El número de fallecidos por el terremoto que en la noche de este lunes azotó las provincias de Gansu y Qinghai, en el noroeste de China, asciende a 135, según el último recuento ofrecido por las autoridades, que cifran en 12 la cantidad de desaparecidos.
Las autoridades de la provincia de Qinghai informaron en las últimas horas que el conteo de fallecidos había aumentado de los 18 registrados en el anterior recuento hasta 22 y que el número de heridos se situaba en 198, recogió la agencia oficial de noticias Xinhua.
Mientras, se mantiene en 113 la cantidad de personas en Gansu que perdieron la vida como consecuencia del sismo, que se produjo un minuto antes de la medianoche del lunes, hora local (15.59 GMT), en la frontera entre las dos citadas provincias, con una magnitud de 6,2.
Este jueves, el gobierno de Gansu explicó en una rueda de prensa que 784 heridos están recibiendo atención médica en hospitales de la provincia y que se establecieron 19 estaciones de tratamiento médico temporales y un hospital móvil en las zonas más afectadas por el desastre.
Asimismo, el subdirector de la Comisión de Sanidad de Gansu, Bai Yuping, señaló que 21 equipos médicos se han desplazado a las 35 localidades más afectadas para realizar visitas a domicilio.
Además, 28 expertos en salud mental se trasladaron a la zona procedentes de otros lugares de China para asistir a los heridos y a las familias de los fallecidos y se unirán a los 35 equipos de apoyo psicológico que visitarán las zonas afectadas, indicó el funcionario.
Las autoridades de Gansu afirmaron este miércoles que los trabajos de rescate de superviviente «básicamente han terminado».
Los rescatistas se enfrentaron estos días a una ola de frío con temperaturas de hasta 14 grados bajo cero, un obstáculo al que se unen las dificultades de acceso al terreno, una zona agreste y montañosa.
En respuesta a la catástrofe, las autoridades enviaron suministros que incluyen 2.600 tiendas de campaña, 10.400 camas plegables, 10.400 edredones y 1.000 juegos de estufas.
No obstante, el medio The Paper aseguró que hay «una grave escasez» de tiendas de campaña para albergar a los desplazados, y que las bajas temperaturas son «un desafío que está poniendo a prueba los esfuerzos de ayuda».
El movimiento telúrico dañó o provocó el derrumbe de más de 155.000 viviendas y afectó inicialmente a los servicios de agua, energía, telecomunicaciones y transportes.
El gobierno chino y el Ministerio de Gestión de Emergencias decretaron una respuesta de nivel II al siniestro y se han asignado 200 millones de yuanes (alrededor de 28 millones de dólares) para las tareas de asistencia y recuperación.
Horas después del suceso el presidente chino, Xi Jinping, urgió las autoridades locales a que «hagan todos los esfuerzos posibles» para tratar a los heridos, reparar la infraestructura y reubicar a los afectados.
Se trata del movimiento telúrico más mortífero en China desde el sucedido en agosto de 2014 en la provincia meridional de Yunnan, que dejó 617 fallecidos, pero muy lejos del sufrido en 2008 en la provincia de Sichuan, que dejó al menos 70.000 muertos.
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