A la vista se encuentra la implosión de uno de los tantos artificios políticos del chavismo, parapeto armado a través de la dolarización de la política exterior, que la petrochequera permitió el reclutamiento de un conjunto de voluntades cuyo compromiso no iba más allá de posiciones personales o grupales, o de los negocios delineados en común.
Las aventuras de Antonini Wilson y su bolsa repleta de petrodólares, dedicado a repartir nuestros reales en América de Sur, es el mejor ejemplo de la esencia jacarandosa del proyecto. Otro tragicómico suceso resultó la carísima promoción de Arias Cárdenas al escenario de las Naciones Unidas, no alcanzó el reparto para seducir a los representantes de los Estados.
Mucho ruido, mucho lobby, mucho dinero invertido en la seducción de las posiciones políticas de los países, hasta un cómico discurso de Hugo en las Naciones Unidas, pero los candidatos no levantaron vuelo estaban muy pesados y se quedaron atrapados en primera base.
Millones de dólares se deslizaron hacia las organizaciones y sus dirigentes para amarrar los diversos apoyos, cuya fortaleza era inexistente, no pasaron a ser “flor de un día”, proyectos políticos coyunturales que amarraron su futuro a las aventuras del chavismo y a la utopía castrista, pero que frente a la ausencia de algo más que discursos patrioteros ha desaparecido su disposición al compromiso.
Los países que recientemente están marginándose del proyecto Unasur sencillamente están regresando a la normalidad y al encuentro con sus pares e instituciones, con las cuales pueden y deben abordar la compleja problemática económica y social presente en Iberoamérica.
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