Guido Villamizar siempre que comienza a hablar de teatro, dice, lo hace pensando en el Grupo Skena. Su mente vuela 4 años atrás cuando, estando en el antiguo Centro Cultural BOD, debutó en las tablas con la obra Bajo terapia.
Era asistente de producción de Armando Álvarez, cuyo nombre es sinónimo de un talento único en las tablas, comenta. Conocido como baterista de la reconocida banda venezolana Gaélica, señala, casi nadie sabía ese lado suyo. Es un gran puestista y director que lo tomó bajo su ala apenas conociéndose y le enseñó –aún sigue haciéndolo- todo lo necesario para abrirse camino en el escenario… y fuera de él.
«Comencé trapeando pisos y lavando platos, literalmente». Y es que eso le exigía su trabajo. «El meollo de la trama se desarrollaba en un mini bar», recuerda. Ahí comenzó todo.
Se graduó en la UCAB como periodista. No pensó que el teatro eclipsaría la profesión que escogió, aunque acepta que haber tomado aquella especialización en producción escénica que le brindaba la carrera de Comunicación Social fue un catalizador. Hoy es un comunicador dedicado a la dramaturgia y con planes de compartir una expresión de sí mismo a través de La azotea.
La adaptación de Guido Villamizar
El joven de 28 años de edad siempre ha estado involucrado de musicales. Además de ser asistente de dirección en Bajo terapia también fue director residente cuando Armando Álvarez se mudó a Buenos Aires dejándolo a cargo. Con Skena codirigió La noche junto a Ivanna Corrido, un clásico del grupo en el Trasnocho Cultural. Dirigió, además, La llamada, otro musical, y Sudaka, un monólogo flamenco junto a Carmen Terife. Después llevó la batuta en Taxi y, ahora, La azotea lo reunió con Augusto Nitti, amigo, colaborador, y, en su actual obra, protagonista y productor ejecutivo.
¿Por qué La azotea? Se enamoró del texto. Queriendo adaptar al teatro, desde sus inicios, una comedia romántica –su género favorito–, se inclinó por la pieza del director español Juan Carlos Martín, con el propósito de traer textos de calidad a Venezuela.
De esta manera, lo que le sobra a Villamizar son ganas de compartir lo que está pasando en el mundo. «Y el teatro es una de las formas que tenemos de hacerlo nuestro. Adaptarlo, es la vía con la que respiramos», manifiesta.
Juan Carlos también es un gran actor de musicales. Comenzó su carrera profesional en 1984 y además de en la televisión, sobre las tablas se le ha visto en producciones como Chicago o Hello, Dolly. Ha escrito y dirigido los montajes Sherlock Holmes y el caso de la risa secuestrada y Adiós, Don Colesterol, así como los musicales Cazadoras de sueños y Elvis: The king story. Su último proyecto teatral fue Billy Elliot, el musical con más de 700 representaciones.
«Con La azotea continúa su viaje, las entradas siguen agotándose, el público la ha tratado muy bien y siguen añadiéndose temporadas», señala Villamizar. «Salió hace un año y ha estado activa desde su estreno y nos sentimos dichosos de ser quienes la trajeron al país», añade, haciendo énfasis en que le gusta trabajar con textos que le pueden llegar a un público masivo. «Creo que son escritos que se necesitan. Eso lleva la batuta de mis decisiones con respecto a las obras que monto. Cuando leí el texto, entendí que es algo que vale la pena hacer».
La azotea venezolana
No hubo obstáculos, expresa. El autor les dio la libertad para hacer lo que quisieran con la pieza. «Hubo una primera etapa que fue traspolar el guion de Madrid a Caracas. Así lo tropicalizamos. De eso estuvo a cargo Daniel Revette, nuestro director asociado junto a Augusto», describe. «La segunda se basó en descubrir junto a los dos protagonistas qué podría aprovecharse de la trama para criollizarla aún más desde la esencia», confiesa.
