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El transhumanismo en el deporte

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Por PEDRO GARCÍA AVENDAÑO

En el estudio abordo los distintos aspectos que caracterizan al transhumanismo en el deporte moderno con énfasis en el gran andamiaje de las nuevas tecnologías de la ingeniería genética en tanto nuevos métodos empleados para modificar la biología humana y lograr un mayor rendimiento en el deporte. A través de este recorrido se pudo apreciar que la configuración histórica de lo que ha sido el ser humano y lo que pretende ser en un medio como el deporte de alta competencia en el que la definición de cuerpo humano se transforma constantemente, incorporando nuevos aspectos, incluso algunos exteriores a lo orgánico, hoy lo están llevando aceleradamente a una nueva representación simbólica, biológica y social, aún por definir.

Esta compleja realidad marca el tránsito hacia el mundo transhumanista del deporte, que arrastra el fardo de marcas y récords que resultan cada vez más difíciles de romper. Sin que para ello importe el peligro que entraña para el hombre deportivo, la búsqueda de rendimientos y la performatividad, en una carrera que bien podría acabar por modificar la esencia del humanismo deportivo, sustentada en el espíritu lúdico, la integridad, la fraternidad y la igualdad entre los competidores.

Entramos en los límites de lo desconocido con una cultura y una sociedad globalizada, caracterizada por la desigualdad y la exclusión, donde el homo sapiens está expuesto a todas las manipulaciones y explotaciones por parte de la tecnociencia que impulsa la cuarta revolución. Surgen incertidumbres, dudas e interrogantes espeluznantes en un posible mundo transhumano del deporte moderno: ¿a quiénes se les reforzaría ciertas capacidades morfofuncionales?, ¿cuál sería el impacto de la inteligencia artificial en los deportistas?, ¿quiénes quedarían desheredados de estos nuevos genes modificados tecnológicamente?, ¿qué relación tendrán con el resto de los atletas no modificados o biológicamente puros: de fraternidad o, por el contrario, de exclusión o sometimiento?

Avanzamos gradualmente, quizás sin saberlo y ciertamente sin decirlo, hacia una selección artificial de lo humano preparada por la genética. Es por ello que en el deporte contemporáneo la perfección corporal del homo sportivus y su rendimiento constante son el escenario ideal para la experimentación, al tiempo que este se convierte en un emblema de dominación, poniendo en peligro la integridad, la salud e incluso la vida del atleta. Bajo este modus operandi, tanto los límites del rendimiento biológico como la capacidad de resistencia y aguante del hombre deportivo se llevan al máximo; el fin justifica los medios y el Hombre se transforma en una máquina de experimentación y rendimiento. Son las capacidades morfológicas y funcionales superiores que le confieren la ingeniería genética y la biología molecular las que han llevado a la creación de superhéroes, semidioses del mundo deportivo y el espectáculo.

Semidioses del mundo deportivo

Lo que parece estar claro es que las nuevas investigaciones y la tecnociencia aplicadas al cuerpo del hombre deportivo se escapan de nuestra imaginación: procreaciones asistidas, alquileres de úteros, retardo y aceleración del crecimiento, intervenciones y manipulaciones de los genes, entre otras, son parte de esta nueva clase de enfoque que, de a poco, se expanden y naturalizan. Dentro de este contexto, los atletas con estas características se están conociendo como deportistas trashumanos, como productos principalmente de manipulación genética para aumentar su rendimiento, con el agravante de que estas intervenciones deliberadas del organismo contemplan un conjunto de procedimientos anclados en la biomedicina y la biotecnología del más alto nivel, que hace que hasta ahora sea imposible la detección del fraude. Estas manipulaciones en el cuerpo del deportista y su ADN se conocen genéricamente bajo el nombre de dopaje genético y en sus comienzos estaban ligados exclusivamente a la clínica y a la prevención de enfermedades, ya que surgieron para corregir genes defectuosos o anómalos, pero más pronto que tarde su uso llegó a la esfera de la élite deportiva mundial, donde se emplean para mejorar el rendimiento, sin correr los distintos riesgos que implica la utilización de otras sustancias prohibidas.

