Por Germán Wille
El proyecto, ambicioso y no exento de opositores, consistía en demoler San Telmo para levantar allí un barrio nuevo de diseño moderno y con capacidad para 400.000 habitantes. Corría el año 1957 y los promotores de esta idea, que era auspiciada por el Banco Hipotecario, sostenían que de este modo le darían densidad a esa zona del sur de la ciudad de Buenos Aires que se encontraba en aquel momento, según los ideólogos del innovador plan, “atrofiada y en pésimas condiciones de habitabilidad”.
Proyecto para el Barrio Sur fue el nombre que recibió esta faraónica iniciativa que buscaba renovar, de manera contundente, las 200 hectáreas porteñas que se encontraban encerradas entre las avenidas Caseros, 9 de Julio, Belgrano y Paseo Colón. Está claro, a la luz de los hechos, que el pretencioso emprendimiento no fue concretado. Pero quedan las maquetas, los planos y los artículos de la época para demostrar que la idea contaba con aval oficial e iba realmente en serio.
El plan que buscaba la total remodelación de uno de los barrrios más antiguos de la capital argentina surgió durante la presidencia de facto de Pedro Eugenio Aramburu y la iniciativa la tomó el presidente del Banco Hipotecario de ese Gobierno, Manuel Rawson Paz. Para llevar a cabo el diseño del Barrio Sur, este funcionario contrató a Antonio Bonet, un prestigioso arquitecto catalán que había trabajado en el estudio de Le Corbusier en París y que en la Argentina había formado el grupo Austral, con el que hizo un gran aporte a la arquitectura moderna en el país.
“La idea básica era demoler absolutamente todo, dejando algunos edificios de grandísimo valor histórico, muy pocos. Después, se respetaba la traza de las manzanas, quedaba como una retícula sobre la que se superponía una retícula mayor. De ahí salían los diferentes niveles, el nivel peatonal, el vehicular, el basamento de uso comercial y después las torres que tenían diferentes alturas”, explica, para LA NACION, el arquitecto e investigador Norberto Feal.
La construcción del nuevo barrio perseguía el objetivo de brindar un equilibrio entre lo que era la zona norte del eje céntrico, vista entonces como “prestigiada y en pleno desarrollo” y la zona sur, “detenida en su desarrollo hace medio siglo”, según los conceptos que vertió el propio Bonet en la explicación de su proyecto realizada en el Cuaderno de Arquitectura número 37, publicado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña (COAC). “La edificación de la zona es en general vieja, en estado de semidestrucción. En gran parte, las casas están ocupadas por varias familias, con servicios comunes, determinando los llamados ‘inquilinatos’, foco de verdaderos problemas éticos sociales”, añadía el urbanista en su rigurosa descripción de la barriada a transformar.
Con la nueva creación urbanística se buscaba también aumentar la densidad de la población de la zona y lograr que más vecinos de los suburbios que perdían horas diariamente en sus viajes para trabajar en Buenos Aires pudieran afincarse en el sur de la ciudad. De hecho, según los cálculos realizados en su momento, el proyecto buscaba incrementar nada menos que en un 957 por ciento la cantidad de habitantes del área a remodelarse. Esto sería, pasar de unos 47.000 pobladores de San Telmo y aledaños a unos 400.000 o, según otras publicaciones de la época, hasta 450.000 habitantes.
“A mi criterio, el del Barrio Sur es un proyecto ya muy tardío, porque es la idea de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), los primeros congresos de la década del ‘30 -explica Feal-. Esto es una derivación de lo que eran los CIAM y muy particularmenrte del proyecto de Le Corbusier (figura señera de ese movimiento) para París, o sea, demoler toda la ribera derecha a la altura del Louvre y hacer un conjunto de torres”. En la Argentina, explica el especialista, el propio Bonet había participado de un proyecto similar, el Plan para Buenos Aires, en los años ‘48 y 49.
Cómo sería el Barrio Sur
El Barrio Sur estaría dividido en seis sectores equivalentes, algo así como seis grandes manzanas, rodeadas y separadas entre sí por las calles y avenidas que conectarían esta nueva área porteña con el resto de la ciudad. Una red terciaria de calles de tránsito más lento ingresaría a cada uno de estos seis bloques del nuevo vecindario para llegar a diversos anillos de estacionamiento.
Con respecto al conjunto de las viviendas, estaría organizado en tres tipos de edificaciones. En primer lugar, una serie casas de dos plantas; luego, edificios de 11 pisos, de 30 metros de altura; y, finalmente, varias torres de unos 100 metros de alto, con 35 pisos. En los fundamentos del proyecto se hablaba de que cada edificación, según su altura, representaba una escala diferente: la escala del hombre, los más bajos, la de los árboles, los edificios intermedios y la del espacio, los imponentes rascacielos.
Entre todo este universo de edificios y casas de dos plantas, el proyecto de este enorme vecindario mostraba una predilección por los peatones, que contaban con múltiples espacios por donde deambular. Habría senderos, recovas bajo los edificios, plazas. Entre bloque y bloque, habría también puentes peatonales. Además, en el centro de cada uno de los seis sectores se ubicaría un gran corazón verde, con plazas, parques y zonas deportivas.
En la proximidad de los edificios y torres habría grandes explanadas donde se instalarían centros culturales, lugares de administración y salud pública, escuelas y puntos de esparcimiento para la vida social de los habitantes. Más hacia el exterior de cada uno de los seis sectores, estaría la zona comercial. Cada edificación del barrio, de acuerdo con su función, tenía un lugar bien diferenciado.
