La Constitución de Pinochet, con las reformas del presidente Lagos, se comió vivos a todos sus adversarios y detractores. Por segunda vez consecutiva Chile dijo no a las reformas a su carta fundamental.
Protestas, saqueos y destrucción. La izquierda radical afín al Foro de Sao Paulo y a la dictadura de Cuba, exigió hace 4 años un cambio a la Constitución. El domingo quedó claro que el pueblo rechaza las reformas y prefiere el status quo.
Temas espinosos. La iniciativa conservadora proponía cambios polémicos en temas como el aborto, impuestos a las viviendas, derechos humanos y presos por crímenes de lesa humanidad. Demonios en el closet que el pueblo prefirió no tocar.
¿Fracaso o victoria amarga? “La política ha quedado en deuda con el pueblo de Chile”, dijo el presidente Boric desde el Palacio de la Moneda. Falso. El mandatario no ha tenido liderazgo ni votos. Sigue atrincherado en su posición, sin consensos ni aliados.
Derrotas legislativas, escándalos de corrupción y funcionarios sin experiencia. El presidente Boric no puede cantar victoria por los resultados del domingo. Sería un grave error. Ahora es un momento de revisar lo andado y corregir errores. Que son muchos.
Anarquistas e izquierdistas light. El presidente no ha logrado liderar un partido complejo, con pugnas intestinas entre radicales que veneran las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela y moderados que apuestan por una izquierda menos estridente.
Un Estado incapaz y paternalista. Boric ha cerrado el capítulo constitucional y ahora habla de reformas en materia fiscal y de pensiones. El problema sigue siendo el mismo. Un Estado irresponsable y empobrecedor, que quita a unos para dar a otros.
La seguridad sigue siendo tarea pendiente. Tanto los partidos de izquierda como los de derecha coinciden en que la seguridad sigue siendo un tema prioritario. Crimen organizado, narcotráfico y seguridad fronteriza no cuentan con una respuesta coordinada y coherente.
Una imperfecta pero ejemplar democracia. Más allá de las posiciones radicales y moderadas, ganadores o perdedores, la victoria real es la del modelo chileno. Aquí se respeta la voluntad popular y los votos se cuentan bien.
Chile brilla en una región apocalíptica y en crisis. Mientras en Cuba, Nicaragua, Venezuela e incluso Guatemala la democracia languidece, en Chile se sigue apostando por el Estado de derecho y la democracia. Ha costado mucho, pero lo han logrado.
¡Éxitos Chile y adelante!
**El autor es periodista exiliado, exembajador de Nicaragua ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK).
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