Toda esta experimentación con el homo sportivus como conejillos de indias busca el incremento significativo del transporte de oxígeno, mayor crecimiento de los tejidos del cuerpo, mayor resistencia al esfuerzo y una recuperación más rápida; o lo que es lo mismo, modificar el cuerpo y sus funciones de modo tal que puedan seguir rompiendo marcas. El camino que lleva a la victoria en el deporte de alta competencia ya no pasa por el método de ensayo y error, sino que los deportistas transitan una vía que los introducen por un máximo de pruebas de laboratorios y pronósticos científicos, que llevan a preguntarse si la demanda de caras nuevas, héroes nuevos, estaría acelerando injustificadamente la falsa aplicación de la técnica que daría por resultados hombres deportivos artificiales; si la ciencia, para su aplicación, recibe del hombre deportivo todos los datos completos emanados de la competición y a su vez recibe éste la información que utilizará para su performance; si estos campeones almacenan reservas sin límites o si podrán superarse todas las limitaciones del rendimiento humano de la mano de la ciencia y la tecnología.

Desde la antropología se aprecia que el lema olímpico altius, citus, fortius lleva al deporte de alto rendimiento a una perspectiva diferente a la humanizadora, impulsando a los atletas a creerse diferentes, dando paso a la creación de lo que denomina “hombres monstruos” espectaculares. La búsqueda de la gloria deportiva no parece estar reñida con llevar el cuerpo al límite de sus capacidades, sino más bien pareciera que ese es el lema, la meta. De este modo, la efímera vida de los campeones obliga a la institución deportiva a garantizar que el espectáculo continúe y la dinámica de caras nuevas, héroes nuevos, justifica la existencia de deportistas trashumanos.

Se trata del nuevo cuerpo deportivo, química y tecnológicamente deportivizado, llega  de nuevo al tapete la mitología deportiva de seres híbridos, semidioses y superhéroes que ahora, con la ciencia y la tecnología aplicadas al hombre deportivo, puede pasar de la ciencia ficción a ser una realidad. En este orden de ideas, actualmente se conoce de deportistas transhumanos genéticamente denominados cyborg y en el futuro no se descarta la existencia de seres híbridos o humanos con algunas características de animales (quimeras). Se trata asimismo de un mundo transhumanista en el que quizás sea el deporte el escenario donde se esté experimentando por primera vez y con el conocimiento completo del genoma humano, se pueden hacer todas las modificaciones somáticas para hacerlo más resistente a enfermedades o mejorar sus capacidades.

En este afán por aumentar el rendimiento, disminuir la fatiga, lograr una recuperación rápida del deportista y garantizar las competencias en un calendario cada vez más exigente, la institución deportiva hace uso de la tecnociencia aplicada al deporte para ir siempre más lejos en procura de más y mejores marcas. Esta dinámica o lógica inhumana pasa por transgredir los límites biológicos, psíquicos, sociales y culturales del homo sportivus. Es una desbocada carrera contra el tiempo para convertirlos en un non plus ultra, en superhombres que logren mayores resultados, marcas y récords, sin los cuales la institución pierde su fascinación o brillo, ya que su dinámica gira en torno a estos.

En un esfuerzo por pararle los pies a las propias limitaciones evolutivas del ser humano en un escenario de experimentación altamente disciplinado, controlado y fuera del panorama oficial, en tanto que en el imaginario del colectivo y los aficionados persiste la idea del deporte como una práctica social positiva sobre la cual no hay mucho más que decir, pues las marcas rotas son inmediatamente asociadas con el esfuerzo templado de los campeones.

