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¿Quién responde por la suerte del teniente Naranjo?

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Por desgracia todos hemos escuchado decir que “la política es sucia”. Por supuesto que no todos los políticos lo son, ni se supone que así sea, pero sin duda es una frase repleta de verdad. A veces de hechos terribles y álgidos. Como el destino impuesto, por nefastos manejos políticos, al teniente venezolano Pedro Naranjo Machado.

Gracias a que la administración del demócrata Joe Biden lo envió a las manos de la policía política de Nicolás Maduro, Naranjo se encuentra preso en Ramo Verde​, la temida cárcel militar del castrochavismo, donde muchos venezolanos han sido torturados por razones políticas. Allí espera ser condenado por desertar a Estados Unidos, donde soñaba conseguir libertad y protección.

¿Considera usted increíble que Biden le haya hecho este regalo de Navidad a Maduro? Pues a muchos también les parece inaudito. Y criminal. En 2014 Barack Obama y Biden le devolvieron al castrismo sus espías de la Red Avispa, condenados por actos de espionaje y terrorismo, vinculados al derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996. Pero ahora Biden, confiando en el desconocimiento, la desmemoria popular y la impunidad política, con la entrega de Naranjo, que en vez de ser un espía es un desertor, tal vez haya cruzado una nueva línea roja. ¿O no?

El pasado 4 de octubre, el teniente Naranjo cruzó el Río Bravo junto a su padre, el general de división Pedro José Naranjo Suárez, prisionero político durante más de tres años bajo el fabricado delito de “terrorismo”, una falacia para que las leyes y los jueces infames (como los denominara el abogado y politólogo boliviano Carlos Sánchez Berzaín) del régimen terrorista de Maduro condenen a cualquiera. Tal como aprendieron de sus maestros de la dictadura cubana.

Naranjo, de 27 años, había desertado para escoltar a su padre en lo que pensaba sería una fuga hacia la libertad. Pero nunca imaginaron el terrible final de esa travesía, en la que chocaron contra tres muros en contra de la libertad. En Colombia los pateó el gobierno del subversivo Gustavo Petro, en México le dio la espalda la demagogia de Andrés Manuel López Obrador y en Estados Unidos la administración Biden-Harris usó al joven Naranjo como pieza de canje para su engagement con el madurismo.

Con desesperados y grotescos artilugios Biden ha intentado paliar la crisis migratoria que su gobierno ha creado y agravado progresivamente. Ahí están los vuelos de deportación Estados Unidos-Venezuela que se han ejecutado desde octubre, paralelamente a la firma del llamado Acuerdo de Barbados (“Acuerdo parcial sobre la promoción de derechos políticos y garantías electorales para todos”) entre la dictadura de Maduro y la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), en representación de la herida oposición venezolana, bajo el auspicio gubernamental de Noruega. Otro acuerdo más.

En resumen: Estados Unidos levantó las sanciones al petróleo, el gas y el oro de Maduro. Al respecto se han hecho muchas declaraciones y se han liberado algunos presos. Y al mismo tiempo en que Biden le devolvía a Maduro a su testaferro, Alex Saab, le regaló además a Pedro Naranjo, quien durante dos meses estuvo en un centro de detención para indocumentados en el estado de Luisiana, creyendo que un juez estadounidense, que conoce la naturaleza criminal del régimen de Maduro, le otorgaría asilo, pues las pruebas de “miedo creíble” del teniente Naranjo son más que suficientes.

¿En qué tipo de análisis más o menos coherente cabe la posibilidad de deportar al teniente Naranjo, que desertó de las filas del castrochavismo para completar la fuga de su padre, un militar de alto rango, al que, sin embargo, sí le otorgaron protección por su miedo creíble? ¿Cómo es posible que al padre sí y al hijo no? Hay muchas preguntas. La gente cree tener las respuestas correctas. Y la sentencia popular contra el gobierno de Biden.

Incluso hay quienes, tal vez para buscarle un sentido a la indefendible devolución, se preguntan si acaso fuera posible que el teniente Naranjo no sea un héroe y un buen hijo, como la mayoría asegura, sino parte de una operación de Maduro, o de la administración Maduro-Biden, para infiltrar al padre en Estados Unidos? Y es que en medio de la impotencia y el absurdo que supone esta deportación, cualquier cosa puede pensarse.

