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Quién es el verdadero Milei antes y después de las elecciones

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La segunda vuelta electoral en Argentina que se llevó a cabo el pasado 19 de noviembre tuvo por ganador a Javier Milei, lo cual da origen a  bastantes preguntas, inquietudes y análisis. Intentaremos abordar algunas.

¿La elección fue limpia? Sí. En Argentina, pese a todo, en la actualidad impera un régimen democrático que respeta todas las reglas requeridas para que una elección sea válida: libertad, competitividad, control de los votos por parte de los partidos políticos, observación nacional e internacional etc.  Sin embargo, no deja de ser cierto que el oficialismo no dejó de aprovechar la superioridad comunicacional que detenta a través del control de muchos medios, pautas publicitarias, etc. La prueba de la limpieza es que no se registró ni un solo incidente, ni un solo reclamo por fraude. En Argentina el voto es obligatorio (que no lo es en Venezuela). El resultado fue claro: Milei 14,7 millones de votos, equivalente al 55,5% y Massa 11,5 millones, equivalente a 44,6%. Los votos en blanco y los nulos apenas alcanzaron el 1,5%. Los resultados finales con más de 99,5% de los votos escrutados se conocieron en menos de 3 horas sin que los argentinos tuvieran que esperar que la inefable Tibisay (QEPD) anunciara la “tendencia irreversible” luego de las negociaciones y marramucias que se hacían una y otra vez en la Sala de Totalización del “confiable” CNE.

¿Ganó la “extrema derecha” (neonazi según Nicolás)? Respuesta: No. Quien ganó fue el hartazgo de los argentinos con un sistema político agotado que no ha podido –o sabido– dar respuesta a las necesidades básicas de gran parte de la población. Puede afirmarse con alto grado de certeza que la votación recibida por Milei, un genuino “outsider” debutante en política, poco o nada tiene que ver con su prédica ideológica ultraliberal opuesta al “socialismo del siglo XXI” sino que fue la expresión del ¡basta, que se vayan todos! imperante, entre otros, en un determinante sector de la juventud que solo ha visto lo malo de los últimos veinte años de la democracia. A ello cabe sumarle naturalmente un amplio sector de clase media y de estratos menos favorecidos que también desean el cambio que los lleve a solucionar la difícil situación que padecen. Puede ser un salto al vacío, pero es humano apostar por la ilusión. Sin embargo, no debe ignorarse que un nada desdeñable 44% prefirió decantarse por la opción del populismo, el subsidio, los planes sociales (tipo CLAP), etc. En el vaivén pendular de la vida política no es impensable que en un futuro puedan ser ellos quienes triunfen si el gobierno de Milei no satisface sus anhelos y necesidades. La regla de oro de la democracia es que  gobierna la mayoría, pero con indispensable respeto por las minorías.

¿Quién es Milei? Para los que siguieron el surgimiento de su figura y las incidencias de la campaña electoral había razones para sospechar de que se trataba de un “loquito” populista, exagerado, desaforado, grosero, irascible, aun cuando para la clase pensante -más enfocada en el mensaje ideológico- luciera conocedor del tema económico pese a lo extremo de sus propuestas electorales (eliminar la inflación, cerrar el Banco Central, reducir drásticamente el déficit fiscal, dolarizar la economía, etc.).

Pese a lo anterior no puede desconocerse la diferencia entre el Milei de antes de la elección y el Milei ya consagrado como futuro presidente. El primero efectivamente pudo ser percibido como un “loquito”, según lo sugerían sus actitudes insólitas como la de presentarse en los actos de campaña con una motosierra con la que prometía cortar de raíz la ineficiencia en el gasto y la corrupción, todo ello acompañado de un lenguaje soez y un ataque reiterado hacia la “casta” como él denomina a los políticos tradicionales. Hizo recordar al mesías de Barinas, cuando prometía freír en aceite las cabezas de los adecos, etc.

