Jóvito Villalba, defensor incansable de la libertad y la unidad del pueblo venezolano, dejó una huella imborrable en la historia contemporánea del país. Fue más que un destacado jurista; sus clases de Derecho Constitucional en la Universidad Central de Venezuela aún resuenan en las paredes de nuestra querida e histórica institución. Reconocido como uno de los mejores tribunos de América Latina, su elocuencia convincente lo destacaba como un líder digno.
Relatos de mi padre, Juan José Ávila Guerra, y de mi tío, Rafael Ávila Guerra, atestiguan la impactante presencia de Jóvito Villalba en la plaza Bolívar de Pampatar, donde sus discursos encantaban y movilizaban a la población. Fueron amigos y compadres desde muy temprano y cultivaron esa amistad para siempre.
Hijo de Jóvito Villalba Roblis y Doña Ángela Gutiérrez, nació en Pampatar el 23 de marzo de 1908, siempre sintió el compromiso de servirle a Margarita. Durante el mandato del presidente Medina Angarita, cuando los senadores aún eran elegidos en segundo grado, es decir, por las Asambleas Legislativas estatales, Jóvito Villalba se acercó a mi tío Rafael −que era presidente de la legislatura− para expresarle su interés en postularse para la senaduría por Nueva Esparta. Sin embargo, surgió un inconveniente: su primo, el Dr. Salvador Villalba, era el candidato respaldado por Medina Angarita.
En una conversación franca, Jóvito le aseguró a mi tío que no le importaba la relación familiar y que simplemente aspiraba a ser el candidato de su Estado. La campaña para posicionar a Jóvito como Senador por Nueva Esparta comenzó, y mi tío inició conversaciones con los legisladores, incluyendo a su buen amigo Francisco Verde Villarruel, también miembro de la Asamblea y padre de Raymundo Verde Rojas. En estas negociaciones, mi tío logró asegurar tres votos de los siete miembros. En una estrategia planificada, Francisco Verde Villarruel propuso abstenerse en la primera votación, lo que resultaría en un empate. Luego, en una segunda votación, comprometió su voto para desempatar a favor de Jóvito. Este plan se llevó a cabo con éxito, y así, Jóvito Villalba fue elegido como senador por Nueva Esparta con una victoria de 4-3 votos en la Asamblea. Esta elección marcó la primera vez que Jóvito asumió un cargo en el Congreso Nacional.
Años más tarde, mi padre realizaba frecuentes viajes a la isla de Trinidad, donde residían los familiares de mi madre, Flor Vivas de Ávila. Durante estas visitas, se acercaba a Puerto España para encontrarse con Jóvito, quien vivía exiliado en plena dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. En una de estas travesías, al regresar, fue interceptado por la policía política del régimen bajo la acusación de transportar correspondencia para la oposición venezolana. Este incidente resultó en su detención en Maturín durante dos días. Afortunadamente, logró ser puesto en libertad y retornar a su ciudad natal, Porlamar.
La valentía de Jóvito y su compromiso con la democracia se destacaron en situaciones difíciles. Junto con Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, fue arquitecto de la Venezuela moderna y cofundador del Pacto de Puntofijo, un modelo de transición pacífica. A pesar de ganar el plebiscito para la presidencia durante el gobierno de Pérez Jiménez, fue despojado del triunfo y expulsado por acusaciones infundadas, instigadas por Laureano Vallenilla Planchart, entonces ministro de Relaciones Interiores.
Jóvito fue un amigo consecuente, un ser extraordinariamente entrañable. Sus visitas a Margarita eran constantes, y al emprender giras, su primera parada siempre era la casa de los Ávila. Allí, dejaba a Ismenia, su sobrina, quien más tarde se convertiría en su segunda esposa. Su calidad humana era tan noble y familiar que al final de sus días visitó a mi tío Rafael, quien contaba ya con 96 años. En un gesto lleno de admiración y agradecimiento por el apoyo cuando era aspirante al Senado, se recostó en su lecho. Después de expresar su aprecio, se levantó, inclinó la cabeza y le dio un beso en la frente como señal de despedida para siempre.