La mayoría concuerda en que es un acto inconcebible, sobre todo cuando a través de la frontera sur se ha dejado entrar de todo a los Estados Unidos. Por supuesto que las deportaciones son necesarias cuando se trata de criminales que deben ser devueltos a los países de donde huyeron, o a los regímenes que expresamente los han enviado a este país para hacer daño. La desaforada emigración ilegal es un fenómeno que también afecta a la fallida Europa de hoy. ¿Pero alguien con dos dedos de frente puede justificar el crimen de entregar, por la razón que sea, al teniente Naranjo a la dictadura criminal de la que escapó? ¿Quién va a responsabilizarse, con qué pretexto o sinrazones, por la suerte de este joven soldado?

Me permito compartir el comunicado de la organización IVAC (Independent Venezuelan American Citizens), que preside Ernesto Ackerman, sobre el triste caso de su compatriota deportado. Creo que vale la pena:

“La organización IVAC -Independent Venezuelan American Citizens- integrada por ciudadanos con esa doble nacionalidad y que tiene presencia en varios estados de la Unión Americana, deplora la actitud del gobierno del presidente Joe Biden de deportar y entregar a la dictadura de Nicolás Maduro Moros a un joven oficial de la Fuerza Armada de Venezuela, el teniente Pedro Naranjo Machado, quien atravesando grandes penurias llegó a ingresar a este territorio acompañando a su padre, el general Pedro Naranjo, quien logró fugarse del país donde había sido encarcelado por 3 años bajo las acostumbradas acusaciones de terrorismo”.

“Esta actitud de la administración Biden ante la dictadura venezolana revela una política que la hace cómplice de la tragedia que vive Venezuela que por más de 20 años se encuentra bajo las garras de una dictadura que ha destruido al país, que ha atentado contra intereses norteamericanos, que en su máxima dirección se encuentran personas contra las que se han emitido órdenes de captura internacional bajo oferta de gruesas recompensas dinerarias, que ha tenido y mantiene encarcelados a ciudadanos norteamericanos, que es señalado por la DEA de mantener actividades de narcotráfico. En resumen, el gobierno de Joe Biden al respecto ha estado suavizando la línea dura que emitió la anterior administración del presidente Donald Trump, y en esa línea se inscribe este inhumano acto de entregar al joven oficial venezolano a un régimen que no opera bajo ley alguna, sino con arbitrariedades violatorias de los más elementales derechos humanos”.

“No es posible que un juez de inmigración, que aquí en Estados Unidos son de libre nombramiento del ejecutivo, haya sentenciado a favor de entregar al teniente Naranjo a esa dictadura criminal con la cual incluso hace años se mantienen suspendidas las relaciones diplomáticas. Con esta actuación la administración Biden además de que genera alarma, expone a Estados Unidos a serle exigida responsabilidad penal y civil por lo que a esta víctima se refiere. No se entiende que ese juez del gobierno norteamericano haya determinado que el caso del teniente no presentara miedo creíble cuando llegó huyendo con su padre, un general perseguido a quien sí se le dio protección. Estaremos muy pendientes de lo que en Venezuela se haga con esta víctima”.

No pocos estaremos pendientes del teniente Naranjo.

Sobre la lamentable entrega de Naranjo a Maduro, Ackerman dijo en entrevista con la agencia EFE: “Llega a un país democrático, con esperanza de que le van a dar un asilo y lo entregan a un capo”. Y recordó que en 2020 el Departamento de Estado de Estados Unidos ofreció una recompensa de 15 millones de dólares para quien brinde información que permita la captura del mandatario venezolano, acusado de cargos de narcoterrorismo.

En una rueda de prensa convocada por IVAC en Miami, Ackerman denunció que la deportación de este teniente, experto en helicópteros, puede generar un efecto contraproducente entre los jóvenes militares venezolanos que podrían alzarse contra la dictadura. “Ahora van a coger miedo, van a pensar que los van a devolver. Nos quitan cualquier esperanza de liberación en Venezuela (…). “Este Gobierno (la administración Biden-Harris) no está con los venezolanos”, lamentó Ackerman en declaraciones a EFE. Y pidió reponer las sanciones a Venezuela.

Este regalo de Biden a Maduro, además de constituir un crimen, es un error (que además de posibles responsabilidades legales puede costarle votos a los políticos demócratas). Sabemos que no a todos los venezolanos y latinoamericanos que siguen votando a la izquierda, con el partido Demócrata, les duele o prestan la debida atención a casos como el de Naranjo. Actúan como si con ellos no fuera. Optan por evitar el pensamiento crítico. Grave equivocación.

¿Pero hasta cuándo? ¿Esto pudiera resultar demasiado? ¿O al menos una alerta? ¿Es iluso imaginar que terribles acciones como ésta sirvan de lección para no seguir volteando el rostro y comprender, de una dichosa vez, que legitimar la impunidad abre el camino para que algo similar le suceda a cualquiera? ¿O no?

 

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