Una cosa bonita de dirigir algo en lo que se cree, dice, es que se debe llegar a la gente cueste lo que cueste.
“A veces no es una adaptación lo que hace falta, pero hay que hacer conexiones para que entiendan les estás hablando directamente”
Con Augusto Nitti y Edmary Fuentes ya había trabajado anteriormente, siempre tomando en cuenta que no hubo más opción sino ellos para trabajar en La azotea. «Existe una filosofía de elegir elencos basándose en la idea de qué pasaría si tuviese que encerrarme en una cabaña en medio del bosque por 3 meses con estas personas», explica. «Esto lo dijo la directora del Cirque du Soleil y me define al 100%. Ambos son talentosísimos y el siguiente paso lógico fue adentrarse en una trama más dulce, sensible, abierta y vulnerable, haciendo énfasis en el trasfondo del suicidio».
«Y por eso es que esta historia es tan necesaria», rescata Guido Villamizar. «Parte desde el personaje masculino estando en su punto más bajo: entre el rendimiento, la sumisión y una absoluta frustración. Así parecerá un ser que necesita ser salvado», describe. De ahí el lema de el amor es un salto al vacío. «Es una metáfora que ejemplifica riesgo, que está en la altura y el vértigo. Pero el siguiente paso es, indiscutiblemente, el amor, el corazón real de la obra».
El director asegura que, como sociedad, existe una relación extraña con la ilusión, más allá del amor romántico. «Los venezolanos tienen ese pesar de que la ilusión se construye muy rápido y con la misma rapidez se rompe. Quizá eso nos ha hecho tener un corazón endurecido», declara. Comenta que La azotea obliga a pensar en la magia y en que las cosas pueden cambiar para mejor. «Más allá de la ligereza que te da el amor a primera vista o las segundas oportunidades, esta es una obra para sentir que sí se puede; que lo que sea que tenemos guardado en el corazón y no ha salido, puede ser».
Lo posible
Entre diez y doce personas tuvieron la responsabilidad de levantar esta obra en Caracas. Tres personas en producción; Beatriz Fernández, en redes; Milagros Fonseca como productora general; Maye Ávila asistente de producción; Valentina Sánchez, experta en iluminación, la misma de Matilda, el musical y Armando Álvarez en sonido. Por su parte, la música de la obra, la cedió Claudia Rojas, Miss Honey en Matilda. «Porque como toda buena comedia romántica debe tener un tema icónico. Finalmente, nuestro coreógrafo Alfredo Pereira quien trabaja de la mano con Taba Ramírez, CEO de la academia Ímpetu».
«Este es un equipo con todos los hierros. Me inspiran mucho porque estamos unidos para llevar el mismo mensaje. Veremos cómo se comporta la taquilla para evaluar próximas temporadas también. Aunque, por ahora, y sin querer ilusionarme, nos ha ido bien en las ventas».
“Queremos compartir nuestro trabajo y cariño con la mayor cantidad de personas posibles, ojalá fuera de la capital. Donde haya una puerta abierta ahí estaremos”
Por ahora solo se presentarán durante 2 semanas en el antiguo Centro Cultural BOD. Las entradas tienen un valor de $15 y están disponibles en la taquilla del ahora Centro Cultural de Arte Moderno y por la página web: Ticketmundo.com
Funciones:
- Viernes 17 y sábado 18 a las 7:00 pm
- Domingo 19 a las 5:00 pm
- Viernes 24 y sábado 25 a las 7:00 pm
- Domingo a las 5:00 pm
Con la expresión salto al vacío, llama al público venezolano a asistir a las salas. «Pero ojo, no hay que confiarse. Debemos seguir creando espectáculos de calidad. Hay que seguir moviendo el mensaje. La cultura está en nuestro último escalafón en una cadena de prioridades que son casi infinitas. Esa es la realidad. Así que queda de nuestra parte mostrar cosas para sorprender y enseñar… Esos son mis favoritos, los que no vienen regularmente al teatro, porque con y gracias a ellos, todo es posible».
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