Cuando Dabai, el gato de Han Jiali, desapareció en Shanghái el año pasado, la joven buscó y buscó por todos lados hasta que dio con una red de tráfico de carne de felinos, que la servía en restaurantes.
En el país asiático, la mayoría de la gente no come estos animales, lo que no impide que cada año, redes clandestinas maten a cuatro millones de gatos para venderlos como comida, según cálculos de la oenegé norteamericana de defensa de los animales Humane Society International.
Según la organización, este mercado ilegal se da fundamentalmente en las provincias de Guangdong y Guangxi, en el sur de China.
Para Han Jiali, la búsqueda de su mascota se transformó en una verdadera odisea, que le costó tiempo y miles de dólares.
Esta mujer descubrió toda una cadena de suministro que se abastecía de gatos abandonados y también de mascotas que se aventuraban fuera de casa, en la región de Shanghái.
Cuando se encontró con cadáveres de gatos despiezados frente a fábricas y restaurantes de pueblo que anunciaban carne de este animal en su menú, tuvo que rendirse a la evidencia.
«Tuve que admitir que mi gato se había ido para siempre», dice conmovida. «Se lo comieron».
Ahora quiere evitar que otros gatos corran la misma suerte.
Desde hace un año, ayuda a elaborar informes policiales, sigue a los ladrones de estos felinos y envía peticiones a las autoridades de la provincia de Guangdong.
Amenazas de muerte
Su misión no ha estado exenta de peligros. Han Jiali dice haber recibido amenazas de muerte de algunos traficantes, y el pasado diciembre, un hombre chocó deliberadamente contra su coche en una zona de descanso en una autovía.
«Tuve miedo y pensé en renunciar, pero si me callo, ¿quién salvará a los gatos de esta situación?», se pregunta.
A sus 33 años de edad, Han Jiali forma parte de un grupo reducido pero muy motivado, que lucha en China contra el maltrato a perros y gatos, a falta de un marco institucional protector.
En China, atrapar a un animal doméstico que se pasea por la calle no está considerado un robo.
Y aunque la ley prohíbe comer gato, quienes incumplen la normativa son castigados en relación con la seguridad alimentaria y no por crueldad con los animales.
Los activistas y algunos comentaristas de medios estatales piden cada vez más la adopción de una legislación que proteja a los animales domésticos.
Los activistas se sienten faltos de recursos, pero a veces también tienen sus satisfacciones.
El mes pasado, y con ayuda de otros activistas y de la policía local, Han Jiali propició la incautación de un camión que transportaba a unos 800 gatos a la salida de Zhangjiagang, cerca de Shanghái.
Según afirma, los gatos fueron capturados tras verse atrapados en un cementerio. «Al observarlos, entendimos rápidamente que tenían la intención de venderlos ilegalmente».
Los animales están ahora en la ciudad de Taicang, a una hora de Shanghái, en un refugio gestionado por Gu Ming, de 45 años, y su mujer.
Muchos de los gatos salvados tenían huesos rotos, al haberse visto aplastados por el peso de los demás animales dentro del camión, cuenta Gu Ming, que antes trabajaba en el sector farmacéutico.
Decenas de ellos murieron por heridas o por infecciones virales, que se propagaron rápidamente entre los felinos.
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