Hace casi un siglo, en el mes de diciembre de 1925, Rómulo Gallegos publicó La trepadora, novela de carácter optimista según expresa el propio autor, en carta dirigida a Fernando Paz Castillo [1]. En aquella misiva, Gallegos acreditaba al poeta de La voz de los cuatro vientos una suerte de coautoría de su recién publicada novela, en la cual el ascenso social promovido por Hilario Guanipa, tiene sus raíces en un ámbito cafetalero, base de una próspera economía fundada en el agro.
La narración comienza en aquel pueblecito enclavado en los Valles del Tuy, durante los días prenavideños, cuando “la fresca brisa movía el agreste aroma de los matorrales (…) humedecidos por las lluvias recientes” y donde “resplandecía la blanca fachada del templo bajo los rayos alegres del sol de diciembre” [2]. Aquellas lluvias habían sido de cierta magnitud, como se colige del hecho de que una quebrada que atravesaba el camino de recuas, en medio de los cafetales, “arrastraba aguas turbias y rápidas” [3] presentándose “torrentosa y todavía crecida” [4]. Dada la época del año, es posible identificar aquellas precipitaciones como “lluvias de nortes”.
En la zona septentrional de Venezuela, con la expresión lluvias de nortes, o simplemente nortes, desde tiempos coloniales se designan ciertos eventos pluviométricos que usualmente se presentan a partir del mes de noviembre, tras finalizar el período lluvioso conocido como invierno. En las crónicas de la época, es interesante resaltar que la aparición del término nortes hacia mediados del siglo XVII, a la vez que su diferenciación respecto de las lluvias de invierno, evidencian el paulatino conocimiento que, en pocas décadas, adquirieron los conquistadores acerca de los regímenes pluviosos generales de las tierras colonizadas, según se desprende del informe del gobernador de Cumaná, Pedro Brizuela, de 1655 [5].
Las lluvias de nortes generalmente se presentan como precipitaciones de baja intensidad, que ocurren de manera dispersa y suelen extenderse hasta los primeros meses del año sucesivo. Su origen puede encontrarse en situaciones meteorológicas de origen extratropical, del tipo de los frentes fríos y vaguadas. Sin embargo, con frecuencia la nubosidad que genera dichas lluvias también se observa asociada a la interacción entre los vientos alisios, de dirección este, procedentes del mar, con el relieve regional. Estas condiciones, caracterizadas a lo largo del día por una cobertura nubosa estratiforme, lloviznas y chaparrones ligeros intermitentes, se producen particularmente en los valles del Tuy y de Guatire-Guarenas, así como en la depresión de Caracas y en los Altos de Miranda, aunque pueden ocurrir en otras regiones venezolanas, como se apuntó. Así, de la península de Paraguaná, donde se les conoce como nortadas, afirma Brett Martínez [6]: “Cuando en Paraguaná cae una nortada la gente se alegra y empieza a sembrar. Está norteando, dicen los campesinos”.
Tales características confieren a estas lluvias considerable interés ecológico y geográfico, por cuanto interrumpen el período seco, o verano, e influyen, en mayor o menor grado, sobre la temperatura, la evapotranspiración, la humedad del aire, la infiltración y el escurrimiento, entre otros parámetros hidrometeorológicos. De esta forma, pueden constituir importantes factores en lo atinente a los períodos de floración de algunas especies de vegetación, como el capín melao -al parecer relacionado con alergias y problemas respiratorios-; la variación repentina del caudal de los cursos de agua; los repuntes de enfermedades de transmisión insectil (dengue, chikungunya, malaria) y el estado de las carreteras y caminos.
Entre los efectos positivos, pueden citarse la disminución de la frecuencia y extensión de los incendios forestales, a la vez que la notable influencia en los ciclos de algunos cultivos y, por ende, sobre la economía agrícola, como se apunta en La trepadora, con referencia a la dificultad, cierto año, para encontrar braceros durante la cosecha de café: “Esa gente no tiene necesidad de venir a trabajar este año en el café: los nortes han sido muy buenos y todos los conucos de maíz están atestados, en todos esos Valles del Tuy” [7].
Cabe destacar que, pese a la larga historia de la expresión, las condiciones meteorológicas que generan las lluvias de nortes aún no han sido suficientemente investigadas. En las regiones en las que se presentan, sería de mucho interés establecer redes de estaciones automáticas, a fin de investigar a fondo las características de estas particulares condiciones meteorológicas, con el propósito de aplicar la información recabada a las prácticas agrícolas y a otros aspectos socioeconómicos afectados por dichos factores atmosféricos, tales como alertas tempranas sobre inundaciones y movimientos de masas, estado de las vías y prevención de accidentes de tránsito, racionalización de fumigaciones e intervenciones similares, modelación matemática de posibles brotes de enfermedades, entre otros.
Sin embargo -forzoso es concluirlo-, sin la voluntad emprendedora de Hilario Guanipa, resaltada por Gallegos en La trepadora, y en ausencia de los proyectos civilizadores que formulaba Santos Luzardo en Doña Bárbara, de muy poco valdrá el estudio de las lluvias de nortes y no cabrá optimismo alguno por los espacios geográficos magistralmente descritos en la narrativa galleguiana.
[1] Gallegos, Rómulo. 1925. (1984). La trepadora. Caracas: Monte Ávila Editores, p. 13-14.
[2] La trepadora, primera parte, cap. I.
[3] Ibíd., cap. IV.
[4] Ibíd., cap. V.
[5] Informe de Don Pedro de Brizuela Gobernador de Cumaná, sobre la Provincia de Nueva Barcelona, Cumaná, 08 de septiembre de 1655, en Armas Chitty, J. A. 1980. San Miguel del Batey (Poblamiento del siglo XVII). Caracas: Universidad Central de Venezuela, p. 116-130.
[6] Brett Martínez, Alí. (1971). Aquella Paraguaná. Caracas: Ediciones Adaro, p. 163.
[7] La trepadora, primera parte, cap. XII.
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