Otra cosa es el Milei consagrado como presidente electo, a quien hemos percibido mucho más mesurado sin por ello renunciar a sus postulados ultraliberales, más propenso al diálogo constructivo en lugar del choque frontal, dado que una cosa es ganar y otra cosa es poder gobernar. El hombre ha llegado a un acuerdo con el partido de Macri, que le sumó sus votos en la segunda vuelta, para asegurar su indispensable apoyo en el Congreso donde el nuevo mandatario apenas cuenta con escasos senadores y diputados que solos no tendrán la fuerza para aprobar la legislación requerida para llevar adelante las reformas prometidas. La “casta” es mala y repudiable, excepto si me apoya a mí. Pragmatismo puro. Igual hicieron en su momento Fujimori y Menem quienes, habiéndose comprometido con el populismo irredento a la postre, enfrentados con la realidad, hicieron todo lo contrario a lo prometido, consiguiendo con ello etapas de desarrollo y estabilidad para Perú y Argentina.

Evidentemente no es lo mismo postular el indispensable y sangriento recorte del empleo público inútil y el cese de los subsidios analizándolo desde el espacio de una cátedra de Economía que enfrentar su resultado con millones de desempleados, efervescencia social, huelgas, represión etc. Por eso tiene vigencia aquello de que “diferente piensa el burro de quien lo arrea”. Recordemos cómo le fue a CAP II con sus “Chicago Boys”.

¿Habrá muerto el peronismo y su peor variante: el kirchnerismo? Difícil pronosticarlo. Ya don Pepe Mujica, expresidente y viejo zorro de la política uruguaya, diagnosticó que los argentinos sufren una indescifrable enfermedad, que es la persistencia del peronismo que los impulsa a mantener una especie de fidelidad canina hacia unos postulados que una y otra vez han demostrado su fracaso. ¿Cómo es posible que a más de setenta años de la caída de Perón, su actual heredera política Cristina Kirchner hubiera podido ser dos veces presidente y en esta tercera y última vez vicepresidente pero dueña del poder? La lógica y los números parecerían confirmar la erradicación de esa enfermedad, pero en la “lógica argentina” siempre puede haber una reaparición, como el cáncer.

En política internacional el Milei candidato prometió su alineamiento con Estados Unidos, su distanciamiento con el Brasil de Lula y de la hegemonía china, traslado de la embajada argentina en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén, suspensión de los vínculos con el Foro de Sao Paulo y aislamiento de las dictaduras (¿Maduro?), más otras propuestas cónsonas con su posición comprometida con Occidente y Estados Unidos en particular, como la renegociación de la deuda externa, un nuevo (enésimo) acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, etc. Todo ello es sin duda deseable, pero debe ser compatibilizado con lo realizable y los tiempos para esa realización. El período constitucional argentino es de cuatro años con una sola reelección. (¿Recuerdan a Chávez que en 2004 prometía que en 2021 se iría a descansar, a tocar el cuatro y cantar a orillas de alguno de los ríos de nuestra Amazonia?).

El futuro presidente inició su primera semana con un viaje relámpago a Estados Unidos cuyo principal objetivo fue el suyo propio espiritual de acudir a la tumba del rabino Schneerson en Brooklyn para rezar y agradecer a esta gran figura del judaísmo ortodoxo la inspiración y guía recibidas. Quien esto escribe en lo personal está vitalmente comprometido con el Estado de Israel y con la cultura judía cuyos genes comparte en 50% (por parte de madre). Sin embargo, no parece muy conveniente que la primera actividad del futuro mandatario fuese de tipo religioso y menos aún cuando en estos mismos momentos se desarrollan lamentables acontecimientos en el Medio Oriente. A propósito de esto recordamos las críticas al entonces presidente Carlos Menem por su vocación islámica.

Como demócratas solo nos queda desear éxito al señor Milei y rogar a Dios (en cualquiera de sus aproximaciones) que le dé sabiduría para poder sortear la dificilísima situación que hereda hoy cuando, aún sin haberse juramentado, ya se enfrenta a los expresos deseos de muchos de sus enemigos en distintos frentes que proclaman y han prometido no dejarlo gobernar. Hasta hay un dirigente sindical, un tal Eduardo Belliboni del Polo Obrero, que ha expresado su más ardiente deseo de que “a Milei le vaya mal para que a nosotros nos vaya bien” (https://www.youtube.com/watch?v=2i-npm-_gjQ).

@apsalgueiro1

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