Jóvito demostró ser un demócrata intrépido, dispuesto a asumir todos los riesgos de la política. Su valentía, honestidad y coherencia moral eran innegables, y su compromiso con la unidad del pueblo fue la piedra angular de su liderazgo, una virtud que nunca abandonó. Al examinar sus discursos, queda claro que la unidad del pueblo venezolano siempre ocupó un lugar destacado en sus principios.
En cierta ocasión, mientras disfrutaba de unos días en la República Dominicana junto a su esposa Ismenia, Jóvito me llamó indignado. Me informó que había sido visitado por el Dr. Gonzalo García Bustillos, ministro de la Secretaría del presidente Luis Herrera Campins, quien solicitaba los votos de Unión Republicana Democrática para sancionar al presidente Carlos Andrés Pérez por el caso del Sierra Nevada. Con vehemencia, Jóvito expresó su rechazo a participar en cualquier manipulación política, independientemente de su origen. Solo buscaban una sanción para evitar que CAP buscara un segundo mandato presidencial. Me pidió que transmitiera este mensaje a Carlos Andrés y acordamos una reunión a su regreso a Caracas. En este encuentro, al que asistieron destacados dirigentes de Acción Democrática, como Gonzalo Barrios, David Morales Bello, Octavio Lepage y Luis Piñerúa, Jóvito expresó su posición de manera clara y concluyente. Este episodio culminó con el voto favorable de Jóvito a favor de Pérez.
En el ámbito del Congreso Nacional, forjé una entrañable y profunda amistad con el Maestro Jóvito Villalba. Mi frecuente visita a su oficina, primero en la Torre Polar y luego en la Torre América de Bello Monte, se convirtió en una rutina casi diaria. Cultivé nuestra relación como si fuera un gran patriarca.
En una ocasión, nos encontrábamos sentados en uno de los cafés de Sabana Grande, lugar que le fascinaba visitar. En un tono de confianza, me atreví a preguntarle: «Maestro, ¿por qué cree que no llegó a ser presidente de Venezuela?». Respondió de manera directa, compartiendo que su entrañable amigo Rómulo Betancourt había fundado Acción Democrática con la mejor gente que había en el país, y que a él le correspondió fundar URD después de que Rómulo había seleccionado a los mejores.
Durante mi mandato como gobernador de Margarita, compartíamos paseos por la isla, explorando sus pueblos y disfrutando de cenas juntos durante toda su estancia. Posteriormente, desde la gobernación del Distrito Federal, decidí rendirle homenaje decretando el Parque del Oeste con su nombre.
Cuando llegó el momento de su fallecimiento −el 8 de julio de 1989− cumplimos con su última voluntad al acompañarlo hasta su última morada en el cementerio de Pampatar. Un entierro de jefe de Estado honró su memoria en la Iglesia del Santísimo Cristo del Buen Viaje. Este ilustre líder se despidió de su amada Margarita, la isla que tanto quiso. El presidente Carlos Andrés Pérez y su Consejo de Ministros, en pleno, nos unimos para acompañarlo ese día en el cementerio donde reposan los restos de este líder grande e ilustre, verdadero hijo de Margarita.
Jóvito emerge como uno de los personajes más fascinantes de la historia contemporánea de Venezuela, destacando por su grandeza, amplitud de visión, espíritu inquebrantable, lealtad a principios sólidos, honestidad y un claro entendimiento de la necesidad imperante de la unidad del pueblo. Este llamado a la unidad resonaba de manera constante en todos sus discursos. Jóvito sostenía que la unidad constituía una formidable barrera frente a los eventos adversos que pudieran amenazar a la República. Asimismo, subrayaba la importancia de mantener un espíritu combativo, sin desfallecer, aprendizaje crucial tras la derrota en las elecciones a las que hice referencia anteriormente.
La sorpresa del 23 de enero, como la respuesta del pueblo frente al régimen dictatorial, fue un hito clave unos meses después del plebiscito. Este episodio ejemplifica cómo la política siempre nos reserva sorpresas, y Jóvito enseñaba la imperativa necesidad de no perder ni el espíritu ni la fe en la lucha constante, siempre en busca de la unidad popular.
En resumen, Jóvito Villalba se erige como un líder excepcional en la historia de Venezuela.
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