Feal explica que el proyecto de Bonet, “que era un gran arquitecto”, respondía a una corriente conocida como “arquitectura del Movimiento Moderno”. “Básicamente, torres en forma de tableta muy altas, con un basamento muy diferenciado, las plantas bajas libres, es lo que se conoce como la arquitectura moderna, que arranca en los años 30 hasta los 70, 80″, añade el especialista, que es además docente de Historia de la Arquitectura.
Por supuesto que la idea de llevar adelante semejante plan requería mucho tiempo. Y dinero. Se había pautado una realización en varias etapas a lo largo de 15 años, con inversiones de 19.000 millones de pesos.
Oposición al proyecto
Pero por más organizado que estuviera este proyecto para remodelar el sur porteño, su concreción sería imposible. Básicamente, la idea chocó desde un principio con varios frentes que se le oponían. El 3 de mayo de 1957 el plan fue elevado al Poder Ejecutivo y muy poco tiempo después se conformó la Comisión Vecinal de Defensa de la Zona Sudeste para manifestarse en contra del plan.
La entidad señalaba, en contra de las expropiaciones que implicaba el plan, que cada vecino tenía derecho a defender su patrimonio y su vivienda, amparado en la Constitución. A su vez, expresaban que era innecesaria la demolición de un millar de casas colectivas que se encontraban en buen estado y la falta de garantías de un proyecto que podría quedar trunco.
Entre las medidas realizadas contra el proyecto, la Comisión organizó una importante movilización, juntó firmas, y en las vidrieras de numerosos comercios de San Telmo se había adherido el cartelito con la leyenda: “Esta casa se opone al Plan Proyectado por el Banco Hipotecario Nacional”.
“Evidentemente, era un proyecto demasiado ambicioso para la Argentina, aún para un país que tenía un panorama muy optimista en ese momento. Imagínese la cantidad de expropiaciones, la complejidad jurídica de expropiar esa cantidad de manzanas. Y lo económico también”, explica Feal, al analizar las causas del fracaso del proyecto.
La Sociedad Central de Arquitectos y la Asociación de Amigos de la Ciudad eran otras entidades que también se opusieron a la remodelación del Barrio Sur. Y tampoco estaba a favor una figura fundamental, si se tiene en cuenta dónde se iba a realizar la obra: el intendente de la ciudad de Buenos Aires, Héctor Bergalli, que si bien estuvo poco tiempo en ese cargo -entre febrero y noviembre de 1957-, apoyó a la Comisión Vecinal.
Entre las causas más técnicas planteadas contra la remodelación, se decía que la densidad poblacional iba a ser excesiva, con un total de 4000 habitantes por hectárea, mientras que en Londres, por ejemplo, era de 500. Además, las distintas entidades opositoras explicaban que los precios de construcción y de los servicios públicos se multiplicarían por la puesta en marcha del plan, al punto de que sólo el 15 por ciento de los habitantes de aquel San Telmo de 1957 podría acceder a una de las nuevas viviendas del barrio remodelado.
También, por supuesto, intervino el componente político en la oposición al proyecto. Así, por ejemplo, en la revista Mayoría, que representaba el punto de vista del peronismo – proscripto por el gobierno que encabezaba Aramburu- se señalaba, en julio de 1957, que la remodelación del sur de la ciudad respondía a motivos revanchistas: “El barrio norte fue siempre predominantemente ‘contrera’ y los barrios del sud predominantemente peronistas -decía la publicación-. Por eso, ante este arbitrario proyecto de remodelación del Barrio Sur, sus habitantes expresan en voz baja: ‘Este es el desquite del Barrio Norte’”.
Finalmente, el 18 de agosto de ese mismo año, el Banco Hipotecario que había lanzado el proyecto dio a conocer a la prensa la resolución de la Junta Consultiva Militar que daba de baja la propuesta del Barrio Sur. “En atención a los intereses en juego, a la magnitud de la obra a realizar y a la temporalidad de este Gobierno, se juzga que la puesta en ejecución del proyecto no es oportuna”, señalaba el texto escrito por los militares, que recogió el arquitecto Francisco Liernur en el artículo Las políticas de vivienda de la ‘Revolución Libertadora’ y el debate en torno al proyecto para el Barrio Sur publicado en Block, la revista de arquitectura y Urbanismo de la Universidad Torcuato Di Tella.
“En el fondo, lo que se demostró acá era la inviabilidad de una sociedad de demoler un sector de la ciudad tan grande y tan significativo, más allá de que todo el movimiento patrimonialista no tenía la fuerza que tiene hoy, no era un tema instalado”, explica Feal, que concluye: “Las objeciones tenían que ver con la obsolescencia en que había caído el plan de tabla rasa, de demoler todo y empezar de cero, con planos tan poco flexibles, donde un sector enorme de la ciudad estaba diseñado por un equipo de arquitectos”.
Habían pasado tan solo 106 días entre la presentación en público del proyecto del Barrrio Sur y el anuncio de su cancelación. Así fue como San Telmo no se demolió ni vivió la transformación de su tradicional estampa que el plan le deparaba.
Poco tiempo después, en 1958, Arturo Frondizi era electo presidente de la Argentina y finalizaba el gobierno de Aramburu. También, unos años más tarde, el propio Bonet realizaría su última obra en la Argentina, el Terraza Palace, en Mar del Plata, y regresaría a España para quedarse allí a continuar su prolífica obra. Atrás quedaba su grandilocuente plan para remodelar el sudeste de Buenos Aires. Un sueño urbanístico que no pudo ser, y que quedó prácticamente sepultado en el olvido.
Por Germán Wille
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