Al momento de escribir estas líneas el asunto de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno español aún no ha tenido lugar y no es del todo especulativo pensar que en las horas que faltan pudiera haber alguna novedad que descarrile lo que luce casi ineludible.
Sea cual fuere el desenlace final de este episodio hay algunas reflexiones que merecen tenerse en cuenta.
La primera de ellas es el lamentable estado de crispación generado por este asunto que viene colocando a los españoles en un escenario de grieta política que creemos no ocurría al menos desde la muerte de Franco y la muy difícil -pero exitosa- transición posterior hacia una democracia que ya supera las cuatro décadas (a excepción del fallido e ilegal referéndum catalán de noviembre de 2014). Los venezolanos bien sabemos que tales confrontaciones viscerales no llevan a buenos resultados. Los españoles lo están reviviendo ahora con marchas y manifestaciones gigantescas que calientan mucho el ambiente. Menos mal que en España no existe un cuerpo encargado de la represión ilícita y sangrienta de quienes opinan diferente como ocurre en nuestro país.
La situación que hoy se vive en España pone a este articulista a dudar acerca de la muy cacareada conveniencia de un sistema constitucional de democracia parlamentaria que termina poniendo como fiel de la balanza a una agrupación política regional (Junts) que habiendo obtenido tan solo siete bancas se encuentra en posición de árbitro manteniendo como rehén a los partidos mayoritarios (PSOE, PP, Vox, Sumar, etc.) y en definitiva a todo el país.
Lo anterior no es exageración y ha quedado demostrado que aquellos que en 2014 atentaron contra la Constitución de 1978 promoviendo y llevando a cabo un referéndum ilegal, quienes fueron juzgados y condenados con sentencia firme por tribunales de justicia independientes, ahora, prófugos de la justicia, residan en Bélgica y sea desde allí donde se formulen las condiciones de rendición de la democracia española (Puigdemont & Cía.)
Luce cuanto menos inequitativo que esa mini-minoría esté vendiéndose a la mejor oferta de los partidos mayoritarios que en las elecciones generales del pasado 23 de julio obtuvieron más de 300 escaños (322 de un total de 350), con una votación de casi 19 millones terminen dependiendo de quienes obtuvieron apenas 392.000 sufragios en un proceso competitivo, libre, limpio y con altísima participación (70,74%).
La primera conclusión es que la democracia parlamentaria es útil cuando participan dos, o máximo tres, partidos importantes como es en Estados Unidos, Francia, Reino Unido, etc. La atomización promueve inequidades como la que aquí señalamos.
Difícil ha de ser la delicada situación del rey Felipe VI, cuyas atribuciones constitucionales apenas le permiten estrechos límites que no puede traspasar. Su padre, don Juan Carlos, en situación parecida en 1981 logró imponer su decisiva influencia ante el insólito intento de golpe de Estado del coronel Tejero y sus secuaces. ¿Felipe querrá? ¿Podrá? Difícil disyuntiva para una monarquía constitucional atacada precisamente por quienes son actores principales del sistema y por tanto poco leales a la corona.
Pero a nosotros, venezolanos, lo que nos importa y toca directamente es “cómo quedamos” como consecuencia de esa situación en la que poco o nada tenemos que hacer u opinar. La primera conclusión es que si Sánchez logra la investidura, sus compromisos políticos le exigirán distanciarse de la sólida defensa de la democracia venezolana porque sus intereses y lealtades yacerán en otros terrenos.
Lo anterior afectará la política exterior de España, últimamente muy dada a guabinear con la izquierda regional americana (Brasil, Argentina, Cuba, etc). Lo mismo puede asumirse de la influencia española en la Unión Europea, pese a que ella acaba de ratificar las sanciones personales impuestas a corruptos y violadores de derechos humanos de Venezuela, pero sabemos que esa instancia es más dada a “la bulla que a la cabuya”. Tener en cuenta que el alto representante para las Relaciones Exteriores de dicha Unión Europea es el catalán Josep Borrell que –a juicio de este articulista– no es de fiar.
Si por esas cosas de la vida fuera Feijóo quien alcance la presidencia del gobierno, nos inclinamos a pensar que su orientación pudiera ser más favorable a la democracia venezolana sin por ello olvidar que él también quedaría atrapado por las insólitas condiciones que exigen Puigdemont & Cía Sin embargo, pudiera pensarse que en materia de política exterior tendría mayor margen de maniobra.
Así, pues, ¡bien vale la pena preparar los paraguas antes de que llueva!
@apsalgueiro1
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