En Venezuela ha surgido un inconveniente y apasionado debate sobre los motivos por los cuales se debe votar o abstenerse en las próximas elecciones presidenciales. La polémica ha alcanzado niveles tan irracionales en la oposición democrática que se ha llegado al extremo de considerar que cada sector posee la verdad absoluta. Esta circunstancia ha impedido que se pueda realizar un debate suficientemente esclarecedor que permita establecer una sola estrategia para enfrentar las elecciones del 20 de mayo. He quedado ingratamente sorprendido al observar que, inexplicablemente, cada sector considera que el enemigo político a vencer no es la dictadura madurista sino aquel que no comparte su posición, sin entender que esa conducta favorece el objetivo central de la estrategia de Nicolás Maduro: lograr la división de la MUD. Dolorosamente, pareciera ser que lo ha conseguido. Ojalá que después del 20 de mayo, por el bien de Venezuela, se vuelva a consolidar la imprescindible unidad opositora.
Las recientes declaraciones de Henrique Capriles, en las cuales solicitó un debate interno, que facilite conseguir una solución negociada entre todos los factores democráticos “para revisar la política y el mensaje que promueven y lograr un nuevo acuerdo político” que permita enfrentar las circunstancias que se presenten antes, durante y después de las elecciones presidenciales; así como las de Enrique Márquez, en una entrevista televisiva, en las cuales elogió las declaraciones de Capriles, aunque resaltó las dificultades existentes para alcanzar ese acuerdo: “La decisión a tomar el 20 de mayo es ciudadana: los partidos deben dar libertad a sus militantes para votar. Mi experiencia me indica que la abstención puede ser válida en ciertos momentos para avanzar, pero actualmente no lo es, pues de cumplirse se estaría llamando a no hacer nada”, produjeron una leve esperanza de poder llegar a acuerdos que reduzcan la diatriba existente.
La política diseñada y ejecutada por la oposición democrática tuvo como bandera fundamental fortalecer su unidad interna y un permanente accionar que buscaba aumentar su fuerza mediante la movilización de grandes manifestaciones de protesta de carácter pacífico y su lucha por lograr la realización de las elecciones establecidas constitucionalmente. Esa prudente estrategia permitió el arrollador triunfo en las elecciones parlamentarias de 2015. A partir de ese momento, la oposición perdió el rumbo. Esta verdad no busca criticar a la MUD. En realidad, lo que deseo resaltar son las equivocaciones y no los responsables. El primer error que cometió la unidad democrática fue no consolidar totalmente su unidad interna después del triunfo. Esta falta de capacidad de diálogo y de compromiso produjo la primera división por parte de lo que se conoció como el grupo radical que empezó a dudar del camino electoral ante las infinitas triquiñuelas del régimen para impedir el referéndum revocatorio presidencial.
El segundo error se originó en la implantación de aquella utópica frase: “El camino que proponemos es constitucional, democrático, pacífico y electoral”. Ella planteaba una irrealidad política. El régimen madurista es una dictadura totalitaria, de orientación marxista, que siempre tratará de preservar el poder a cualquier costo. Ese tipo de régimen obliga a luchar en todos los escenarios posibles para debilitar su base de sustentación. En uno de mis artículos anteriores desarrollé los posibles escenarios de solución de la tragedia venezolana: la vía electoral, la salida militar y la intervención militar multilateral. ¿Cuál de esos escenarios será el que se desarrolle? Es imposible preverlo. Al no poder hacerlo es obligante accionar en todos al mismo tiempo, ya que, además, no son necesariamente independientes uno del otro. El escenario electoral no puede abandonarse. La crisis que generan las elecciones influirá en el desarrollo de cualquiera de los otros escenarios posibles. Esa es la razón por la cual recomiendo a mis lectores votar el 20 de mayo.
Existen numerosos motivos para cuestionar estas elecciones. Tanto su convocatoria como las normas electorales son arbitrarias e ilegales, pero justamente ese es el reto: enfrentar a la dictadura madurista y tratar de ganarle las elecciones de una manera multitudinaria que obligue a la camarilla gobernante a la compleja disyuntiva de reconocer el triunfo de la oposición o realizar un escandaloso fraude. Tomar la segunda decisión, traería por consecuencia la activación, con gran fuerza, de los otros dos escenarios posibles: la salida militar y la intervención militar multilateral. En el caso de la salida militar, han circulado rumores sobre la detención de numerosos oficiales en actividad. El malestar interno es una realidad imposible de evitar: la trágica situación socioeconómica venezolana la padecen también los militares y sus familiares. Además, existe angustia en los cuadros profesionales por las severas y justificadas críticas de la opinión pública en contra de la Fuerza Armada Nacional por su actuación fuera del orden constitucional.
La perpetración de un escandaloso fraude electoral que permitiese la continuación en el poder de Nicolás Maduro produciría, de inmediato, un agravamiento de todas las sanciones impuestas por Estados Unidos, Europa y el Grupo de los 15 en contra del nuevo gobierno y tomaría aún mayor fuerza una posible intervención militar multilateral humanitaria que coadyuve en la solución de la inmanejable tragedia venezolana. Además, Nicolás Maduro, de una manera irresponsable, ha empezado a utilizar un lenguaje innecesariamente retador en contra de Estados Unidos y Europa: «Si me reconoce el pueblo venezolano, qué carajo me importa lo que diga Europa, qué carajo me importa lo que diga Washington», creyendo que de esa manera puede, demagógicamente, incentivar el nacionalismo y superar el rechazo popular, pero sin entender la magnitud del riesgo que puede estar sometiendo a Venezuela y a su pueblo.
Es verdad que actualmente existe una matriz de opinión fuertemente abstencionista que favorece los intereses de Nicolás Maduro en las elecciones del 20 de mayo. Sin embargo, pienso que el inmenso rechazo popular a su figura y a su gestión puede crear en los sectores populares la convicción de que solo votando se puede poner punto final a su propio sufrimiento. Lamentablemente, la polémica entre sectores de la oposición democrática no cesa, sino por el contrario se incrementan los ataques entre abstencionistas y votantes. Llegué a creer, como manifesté anteriormente, que las recientes declaraciones de Henrique Capriles y de Enrique Márquez suavizarían las tensiones permitiendo al pueblo venezolano decidir libremente. Pareciera que no va a ser así. Lamentablemente, en la oposición democrática se confunde al enemigo: en lugar de ser la dictadura madurista, se toma como tal al abstencionista o al votante, según el sector al que uno pertenezca. Doloroso, pero cierto.
Nota: curiosamente, este artículo no pudo ser publicado el domingo. Lo remití el viernes, como semanalmente lo hago, pero se extravió en el camino. Al régimen le molesta que se digan verdades antes de las elecciones.
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