La  línea entre lo natural y artificial

La vía transhumanista  monta a los atletas de alta competición en la  autopista de  las modificaciones que está sufriendo su cuerpo a consecuencia de la cuarta revolución, potenciada tanto por la genética, la robótica, la cibernética, la nanotecnología, la neurociencia, la biomedicina y la biotecnología. La ciencia y la tecnología harán todo lo posible para poder alcanzar mejores registros deportivos en el horizonte de un deporte posthumanista que ha roto definitivamente sus vínculos con el ideario neohumanista del Barón Pierre de Coubertin, inspirado en el humanismo clásico. Ese empeño irreflexivo de ir siempre hacia el infinito, el récord, es decir, más rápido, más alto, más fuerte, conlleva a plantearse las siguientes incógnitas que el camino transhumanista ha trazado para el deporte contemporáneo: ¿los avances actuales de las investigaciones biotecnológicas animan a poner al día un nuevo cuerpo deportivo, químico y tecnológicamente modificado? ¿Será esta otra forma de encubrir las limitaciones humanas? ¿Hemos encontrado al más rápido, el más alto y el más fuerte del que hablaba Pierre de Coubertin? ¿Estamos en presencia de un escenario transhumano en el campo deportivo? ¿Son compatibles la dimensión campeón como producto de la biotecnología y la dimensión humanista? ¿Estaremos en apariencia de un nuevo fair play entre las potencias deportivas que dominan el deporte mundial?

El dopaje, que siempre ha sido un ingrediente de la actividad deportiva de alta competencia, ha aparecido ahora en su versión genética, convirtiéndose en una pieza clave dentro de las modificaciones que se vienen realizando y, aún más, en las que se presagia que podrán suceder. Frente a esta realidad, es necesario pensar en los riesgos para su salud y prestar atención al proceso de experimentación y sumisión al que su vida está siendo expuesta, pues se avizora que la performatividad sentenciará las reglas del juego que regirán cómo serán evaluadas sus perfeccionadas capacidades físicas y sensoriales en sus vidas futuras y establecerán los criterios de inclusión dentro del ya selecto mundo de los deportistas élite. Así las cosas, las desigualdades y las diferencias seguirán acrecentándose, pero esta vez entre lo humano natural y lo humano cibernético, aunque este proceso no solo se limitará al hecho deportivo, sino que permeará a toda la sociedad posthumana.

El redescubrimiento de la vida humana

Toda esta problemática plantea la recuperación del deporte y de un cuerpo humanizado, reconquistado por y para el Hombre, en el que la actividad física encaje armoniosamente con lo lúdico y placentero, al tiempo que se redimen los valores del deporte desde la perspectiva de la ética social, caracterizada por valores como: colaboración, compañerismo, amistad, igualdad, obediencia, principio de la autoridad y sentido de la justicia, mientras que desde la perspectiva de la ética individual es la búsqueda de perfección, el menosprecio al peligro y la dedicación íntegra.

Después de todo, el compromiso y la visión antropológica consiste en demostrar que la belleza del deporte no está en los campeones robotizados, súper hombres artificiales o genéticamente modificados; en vez de ello, se plantea un deporte alternativo orientado hacia el desarrollo integral del ser humano y no hacia un hombre máquina del deporte. En otras palabras, se trata de una comprensión holística del homo sportivus en toda su complejidad. El desafío consiste, aun considerando el carácter agonístico que es inherente al deporte moderno, en resignificar su carácter lúdico y la dimensión humana que debería tener asociada, sus emociones, sentimientos y valores de libertad, dignidad, espiritualidad e individualidad, que caracterizan al humanismo deportivo

El reto sigue siendo grande ante el modelo cosificador y el dominio de la ciencia y la técnica como ideología en el que se fundamenta el transhumanismo, pues tales concepciones están alterando los fundamentos simbólicos que constituyen los pilares sobre los que descansa toda vida sociocultural. Por ello se hace necesario el diálogo e intercambio entre disciplinas, en el que especialistas en ciencias sociales y humanidades tienen que estar en la primera línea, pues les corresponde abogar por un modelo en el que el mundo continúe siendo humano.

El gran desafío es encontrar la manera de incorporar y sujetar los avances y progresos tecnológicos para que su potencial sea amplio y pueda ser usado por todos. Es fundamental reflexionar y preguntarse qué hacemos para estrechar los lazos entre ciencia y sociedad. De esta manera, podremos contribuir en la sustitución de un modelo de pensamiento biopolítico basado en la idea singular del “yo pienso” por un modelo antropológico plural con base en “nosotros pensamos”.

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