleo, lo vendemos a otros países y que con el dinero que nos pagan podemos importar lo que necesitamos. También debemos decirles que eventualmente dejaremos de exportarlo, pero que tenemos otros minerales y gas natural para vender a otros países y que tendremos que concentrarnos en la producción agropecuaria y en productos de ríos, lagunas y el mar y que viviremos en un futuro promisorio.
Los venezolanos no debemos apartarnos de lo que pueda ser mejor que un chance de conversación. Y es alrededor de la mesa Venezuela donde deben lucirse cordialmente sus civiles y sus militares, pues no es concebible que el país se encamine hacia un proceso electoral sin que haya una clara percepción nuestra y foránea de que entre los venezolanos existe un lazo claramente visible de convivencia, no de peligrosa e improcedente coexistencia.
La politica es para ofrecer buenos caminos para que el país escoja. Todo ello encaja en la actitud honorífica de aquella escena triunfal que estará siempre viva en la memoria de todos los venezolanos:
«Gloria al vencedor», «Honor al vencido».
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