Se despertó un día de estos España de resaca buena porque Rosalía le había cantado la noche anterior al desgaste del amor con un tema clásico que no antiguo que a los boomers, a los X y a nuestros padres y a nuestros abuelos nos sonó tan posmoderno como a los millennials y los Z. Uno escucha y mira a la artista catalana y sabe que Platón tenía razón cuando hablaba de ese mundo de las verdades inmutables, reales y eternas. El mundo de las ideas, ese al que sólo se llega a través de la razón y no del sentimiento, es también el mundo de la música. Porque aunque nos conquiste por el corazón no es nada sin la razón. Sin la medida del tiempo y el espacio del pentagrama, sin los versos que desvelan verdades.
Rosalía es un día la reina del reguetón, otro día estrella del flamenco y otro diva de la copla o todo al mismo tiempo por esa razón. Porque trabaja en la búsqueda de la idea absoluta de la belleza. Y lo hace no sólo mirando hacia adelante sino también rebuscando en el pasado, radiografiándolo, trabajando en él. Por eso, a ratos, casi todo el rato, encarna la representación misma de la meritocracia. Y con moraleja. «No es buena amante la fama», nos ha cantado en bachata hace un rato.
En los primeros Grammy latinos en España, con los pies bien plantados en Sevilla, se lanzó la Motomami con el «Se nos gastó el amor» de Manuel Alejandro que antes cantó Rocío Jurado. Su versión queda también para la historia de la música.
No era su primera vez versionando tesoros antiguos. La Rosalía arqueóloga desentierra con sus propias uñas material precioso como aquel «Me quedo contigo» de Los Chunguitos que la elevó a las alturas en los Goya 2019. Había gastado ya, por tanto, el cartucho del efecto sorpresa en el buceo histórico en estos tiempos en los que algunos se quejan de juventud sin referentes. Y aun así, es capaz de sorprender.
Rosalía se chulea de tener referentes, los exhibe a corazón abierto. Gusta de buscar en ese mundo platónico de la música, en su fondo con fondo. Rescata y versiona para recordarnos que tenemos un pasado en el que ya había verdades, temazos e inmensidades. Es el suyo un camino de esfuerzo y también de riesgo de derrota, porque te confirma que antes, también en la música, otros ya hicieron cosas grandes. Vacuna contra el adanismo.
Rosalía no fue la única que versionó la otra noche en Sevilla. Andrea Bocelli cantó el «Granada» de Agustín Lara, de 1932. Hay composiciones eternas como ideas eternas y volver a ellas es tan balsámico como revolucionario. Rosalía hace las dos cosas porque reinterpreta cada compás, cada palabra. Cerró cantando que se gastó el amor «de tanto usarlo… o de no usarlo». Porque las canciones de toda la vida, como las ideas de Platón, serán absolutas, pero están ahí para hacerlas nuestras. Con sentimiento, sí, pero sobre todo, con razón. Eso fue siempre salir de la caverna.
Artículo publicado en el diario ABC de España
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional